No es el en que todo te sale bien. No. Un día perfecto es aquel en el que he sabido gestionar cada momento conscientemente, disfrutándolo, más allá de si lo ocurrido es “bueno” o “malo”, “lindo” o “feo”, “fácil” o “difícil”.
En un día perfecto no todo sale perfectamente. En un día perfecto me siento sereno, alegre, seguro, a pesar de que puede suceder que haya tenido un percance o una pérdida, también. Estoy más allá de cualquier contingencia. Respiro profunda, intensamente, saboreo cada instante. No hay presión, solo la invitación de estar aquí, ahora. Atento, tranquilo, dispuesto, enfocado.
Hoy también puede ser un día perfecto, uno de muchos más… Solo lo acepto, así, como viene y se da, convencido de que a no me (a mi ser le) pasará nada. Nada vendrá de “fuera”, todo será una expresión de mi capacidad de estar-ser, consciente y serenamente.