Víctor M. Flores.
Instituto de Estudios del Yoga
El yoga, para la comprensión íntima del ser humano, tuvo en cuenta una buena comprensión de cómo funcionaba nuestro cuerpo. Su filosofía se basaba en la obediencia a dos leyes: equilibrio (en el cuerpo humano es un esquema de curvas vertebrales) y confort (este equilibrio concede prioridad al escape del dolor, percibido por la mente).
El equilibrio va más allá del equilibrio. Dado que la mente está dispuesta a todo para no sufrir, es capaz de curvar y disminuir incluso la movilidad corporal en la medida en que sus adaptaciones le hagan recuperar el confort.
Pero tanto confort (shukka) como equilibrio (sthira) no son gratuitos, se pagan con un desgaste de la energía (prana). Ser un bípedo equilibrado no es fácil, supone la necesidad de evitar la atracción gravitatoria pues conseguimos verticalidad en contra de las leyes de Newton dado que el desequilibrio nos disgusta.
Sin embargo el sthira corporal está basado en dos desequilibrios: la línea de gravedad cae delante de los tobillos y la cabeza queda 2/3 por delante de la línea de gravedad y un 1/3 por detrás de la misma. El resultado de esto provoca tensión en el tejido fascial de la columna vertebral. O sea: conseguimos equilibrio no por los músculos sino por las presiones de las fascias y a su vez toda extensión muscular no es sino un préstamo de éstas. Si ambas cosas tuvieran que hacerlas los músculos, se contractarían inevitablemente. Y además lo que ganamos en esa verticalidad, lo perdemos en energía pues hacemos trabajar el doble a la fascia, lo que nos conduce de nuevo a estar desequilibrados…
Habitualmente abatiremos los hombros, en una búsqueda de shukka, que se expresa en binario: me gusta-no me gusta, pues para evitar el agotamiento fascial tenemos que recurrir a mantener una continua presión torácica-abdominal. Pero esto exige un trabajo postural y dado que somos especialmente sensibles a las sensaciones físicas, encontrar confort en la postura es pura disciplina y en una de las torsiones del yoga, un auténtico reto. No hay paradoja en todo esto, aunque lo parezca, pues la naturaleza nos dotó de un cuerpo que debe vincularse a la introspección, al viaje interior.
El cuerpo es un reflejo de nuestra psique, refleja nuestra biografía, nuestra intimidad, volcanes, mareas, mordiscos en el corazón que nos han arrancado pedazos. Podemos zarpar del puerto de nuestro cuerpo pero navegamos hacia el no-cuerpo. La asana, pues, es trina y resumen del yoga: contiene elementos somáticos, psique y espíritu, materializados en movimiento, concentración y conexión. Esto nos hace mantenernos presentes.
Siempre habrá una tendencia hacia sthira y sukkha, hacia el principio de esfuerzo y el principio de abandono. La asana empieza antes de materializarse en la forma, es nuestro laboratorio, la última resistencia dónde no hay displacer. Sólo mente y categorías de la mente.