Aurelio Álvarez Cortez
Emilio Carrillo ofrece la interpretación simbólica de los hechos narrados en los evangelios sobre la Pasión de Jesús de Nazaret. Al dejar de lado la literalidad de los libros del Nuevo Testamento, explica un conjunto de arquetipos que señalan la transformación de la consciencia humana. Desde la expulsión de los mercaderes del templo y la entrada triunfal en Jerusalén, pasando por la Última Cena, el huerto de Getsemaní, Pilatos, la cruz y el Gólgota, hasta la resurrección. Lo que sucedió y sucede en este plano mundano como metáfora de lo que es, en el conocimiento de que “aquello que amas no puede morir”. Emilio Carrillo es un reconocido economista, escritor y conferenciante, con una extensa labor académica y de gestión social y política, profesor de universidades españolas y extranjeras, y consultor de Naciones Unidas.
-¿La Pasión de Cristo puede ser el arquetipo de la permanente transformación de la consciencia, Emilio?
-Sin ninguna duda. Vamos a hablar de toda la simbología de la Semana Santa, de todo lo que está detrás de la Pasión. Pero esto no significa que Jesús de Nazaret no fuera un personaje real, que vivió, desarrolló su actividad, su vida y su obra, de la manera más o menos como nos ha llegado, y eso para mí, personalmente, después de haberlo estudiado, indagado, es un hecho incuestionable.
Se mezclan hechos absolutamente reales y que Jesús acomete para darles un determinado simbolismo. Podríamos decir que es un simbolismo premeditado por el propio Jesús de Nazaret.
Y luego hay otro simbolismo, el que hacen los autores de los Evangelios.
-La Semana Santa empieza con la entrada triunfal de Jesús a lomos de un asno. ¿Qué sentido tiene, y estamos hablando en el terreno de lo simbólico, que lo haya hecho así?
-Aquí hay un elemento simbólico muy claro, que podemos tener dudas de si es promovido por el propio Jesús o por los que relatan su vida. Todo lo relacionado con el célebre pollino, una palabra particular ya que no se trata de un asno sino de un pollino, es exactamente el cumplimiento de la profecía de Zacarías, bien sea porque Jesús así lo hizo o porque los autores evangélicos han querido dar esa parte simbólica al relato.
La llegada a Jerusalén está muy vinculada con su aparición en el templo y la expulsión de los mercaderes. Tal como yo lo percibo, eso tiene que ver con que la consciencia no es indiferencia, la consciencia no es mirar para otro lado, la consciencia es acción consciente.
Mi apreciación es que Jesús de Nazaret, cuando llega al templo, a “la casa de mi Padre” como Él dice, y ve en lo que se ha convertido, en un mercadillo, ni más ni menos, donde además y para colmo estaban sacrificando vidas inocentes, muchos animales, no puede mirar para otro lado. Y pone en evidencia que cuando se tiene consciencia, en su caso una consciencia plena, eso no significa indiferencia.
No tengo dudas de que comete una acción, la expulsión de los mercaderes, llena de vibración alta y de armonía interior.
-Otra escena es el lavatorio de pies. Jesús toma esa actitud como diciendo “yo no soy el que vosotros pensáis que soy”. Es el servidor que sirve, un vaciarse de sí mismo.
-Jesús pone en evidencia que Él no está aquí para servirse, sino para servir. Lo hace muchas veces a lo largo de su vida. En el lavado de pies de la Última Cena se escenifica de una forma muy clara, y a esa significación yo le uniría otra importante. En otro episodio del Evangelio hay otro lavado de pies; en este caso no es Jesús el que lava los pies, sino que se los lavan a Él, en casa de Lázaro, con Marta y María, las dos hermanas.
Se produce una cierta trifulca entre ellas porque Marta le dice a María: “Oye, ¿por qué no me ayudas?” y Jesús le señala a Marta que María está haciendo exactamente lo que tiene que hacer, en el sentido de que es un acercamiento a la divinidad, al Hijo de Dios, al espíritu divino. Un acercamiento a lo trascendente en el ser humano, a la esencia que todos tenemos y que en Jesús estaba tremendamente patente.
La escena del lavado de pies de Jesús a los discípulos es un adelanto, como si les dijera que en ese acto simbólico han hecho un recorrido de autotransformación y que, más allá de los acontecimientos que van a vivir en las próximas horas, ha calado de tal modo en ellos que les producirá un cambio hacia una nueva vida que se materializará más adelante, en el día de Pentecostés.
–¿Qué podemos observar en la Última Cena?
–Lo primero es que la Última Cena se celebra conforme a los cánones de la Pascua judía. Un ejemplo, el pan sin levadura, como marca precisamente la norma judía.
