Más allá de los alimentos

María Díez Querol (Sumati) invita a las mujeres a observar cómo comen y tomar conciencia de sí mismas

Alejandro Ferro

A muchas mujeres les sonará esta historia: “Siento hambre y como, me doy un atracón y creo que el atracón es el problema. Empiezo la dieta y me frustro porque los kilos, tal como se fueron, vuelven. Me siento culpable por haber comido de más, odio mi cuerpo y mi autoestima queda por los suelos”. Esta es la espiral en la que entran miles de mujeres en todo el mundo. Pero, ¿de qué tienen hambre?

En “Tu relación con la comida habla de ti” (Editorial Sirio) María Díez Querol (Sumati) invita a una mirada compasiva y con ternura, a la escucha honesta y a descubrir que tomar conciencia de la relación con la comida es una oportunidad magnífica para conocerse mejor, ser más asertivas y tomar las riendas de sus vidas. Porque, probablemente, ese atracón era solo la punta del iceberg.

Díez Querol es coach nutricional, experta en la gestión del hambre emocinal y la práctica de mindful eating, profesora de yoga y meditación.

-¿Las mujeres tienen idea de cómo comen, en este tiempo de prisas y de vértigo, o pierden el norte y se alimentan como pueden?

-Por falta de tiempo la mayoría acude a la comida precocinada, procesada, pero las que cocinan sienten que es muy repetitivo, están aburridas porque les apetece probar cosas nuevas. Y cumplen un patrón de comer lo mismo los lunes, los martes… falta variedad.

-¿Qué es el hambre emocional?

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-Por un lado, es hambre irracional que nos hace comer más de lo que necesitamos, generando mucho sentimiento de culpabilidad posterior porque cogemos peso, y por otro lado, nuestra voz interior nos está diciendo que algo no está bien y es una oportunidad para cambiar en nuestra vida aquello que nos cuesta reconocer. Por eso la invitación que hago de conocerse a través de la alimentación, porque esa relación con la comida está hablando de muchas cosas que no tienen nada que ver con el sustento.

-¿Puede haber autosabotaje precisamente por esa razón?

-Muchísimo. La confusión, desde mi punto de vista, es pensar que el problema es la comida. La relación con los alimentos nos indica algo que va mucho más allá de ellos, y nos quedamos en la superficie. Hay que atreverse, porque se trata de conectar con nuestra sombra, con la vulnerabilidad, ver qué hay detrás, por qué nos autosaboteamos con la comida. El objetivo es que a través de nuestra relación con la comida hagamos ciertos cambios para ser más felices.

-¿De qué modo surgió ese esquema tuyo del triángulo del amor, la vida y la comida?

-Me vino cuando empecé a trabajar con los talleres. Como digo, pensamos que el problema es la comida, pero esa relación nos habla del vínculo con la vida y con nosotras mismas. Para mí la comida es igual a amor, entonces cuando nos autosaboteamos a través de los alimentos no nos estamos amando. El triángulo representa tres vértices que necesitan sumar. Si la relación que tenemos con el trabajo, la pareja, la familia, se da en una forma que no nos gusta, olvidamos los deseos y necesidades. Eso afecta la relación con la comida y el amor hacia nosotras mismas porque no estamos siendo fieles a nuestros anhelos y necesidades.

-Puede ocurrir también que tanto mujeres como hombres se sientan vacíos interiormente, lo cual provoca temor, angustia… Y ataquen la nevera por miedo a lo que sienten, ante lo que les falta.

-Es un cajón de sastre, puede haber muchos motivos de esos arrebatos y por eso hablo de diversos tipos de hambre, uno de ellos es por ignorancia, porque no sabemos. Una causa es el tema del vacío, no nos sentimos satisfechas en el día a día, o también nuestra sociedad genera continuamente que necesitemos más, más y más; así acudimos a la comida para cubrir ese vacío que no queremos reconocer. Nos engañamos y al final tapamos el vacío con una comida que genera malestar, culpabilidad. Ganamos peso corporal por comer lo que no necesitamos realmente.

-¿En esos casos de arrebatos impulsivos qué conviene hacer?

-Por una parte, la práctica de mindful eating, que es ser consciente en el acto de comer, poner atención en los sabores, porque normalmente ante el impulso comemos rápido, a escondidas, no saboreamos. Habría que trabajar en ese momento con atención a los sabores, texturas y también a todos los pensamientos y emociones que giran en torno de la comida, antes, durante o después. Es un trabajo a largo plazo. En el corto plazo, ante el impulso, una herramienta rápida para cambiar es respirar tres veces, lentamente, para disfrutar el alimento, saborearlo, ya que lo vas a comer. Aun siendo de mala calidad, por lo menos disfrutarlo y poner la mayor conciencia posible. Y un paso más allá sería preguntarnos después qué necesitábamos en ese instante, realmente, porque comer el alimento es el síntoma, no la causa. Podemos hacerlo solos o con un coach, un terapeuta, que nos acompañe en ese proceso.

