El valor de la lentitud

La importancia de vivir y disfrutar del tiempo presente, que es lo único que tenemos con certeza

Emi Zanón
Escritora y comunicadora

“La felicidad suprema del pensador está en sondear lo sondable
y venerar en paz y tranquilidad lo insondable”.
Máximas y reflexiones de Goethe.

Vivimos en el mundo de la inmediatez. Deseamos cualquier cosa y la queremos ya, sin demora. Cuando conectamos el ordenador y tarda unos segundos en arrancar, nos parecen siglos. Todo se renueva con tal rapidez que no llegamos nunca a estar al día, o si lo hacemos nos ocasiona el temido estrés, madre de todas las enfermedades.
Y es que nuestro sistema de vida —la ciencia y la tecnología, el consumo, etcétera— nos ha llevado a una aceleración del tiempo. Todo corre a gran velocidad, incluidos nosotros.

En estos tiempos de la Nueva Humanidad, en los que somos conscientes de que cada minuto de nuestra vida es lo más valioso que tenemos, son muchas las voces que proclaman la necesidad de darle valor a la lentitud.
Ya en 2016 escribí un artículo sobre un nuevo modelo de educación llamado Slow Education que se está implantando en numerosos países, entre ellos España. Como objetivo educacional, lograr “la expresión plena del ser único y auténtico” que todos llevamos dentro, aparcando estos tiempos obsesionados con la rapidez, la competitividad y la consecución de cuantos más objetivos mejor.

Hace unos meses llegó a mí “Alabanza de la Lentitud”, un valioso libro de Lamberto Maffei publicado por Alianza Editorial en 2016, donde, a caballo entre la neurociencia y las humanidades, reivindica las ventajas y beneficios de una existencia más pausada que recupere el gusto por el detenimiento y por el aprecio del tiempo, y rompe una lanza a favor de la palabra, la escritura, la lectura y la asimilación, así como por una civilización en la que prevalezcan la reflexión y el “pensamiento lento”.

El concepto del tiempo es muy relativo, y se le ha dedicado muchos estudios a lo largo de la historia (Schopenhauer, Borges…). Influye la cultura en la que nos desarrollamos; influye la edad: no es lo mismo para un niño que para un adulto o un anciano; influye el clima: no experimentamos el tiempo de igual manera en un clima caluroso que en uno frío; influye si estamos creativos: con la creatividad se pierde la noción del tiempo; influye nuestro ambiente laboral: si es un trabajo angustioso el tiempo se alarga y alarga… Todo ello, además, porque el tiempo lo hacemos real al momento que lo pensamos.

La lentitud. Otro ritmo se impone: es una de las manifestaciones del Nuevo Paradigma Holístico, que promueve y propone tomar el control del tiempo dando prioridad a las actividades que redundan en el desarrollo personal, buscando siempre el punto de equilibrio, que se da cuando damos permiso a que nuestros dos hemisferios cerebrales se manifiesten por igual y cuando dejamos de ser esclavos del tiempo.
¿Para qué y por qué tantas prisas si lo importante, como apuntan los sabios, no es la meta sino el camino, el disfrute del camino?
Y aquí, el presente. La importancia de vivir y disfrutar del tiempo presente, que es lo único que tenemos con certeza.

A los nuevos valores femeninos de respeto, tolerancia, empatía, solidaridad, cooperación… que estamos integrando paso a paso, se une el valor de la lentitud que nos llevará a un tiempo más pausado y nutritivo para nuestro Ser, a un tiempo más digno de ser vivido. Y aunque nos cueste imaginarlo, será una realidad antes de lo que pensamos, porque es una cuestión de evolución.

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¡Feliz primavera!

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