Luego Jesús realiza un acto simbólico. Dice: “Este es mi cuerpo, esta es mi sangre”. Para entender hay que elevar la mirada. Es un ser humano donde lo crístico está encarnado y lo crístico, cuando encarna, tiene una fuerza tan tremenda que, como otros autores han dicho a lo largo de la historia y lo comparto, es un hito histórico único en la historia de la humanidad, marca un antes y un después.
Jesús de Nazaret abre una puerta que hasta ese momento estaba cerrada para la humanidad. Los seres humanos hasta ese momento individualmente podían llegar a la iluminación, a la cota más alta de la autotransformación, naciendo de nuevo, como decía Jesús, y plasmando la transformación en Dios, de la que nos habló siglo más tarde San Juan de la Cruz.
Eso era posible desde el punto de vista del camino individual, pero desde el punto de vista del consciente colectivo humano esa puerta no estaba abierta.
Antes, Buda, por ejemplo, había tenido que hacer un recorrido muy personal, pero la llegada de Jesús puso el viento a favor para que ese proceso, al estar ya impregnado en el consciente colectivo, fuera más sencillo.
Evidentemente, es un camino que tenemos que hacer cada uno de nosotros, y esto hay que enlazarlo con esa expresión bellísima que dijo Jesús, acerca de que “siempre que dos o más os reunáis en mi nombre, yo estaré entre vosotros”. Debemos entender que se refiere a la presencia de lo crístico.
El mensaje del pan y del vino tiene que ver con la pureza crística, estamos invitados a participar en la impregnación crística que Él ha realizado de la Madre Tierra, de la humanidad y de nuestro consciente colectivo.
–En el huerto de Getsemaní hay una extrema polaridad de emociones. Por un lado, angustia, miedo, abandono, soledad, y, por otro lado, la aceptación de la voluntad del Padre. La contraposición de la luz a la oscuridad.
–Aparentes contradicciones que no son contradicciones, sino la realidad de que Jesús de Nazaret es un ser humano en el que está encarnado lo crístico. Lo crístico no está encarnado en un alienígena, en un extraterrestre o un ángel; lo crístico está encarnado en un ser humano. Jesús, como hombre, no es ajeno al dolor o al sufrimiento. La oración que le hace al Padre es una clarísima manifestación al respecto y menos mal que es así, porque si no la encarnación crística no le serviría a la humanidad.
–Se viven dos traiciones en estos pasajes: una claramente, la de Judas, y otra, la negación de Pedro. ¿Qué significan realmente?
-En el primer caso, en los textos apócrifos, el Evangelio de Judas se dice que Judas hace todo lo que hace porque tiene que cumplirse la Pasión de Jesús.
Mi percepción es que Judas es de los que se acercan a Jesús viendo en Él a un líder político. Hay que considerar que por la genealogía Jesús era un descendiente directo del linaje de David, con lo cual tiene todo el derecho al trono de Israel, que en ese momento estaba ocupado por un rey títere, puesto por los romanos.
Pues bien, conociendo ese linaje real y desde una vertiente política, una parte importante de los discípulos de Jesús son zelotes, un grupo revolucionario que enfrentaba al imperio. Judas era uno de ellos y se acerca a Jesús como a un mesías que va a liberar políticamente de la dominación romana al pueblo de Israel. Judas está esperando que Jesús actúe políticamente.
Judas lo que hace es provocar una situación. Entendía que Jesús no iba a tener otro remedio que tomar cartas en el asunto, al posibilitar que los romanos lo apresaran, por 30 monedas. Cuando lo hubieran aprehendido, Jesús tendría que reaccionar.
Pero se encuentra con la enorme sorpresa de que Jesús no lo hace y a partir de ahí a Judas se le cae el mundo encima. Cuando ve que Jesús es maltratado, herido y se dirige hacia su crucifixión y muerte en martirio, Judas no puede soportar ese dolor, una enorme equivocación. Me imagino que tuvo que ser un momento tan extremadamente duro, conociendo, además, la bondad y el amor de quien estaba sufriendo tanto. Y toma la decisión del suicidio.
Creo que esta percepción del papel de Judas es más correcta que entender que Judas hizo lo que hizo porque estaba escrito y tenía que llevarlo a cabo. Si eso hubiera sido así, no tenía por qué haberse suicidado. El suicidio es claramente una manifestación de desesperación porque, dicho coloquialmente, el tiro le salió radicalmente por la culata.
Y con relación a Pedro, es algo menor porque lo que pone de manifiesto es el miedo. Las tres negaciones de Pedro son las negaciones del miedo. Incluso una persona de elevada consciencia nunca está libre de que el miedo le juegue una mala pasada. Para Jesús no tiene ninguna importancia, de hecho, se lo dice con claridad porque comprende cómo somos los seres humanos.
-¿Jesús era un antisistema, un reformista…?