-Otro tipo que citas es el hambre mental.

-Se come desde la mente por dos motivos. Uno, porque hay un hambre física. Sientes un agujero en el estómago, llegas a un restaurante con bufet y mentalmente te repites que tienes mucha hambre. Te pones gran cantidad en el plato, comes por abundancia desde la mente. Hasta cierto punto, estás lleno y puedes parar de comer si reconoces que te has servido de más y es suficiente. El otro tipo de hambre mental es por perfección. Personas muy mentales, muy rígidas, exigentes consigo mismas, quieren hacer todo perfecto. Empiezan una dieta y un día, al saltarse algo mínimamente, tiran todo por la borda y dejan la dieta. En ambos casos no estamos conectando con nuestra sensación de hambre, de saciedad, separados de nuestra voz interior.

-¿Dietas sí o no?

-No estoy para nada a favor de las dietas. Las estadísticas indican que el 96 por ciento de quienes hacen dietas recuperan el peso perdido, el famoso “efecto rebote”, incluso ganan más peso que el que habían perdido. ¿Por qué? Siempre que estamos contra algo nos resistimos, vamos contra nuestra propia naturaleza, el cuerpo pide algo y le decimos que no; llega un momento que por más fuerza de voluntad que tengamos lo acabamos saltando. Y por otra parte, algo clave, hacemos caso a lo que nos dice el nutricionista, y eso nos va separando de nuestra propia intuición. Según mi forma de ver el mundo, tenemos todo el conocimiento en nosotros, solo falta ser capaz de mirar hacia dentro y conectar con la intuición. Si lo hacemos, el propio cuerpo nos pide alimentos saludables. Pero estamos tan separados de lo que necesitamos que hacemos lo que nos dicen, que en muchos casos no es lo que necesitamos. Las dietas no funcionan.

-Alimentos expansivos y alimentos de retención, ¿cuáles son unos y otros?

-El origen de esta clasificación es la alimentación energética, un punto de vista de ver los alimentos desde la parte más sutil, teniendo en cuenta el efecto que producen en el cuerpo una vez que los ingerimos. Si comprendemos esto, podemos adaptar las comidas a lo que necesitamos en cada momento. Si estoy estudiando para rendir un examen puedo elegir alimentos que me centren, por ejemplo cereales integrales, el arroz integral, la avena, legumbres, verduras cocinadas. O en un día de calor siento que estoy bloqueada, y lo que quiero es soltar, aligerar, entonces puedo tomar una ensalada, porque los crudos expanden y ayudarán a enfriarnos. En cambio, otro día siento mucho frío, debilidad, falta de energía, entonces cocinaré con un poco más de sal, algún producto de origen animal como los huevos, y evitaré los crudos.

-¿Qué alimentos provocan inflamación en el sistema digestivo?

-Son los alimentos que producen expansión en el intestino, como el alcohol, los azúcares, el café y todos los estimulantes, como también dietas a base de alimentos crudos. Además, el abuso de harinas, cereales refinados; todo lo que lleva levadura, igual que expande el pan, también el intestino. Comer mucha carne, quesos, lácteos…

-¿Y cómo nos depuramos?

-Depende de cada persona. Si somos de tendencia a tener frío, por ejemplo, una depuración no puede ser solo a base de crudos y un ayuno porque generaría muchísimo frío interior. Este tipo de individuos tienen un metabolismo muy lento. En cambio, una persona con tendencia a retener peso, con mucho calor, retención de líquidos, un ayuno o depuración en base a ensaladas, alimentos crudos, le ayudará a sentirse bien.

Las depuraciones, en mi opinión, van más orientadas a eliminar toxinas físicas y mentales, porque cuando reducimos la cantidad de alimento, a nivel mental y emocional, se produce un gran efecto, te encuentras posiblemente con ese hambre del estómago que conecta con el vacío existencial. Lo veo más como un trabajo personal que para perder peso. Los ayunos o depuraciones no están orientados a perder peso porque el metabolismo, además, se hace más lento.

-Has dicho que dietas no, pero, ¿qué es la monodieta?

