Del mismo modo que priorizamos nuestra higiene física con la ducha y el cepillado de los dientes, es igualmente beneficioso hacerlo con nuestra higiene energética limpiando de modo regular nuestros campos energéticos.
¿Alguna vez te has planteado incorporar a tu rutina diaria una práctica de autocuidado para la liberación emocional?
Al comprometernos con una práctica regular de liberación emocional, podemos cultivar un flujo de energía claro y equilibrado cuyo resultado es más vitalidad, alegría y satisfacción en nuestras vidas.
Es importante reconocer que todas las emociones son naturales y valiosas. Sin embargo, nuestras reacciones, expresiones y apegos a ellas pueden ser saludables o no saludables.
A veces, podemos apegarnos demasiado a nuestras emociones, lo que provoca inestabilidades en su expresión y causan dolor y sufrimiento.
Al entender el impacto energético de cada emoción, tanto dentro como fuera de equilibrio, podemos verdaderamente honrar y liberar nuestros apegos energéticos a ellas.
Esta práctica de consciencia puede ayudarnos a restaurar un flujo saludable de nuestra energía y lograr el equilibrio de todo el ser.
Enojo
La ira es una emoción poderosa que hace que nuestra energía aumente. Cuando está reprimida durante un período prolongado de tiempo, puede originar otras emociones como resentimiento, frustración, irritabilidad y amargura.
Con el tiempo, estas emociones pueden provocar arrebatos emocionales explosivos, que pueden ser perjudiciales para nosotros y nuestro entorno más cercano.
Además, la supresión crónica de la ira puede causar dolencias físicas como presión arterial alta, tensión muscular e inflamación.
Por otro lado, la ira también puede ser beneficiosa cuando se está en equilibrio. Puede motivarnos a crear cambios positivos en nuestras vidas y en el mundo, como también ayudarnos a establecer o reforzar límites para protegernos del maltrato.
Al aceptar nuestra ira y ser más conscientes de lo que la desencadena, podemos obtener información sobre lo que la causa y utilizarla como herramienta para un crecimiento positivo.
Ansiedad
La ansiedad puede tener un impacto importante en nuestra salud física y emocional. Cuando experimentamos ansiedad, podemos sentir una dispersión de energía por todo nuestro cuerpo, lo que provoca inquietud mental, agitación y dificultad para concentrarnos.
Además, podemos tener dificultades para descansar y dormir, lo que puede causar fatiga y exacerbar aún más nuestros sentimientos de ansiedad.
Con el tiempo, la ansiedad crónica puede provocar una variedad de problemas de salud, como presión arterial alta, insomnio y un sistema inmunológico debilitado.
Sin embargo, cuando está en equilibrio, la ansiedad puede ser una fuerza poderosa que nos inspira a practicar el autocuidado, afrontar desafíos y desarrollar una mayor conciencia de nosotros mismos.
Del mismo modo, puede servir como un sistema de alerta natural, advirtiéndonos de amenazas potenciales y animándonos a ser más presentes y proactivos.
Al aprender de la ansiedad y cultivar la consciencia del momento presente, podemos aprovechar su poder para inspirar un cambio positivo en nuestras vidas y, al mismo tiempo, permitir que disminuya de forma natural.
Preocupación
Cuando la preocupación se consolida, crea una lentitud que puede impregnar nuestro cuerpo y mente. La preocupación excesiva, cuando nos centramos demasiado en un tema en particular, puede provocar confusión, problemas de memoria y concentración y fatiga general.
Con el tiempo, el exceso de preocupación puede provocar deterioro cognitivo, inmunidad debilitada y trastornos digestivos.
En cambio, cuando está en equilibrio, la preocupación puede ser una energía productiva y contemplativa que mejora las habilidades para solucionar problemas. Señala que hay un problema que debe abordarse y, al actuar, podemos lograr una sensación de empoderamiento.
La preocupación también puede ser una oportunidad para practicar la gratitud y la consciencia del momento presente. Además, puede guiarnos hacia el cultivo de la confianza en un poder superior.
Tristeza
La tristeza y el dolor pueden resultar abrumadores y agotar nuestra energía, dejándonos con una profunda tristeza, agotamiento y apatía.
El peso de estas emociones puede ser excesivo y, si no se reconocen y liberan adecuadamente, pueden tener efectos físicos tales como pérdida de apetito, letargo y una mayor susceptibilidad a las enfermedades.
Sin embargo, la tristeza también puede tener un efecto positivo en nuestro crecimiento personal y nuestras relaciones. Puede servir como una guía poderosa, animándonos a explorar áreas que necesitan curación y crecimiento.
Al examinar las causas fundamentales de nuestra tristeza, conseguimos una mayor comprensión de nosotros mismos y podemos avanzar con mayor claridad y propósito. Además, experimentar tristeza puede profundizar nuestro aprecio por los instantes de alegría y gratitud en nuestras vidas.
Compartir nuestra tristeza con otros puede crear vulnerabilidad e intimidad, lo que conduce a conexiones y relaciones más profundas.
Para algunos, la tristeza también puede llevar a una conexión más profunda con un poder superior o una práctica espiritual, recordándonos que podemos hallar consuelo en nuestra conexión con una consciencia superior.
Miedo
El miedo tiene una forma singular de restringir nuestra energía al colapsarla hacia adentro. Cuando experimentamos miedo con regularidad puede provocar mayores sentimientos de inseguridad, pánico, evitación y aislamiento.
Con el tiempo, los efectos físicos del miedo pueden ser profundos y provocar problemas como dolor crónico, trastornos del sueño, inmunidad debilitada y fatiga suprarrenal.
En un estado de armonía, la conciencia vigilante del miedo puede ser una valiosa herramienta de vida. El miedo es una respuesta natural a las amenazas o peligros percibidos y puede ayudarnos a mantenernos seguros al alertarnos sobre riesgos potenciales e impulsarnos a tomar medidas para protegernos.
Es decir, puede servir como mecanismo de protección que nos ayuda a evitar daños y mantener nuestra seguridad.
El miedo también puede fomentar el crecimiento espiritual al alimentar nuestra confianza en un poder superior. Cuando experimentamos miedo, podemos encontrar consuelo en la creencia de que existe un plan mayor para nuestras vidas y que estamos siendo guiados y protegidos.
Al enfrentar nuestros miedos con esta fe, podemos cultivar coraje, resiliencia emocional, fuerza y sabiduría, que pueden ser útiles para enfrentar los desafíos futuros con mayor facilidad.
Práctica
1 – Elige una emoción a la que actualmente tengas un fuerte apego o una que sientas que estás expresando demasiado o, por el contrario, reprimiendo.
2 – Reconoce cómo el desequilibrio de esa emoción está afectando tu cuerpo y mente.
3 – Honra la emoción enumerando las formas en que esa emoción ha influido positivamente en tu vida, ya sea ahora o en el pasado, y agradécele por servirte de ese modo.
4 – Utiliza la respiración para limpiarla de tu campo energético. Primero, toma una inhalación natural. Al exhalar, imagina liberar cualquier apego a esa emoción específica. En la siguiente inhalación, imagina llenarte de energía fresca y limpia.
Para recibir un mayor beneficio, repite este ciclo al menos 10 veces.