Emi Zanón
Escritora y comunicadora
“En algún lugar de un libro, hay una frase esperándonos para darle un sentido a la existencia”.
Miguel de Cervantes
Todos sabemos la alegría que se experimenta cuando alguien nos regala un libro, incluso sin ser, uno mismo, muy lector.
Siempre es una sorpresa y un puente abierto al diálogo incesante entre ese libro y nuestra alma, pues los libros tienen la virtud de nutrirla y de darnos en cada momento aquello que necesitamos.
El libro te puede gustar más o menos, sin embargo, siempre habrá un mensaje, una palabra, un silencio, un párrafo, una frase –como dice nuestro más ilustre escritor, Miguel de Cervantes– esperándonos, para darle un sentido a la existencia.
Los libros nos leen tanto como nosotros a ellos, y ninguno llega a nuestra vida por casualidad.
Son, como toda la materia, energía. Energía vibrando inicialmente con la energía de su autor, su envoltura emocional y su evolución, así como la motivación de la empresa editora.
Después, como tienen la capacidad de estar en muchos lugares a la vez, de saltar, como saltamontes, de un lector a otro, se les va sumando o sustrayendo energía.
Todo depende de lo experimentado con su lectura, que queda impreso en sus páginas. Y ello, como consecuencia de vivir en un universo cuántico.
Si además de regalar un buen libro, se hace con dedicatoria, se convierte entonces en un obsequio perfecto, un delicado elogio.
Por mi parte, para estas navidades y estos tiempos que vivimos en los que tanto necesitamos potenciar la confianza, tengo el gusto de regalaros y dedicaros, con todo mi amor, este microrrelato de mi libro “Dayal, miradas al interior”.
“Al Ser de Luz que todos llevamos dentro”
XX
Inquilinos
“En la misma finca que yo, vivía hace años, en el primer piso, una pareja de ancianos, muy, pero que muy unidos. Ella se llamaba Ignorancia y él, Miedo. Como eran los inquilinos más antiguos –seguramente estaban instalados desde la Prehistoria–, cualquier cosa que quisiéramos hacer, o cualquier decisión que quisiéramos tomar, con respecto a nuestra casa, debía contar con su aprobación. Y, claro, como para Ignorancia todo era extraño, y para Miedo todo era perverso, nunca podíamos hacer lo que deseábamos.
“En la primavera del 68 –me acordaré siempre-, se mudaron al quinto unos inquilinos jóvenes muy enamorados, llenos de vitalidad y energía. Ella se llamaba Confianza y él, Conocimiento. Al cabo de unos meses, Ignorancia y Miedo se habían debilitado tanto, que apenas se mantenían en pie, y muy a su pesar, decidieron trasladarse a una residencia de la tercera edad”.
“¿Quiénes son los inquilinos de tu casa?”.
¡Feliz Navidad!