-Es comer un solo alimento durante varios días, como uvas, cerezas, arroz integral. A las personas con mucho frío interior si quieren hacer un ayuno tipo monodieta les recomiendo utilizar arroz integral con un poco de gomasio, que es sal cocinada con semillas de sésamo, que aportan mucho calcio. En cambio, para personas con calor interior, con retención de peso, es conveniente un ayuno de uvas, siempre y cuando no tengan problemas con la glucosa.

-¿El típico malestar digestivo puede ser confundido pensando que es de estómago cuando puede ser de intestino?

-A menudo pensamos que nos duele el estómago, pero el estómago es el saquito donde llegan los alimentos, pequeñito, en la zona superior izquierda del abdomen, y luego tenemos metros y metros de intestino, delgado y grueso, con muchísimas vellosidades, pliegues, curvas. Una alimentación que yo llamo “limpia”, rica en fibra, nos ayuda a ir bien al baño, pero si comemos cosas pegajosas, como harinas refinadas, azúcares, se inflama el intestino, y el dolor es intestinal porque los alimentos están más tiempo en el intestino que en el estómago.

-Y es más sano comer despacio…

-Todos lo sabemos. Está confirmado que la digestión se ve afectada por comer rápidamente, pero a muy pocos les resulta sencillo hacerlo. Queremos comer rápido para tener tiempo para otras cosas. Eso tiene un efecto, inflamación del intestino, gases, etcétera.

-Hiciste un estudio, con una muestra pequeña, sobre el sistema digestivo. ¿Qué conclusiones más destacadas puedes compartir?

-Por ejemplo, el 69 por ciento de las participantes dijo que sus problemas digestivos empeoraban cuando tenían problemas emocionales, el 25 por ciento no se lo había planteado nunca, y el resto creía que unos y otros no estaban relacionados. A otra pregunta acerca de si pedían ayuda en algún momento de sus vidas cuando necesitaban algo, el 94 por ciento respondió que como no quería deber nada a nadie, nunca pedía ayuda. Esta actitud, pensé posteriormente, es algo bastante extendido en la sociedad y no corresponde solo a las personas con problemas digestivos. Creemos equivocadamente que nos devolverán lo mismo que damos, y que el otro queda en deuda, pero si somos nosotras quienes nos quedamos en deuda esto nos provoca una incomodidad que sentimos en las entrañas.

O nos creemos superwoman, podemos con todo, con la familia, el trabajo, la compra… y llega un momento en que nuestro cuerpo nos detiene con una enfermedad, dejando atrás esa sensación de “debo hacerlo todo y perfectamente”. Es importante entender que cuando necesitamos ayuda tenemos que ser capaces de pedirla, para así generar más bienestar.

-Claves para mitigar los problemas digestivos según tu criterio.

-Algunas claves son más físicas, como comer más lento o eliminar toxinas. Cuando comemos mucho, hacemos malas digestiones y la sensación de sentirnos llenos genera malestar. Necesitamos eliminar toxinas para mejorar los problemas digestivos.

Otra clave es aprender a recibir y pedir, como también la gestión emocional, ya que los problemas digestivos se agravan cuando no se sabe tratar una mala relación con la pareja, con los hijos, o ante los miedos. Luego está la gestión de la autoexigencia, eso de necesitar ser perfecta. Al tener un estándar tan alto inaccesible, nos exigimos más y más, y quedamos sin energía, que afecta a nivel digestivo.

También gestionar la culpa. Y por último, aprender a respirar correctamente y relajarnos. Cuando comemos con estrés, nerviosas, no podemos hacer una buena digestión, los alimentos generan bloqueos al permanecer más tiempo en el intestino.

-¿Qué prácticas de yoga recomiendas para serenar la mente y mejorar el funcionamiento del sistema digestivo?

-Primero, poner conciencia en todo lo que gira en torno de la comida, es el yoga de la alimentación. Situar nuestra atención en el comer, los pensamientos, las emociones, en la compra de los alimentos, su preparación, permitirnos estar ahí, y extrapolar la experiencia a todas las actividades del día a día. A veces pasa la vida y no nos damos cuenta, vamos con el piloto automático, pero al poner atención sentimos la conexión con la plenitud.

Otras herramientas que propongo son prácticas como comer con los ojos cerrados, muy despacio, ejercicios de respiración y posturas de yoga que aparecen en mi página web (sumati.es/tu-relacion-con-la-comida-habla-de-ti). Allí encontrarán vídeos y audios con diferentes recursos que ayudan a vivir nuestra relación con la comida desde un lugar mucho más consciente.
¡Conectemos con la parte espiritual de nosotras mismas y ver qué hay más allá de los alimentos!

Más información en www.sumati.es



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