Inteligencia artificial y conciencia

Un privilegio del ser humano que nos trasciende

Emi Zanón
Escritora y comunicadora

“Nadie lo expresa de esta manera, pero creo que la inteligencia artificial es casi una disciplina de humanidades. Es realmente un intento de comprender la inteligencia y el conocimiento humano”.
Sebastián Thrun

A mi entender, creo que Sebastián Thrun, profesor de inteligencia artificial (IA) en la Universidad de Stanford, está en lo cierto con esta afirmación. Si algo nos caracteriza como especie es la curiosidad, la necesidad de saber más, de ir más allá, y ello nos ha llevado de época en época, de siglo en siglo, a hacer grandes logros en todos los ámbitos en los que nuestra imaginación llegue a alcanzar.

Como en nuestros tiempos actuales en los que hemos sido capaces de crear máquinas que aprendan de las experiencias y realicen tareas como seres humanos, como es el caso de la plataforma Chatgpt.

Este programa de IA generativa, alimentado con textos filosóficos, religiosos y clásicos que responde a preguntas profundas del ser humano, desde que se lanzó a finales de 2022, está suscitando miedos, inseguridades y ha abierto debates, por ejemplo, si las artes deberían seguir siendo algo netamente humano.

La IA transformará —ya lo está haciendo— la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos, como ha sucedido con cada gran revolución industrial y tecnológica pasada (la invención del fuego, la rueda y los metales, la máquina de vapor, la electricidad y ahora la computación).

También nos permitirá delegar las tareas más pesadas y monótonas a las máquinas, mientras nosotros podremos dedicarnos a tareas y trabajos más creativos y humanitarios, acordes a nuestra personalidad y deseos profundos.

Nos haremos más conscientes de la importancia en estos tiempos del cuidado de la energía y todo lo relacionado con la biología, la naturaleza y su sostenibilidad.

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Se perderán algunos tipos de trabajo y se generarán otros tantos, los cuales no podemos ni imaginar —como ha sucedido en tiempos pasados—. Todo esto ya lo sabemos.

Pero, sobre todo, y ahora más que nunca, seremos responsables y más conscientes de la necesidad de una regulación y definición de reglas éticas que establezcan un marco idóneo de convivencia máquina-humano (me remito al artículo que escribí en 2019, que podéis leer en mi blog y en http://hoyunclick.es/son-las-maquinas-el-siguiente-eslabon-evolutivo).

Sin ir más lejos, en marzo de este año, pioneros en el desarrollo de la IA y más de 1.800 personas firmaron una carta abierta en la que se pedía una pausa en el desarrollo de sistemas avanzados de inteligencia artificial, entre ellos Elon Musk, Yuval Noah Harari, Stuart Jonathan Russel y Steve Wozniak, pues se requiere urgentemente de una regulación y reglas éticas para que no se nos vaya de las manos y pueda ser utilizada en nuestro detrimento.

A pesar de ello, y para nuestra tranquilidad y esperanza, por muy lejos que lleguen los avances tecnológicos, ningún robot, ninguna máquina, podrá tener conciencia. Podrá simular tenerla; simular perfectamente sentimientos y emociones, como pudimos ver en la excelente película “Exmáquina”, de Alex Garland, pero debemos tener presente que la conciencia no es algo que podamos darles a las máquinas ni que ellas puedan alcanzarla.

La conciencia es un privilegio del ser humano, que nos trasciende.

Las máquinas empezaron a reemplazar el trabajo manual. Ahora, en nuestro futuro inmediato reemplazarán en parte el trabajo de la mente.

Vamos a confiar en nuestra responsabilidad como especie, y en la evolución que nos llevará siempre adelante y hacia la transformación que mejor sirva al universo y al bien todo.

¡Feliz septiembre!

emizanonsimon.blogspot.com.es



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