El cruce de un río de agua gélida

El recuerdo de una conferencia de Joe Dispenza en la que afirmó que no cambiamos nuestro destino porque no creemos que sea posible

Según la Wikipedia, Joe Dispenza es un conferencista internacional, doctor en quiropráctica y escritor que viaja por el mundo para enseñar a crear una vida más sana y feliz a través de sus investigaciones basadas en los descubrimientos de la física cuántica, la neurociencia y la epigenética.

Desde aquí recordamos la cobertura informativa y posterior entrevista que le hizo Pablo Arturi, recordado colaborador de Tú Mismo, en uno de sus seminarios en Barcelona.

Ante un auditorio de 600 personas, Dispenza, en una exposición locuaz sustentada en información proveniente de la medicina y la psicología, destacó lo importante que es entrenar el cerebro para que funcione de acuerdo con lo que nosotros deseamos y no por su automatismo. Al respecto planteó: “Si pasamos la mayoría del día respondiendo al ambiente, teniendo las mismas situaciones, trabajo, relaciones… ¿como podemos cambiar?”.

Algo inmaterial como los pensamientos controla algo material como el cuerpo. Nuestro cerebro se va acostumbrando a los mismos circuitos neuronales que ha ido creando, con sus consiguientes descargas bioquímicas, de manera que vamos creciendo y repitiendo las mismas emociones, pensamientos, hasta el punto que el cuerpo (el cerebro) toma las riendas de nuestra vida.

Sin embargo, dejamos nuestro destino en manos de nuestro cuerpo, “el amo se transforma en sirviente”. Generamos circuitos pensando, por ejemplo, “soy inseguro”: el pensamiento genera una sustancia química que actúa sobre el cuerpo, a su vez el cuerpo toma esa sustancia y se hace “adicto” a esa reacción. Como consecuencia se reafirma el pensamiento.

Dispenza, tratando de despertar la inquietud en el público, afirmó: “No cambiamos nuestro destino porque no creemos que sea posible”.

El cambio es como cruzar un río de agua gélida. “Muchos se tiran al agua y al llegar a la mitad del río dicen ‘¡esta fría!’, y regresan a donde estaban. Nadie nos ha dicho que el cambio sería incómodo. Cuando cortamos el flujo típico de los químicos se produce un malestar”, expresó.

Ayudado de proyecciones y películas, explicó los distintos tipos de memoria y la importancia del lóbulo frontal, lo que más nos diferencia del resto de los animales.

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En referencia al planteamiento cuántico, apuntó que “el pensamiento crea la experiencia. El entorno es una prolongación de la mente. Si cambiamos nuestra mente, nuestro entorno cambiará”.

Debemos anticiparnos al entorno, pensar en el futuro, así el cerebro no estará anclado en el pasado, sino en un mapa del futuro. Ahora bien, no debemos predecir cómo llegaremos a ese objetivo. “Ese es el milagro de la vida”, dijo.

Debemos entrenarnos diariamente en el nuevo yo. Al comentar su forma de encarar el día, expresó: “Cada día digo cuál es mi ideal mayor que puedo ser hoy, ¿cómo puedo mejorarlo? Y preparo mi mente para una nueva experiencia”.

También debemos desaprender: reestructurar las redes neuronales. Desaprender los hábitos que hemos aprendido acerca de nosotros mismos. “¡Hay que reinventarse!”, enfatizó, y pasó a comentar de una forma más cercana su experiencia personal en un proceso de cambio después del éxito de su aparición en la famosa película “¿Y tú qué sabes?”.

Compartiendo sensaciones, y sentimientos vividos, definió que su misión “es ayudar a los demás a cambiar”.

En otro momento de su exposición, Dispenza dijo que luego de muchos años de estudiar remisiones espontáneas de graves enfermedades, pudo diferenciar cuatro elementos en común en todos aquellos que logran sobrevivir y curarse contra todo pronóstico. Estos son:

1) Reconocer, pensar y sentir que existía una inteligencia superior dentro de ellos. Pensaron: “Si le doy las instrucciones a esa inteligencia superior, tal vez sane”. “Hay que dar las instrucciones y luego permitir que la inteligencia superior lo haga”, dijo.

2) Mis pensamientos, mi mente, mis sentimientos han creado esta enfermedad. Los tengo que cambiar, soy yo el responsable.

3) Me debo reinventar. No puedo ser el mismo con los mismos pensamientos. ¿Qué significa para mí ser feliz? Para mí, ¿quiénes son felices? ¿A qué personas de la historia quiero parecerme?

4) En el transcurso del cambio perdieron la noción del tiempo y del espacio. “En el proceso de creación estoy tan involucrado en lo que hago que me olvido de mí”.

En el cierre de la reunión resaltó: “La rutina adormece el cerebro, el sirviente se transforma en el amo, dejamos todo al destino. Estamos entrenando a nuestro sirviente en una nueva agenda. Hay que enamorarse del nuevo yo… Estamos cabalgando a espaldas de un gigante. Sólo tenemos que susurrar a sus orejas”.

Seguidamente, el diálogo entre Pablo Arturi y Joe Dispenza.

Joe Dispenza.

-¿La mente es solo el cerebro?

-No, el cerebro solo es cerebro, pero la mente es el cerebro en acción, el cerebro trabajando. Es cuando el cerebro está animado con la vida y esta es la definición neurocientífica de la mente. Cuando la conciencia utiliza el cerebro produce la mente.

-¿Hablas del alma, pero no del espíritu?

-Para mí el espíritu es sinónimo de consciencia.

-¿Cuál es el propósito de los recuerdos, ya que también te refieres mucho de ellos?

-Los recuerdos son los ladrillos que usamos para diseñar las realidades futuras. Los utilizamos para construir comprensiones mayores, para formular posibilidades y especular resultados.

El cerebro es un procesador cuántico no lineal que nos permite usar experiencias y aprender de esas experiencias modificando conductas, así pueden suceder nuevos eventos. Es lo que la llamamos evolución.

El problema es que la mayoría de la gente tiene una experiencia que produce una emoción y vive de acuerdo con esa emoción. Retorna para cambiar esa experiencia; pero no necesita cambiar esa experiencia, sólo necesita cambiar la emoción. Entonces llega a la sabiduría, que es el recuerdo sin la emoción.

Los recuerdos son importantes porque construyen nuestra evolución.

-Pero a veces impiden evolucionar.

-Sí, a veces, como aquellos que provienen de situaciones traumáticas o momentos difíciles, pero la dificultad la tenemos con el sentimiento, el componente químico con el que hemos grabado el evento.

-¿Quiere decir el apego?

-Sí, el apego a esa emoción. Los budistas dicen apego, los occidentales, adicción. Es lo mismo.

-¿Hay algún límite en la posibilidad de crear nuevas realidades reprogramando nuestras creencias?

-Si unimos la cadena de recuerdos, se crea un pensamiento. El pensamiento viene de los recuerdos. Si sumamos un pensamiento más otro, más otro, eso genera una actitud. Si sumamos actitudes y las ponemos juntas, se transforman en creencias; y si ponemos las creencias juntas es lo que llamamos percepciones. Si cambiar la realidad es variar la forma en que pensamos, entonces por supuesto van a cambiar nuestras actitudes, creencias y percepciones. Y si transformamos nuestras percepciones, cambiaremos nuestras creencias, actitudes y también los pensamientos.

-¿Cuál es el límite? -No sé si hay un límite. Sólo sé que dentro de cien mil años la gente será mucho más evolucionada que ahora y estará haciendo cosas increíbles.



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Stanislav Kondratiev
de Unsplash