-Ninguna de las dos cosas. Jesús lo dejó clarísimo al decir “mi reino no es de este mundo”. A Jesús, según sabemos por los evangelios, tanto los oficiales o canónicos como los apócrifos, lo llamaron de muchas maneras: maestro, ravi, el rey de los judíos… y Él todo lo negó, dijo que maestro nada más que hay uno y ese maestro es el Padre.
Cada vez que lo querían encumbrar decía “yo no estoy aquí para dar testimonio mío sino para dar testimonio del Padre”. No aceptó ningún apelativo, salvo uno: el Hijo del Hombre. Con ello nos está diciendo “lo que yo soy es lo que vosotros estáis llamados a ser, es el fruto natural de la evolución humana”. Y también nos expresó algo maravilloso: “Lo que yo hago lo podéis hacer vosotros, y mucho más, siempre que tengáis fe”. Significa tener confianza en la vida, compromiso con lo que realmente somos, y perseverancia.
Esta es la fe de la que nos habla Jesús, este es el camino que Él nos indica para avanzar en nuestra autotransformación.
-Pilatos pregunta a Jesús qué es la verdad, sin interesarse mucho por la respuesta, y por la cual tampoco se hace responsable.
-Totalmente. La respuesta a qué es la verdad también está muy clara en los evangelios. La verdad es lo que deriva de la consciencia completa y absoluta que todos tenemos en nuestra divinidad, y que se palpará y se plasmará en el momento en que, poco a poco, vayamos viviendo en sintonía y materializando genuinamente esa divinidad que atesoramos.
La verdad no es una idea, un concepto, un credo, nada que tenga que ver con la mente. La verdad tiene que ver con la divinidad que atesoramos y que se ponga de manifiesto.
-Hay un elemento simbólico que representa a la cristiandad, la cruz. Me pregunto si al cargar con ella, Jesús la abraza como a una sombra, idea junguiana por excelencia, y también si lo vertical y horizontal del madero da una referencia que va mucho más allá del objeto en sí mismo.
-Empecemos por esto último. En las tradiciones espirituales previas al cristianismo, en el hinduismo fundamentalmente, se hace referencia al surgimiento del universo y se habla de que lo primero es lo inmanifestado, que está antes del Big Bang en términos de astrofísica actual; después surge lo manifestado. Así toma simbólicamente forma de cruz y cuando el universo se pone en movimiento configura la célebre esvástica, que no es un emblema nazi sino que tiene una tradición absolutamente milenaria. Es decir, cuando la cruz está estática hace referencia al propio proceso de generación del universo a través del entrelazamiento de lo inmanifestado con lo manifestado y es esvástica cuando está en movimiento, con los ciclos. Por tanto, la simbología esotérica y de cosmogénesis de la cruz es muy profunda.
Ahora bien, para entender de verdad el significado de la cruz hay que profundizar un poco más. Sin duda alguna, la cruz de Jesús está ligada al papel que las noches oscuras tienen en nuestra evolución en consciencia, como lo expresó San Juan de la Cruz.
Cuando las cosas “están bien” nos quedamos en nuestro hábitat de confort, de bienestar, entretenidos, distraídos, y se nos pasa la vida sin dar pasos adelante en nuestra consciencia. En cambio, cuando llega la enfermedad, la muerte de un ser querido, una ruptura traumática de pareja, dificultades económicas, se rompe ese hábitat de confort y muchas personas, otras no, gracias a esas noches oscuras lo viven como un factor de impulso para empezar a vivir de una manera transformadora, totalmente distinta. La cruz simboliza esto.
Buscando una interpretación a unas duras palabras de Jesús, “a los tibios los escupiré desde mi boca”, puedo compartir contigo la siguiente conclusión: un alma encarna con un propósito de vida, que siempre es evolucionar en consciencia. El papel que las noches oscuras desempeñan es como factor de impulso de nuestro proceso concienciado, y muy en particular se pone en valor a aquellas almas que han elegido noches oscuras como factor de acicate de su proceso de evolución en lugar de caer en la tibieza.
-Vamos al momento de la muerte en la cruz…
-Es un momento muy curioso porque no todos los evangelios oficiales dicen lo mismo. Mateos y Marcos solamente hacen referencia a una expresión cuando Jesús dice: “¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?”. Aquí volvemos nuevamente a la clave humana del dolor y el sufrimiento.
Lo que nos comenta Lucas es totalmente distinto. Jesús dice: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” y, dirigiéndose al buen ladrón: “Yo te aseguro, hoy estarás conmigo en el paraíso”. También agrega: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. En el evangelio de Juan se recogen otras tres cosas diferentes, lo cual, insisto, llama la atención de que siendo un momento tan crucial haya estas desavenencias en la transcripción de los evangelios. Nos dice Juan que Jesús exclama: “Tengo sed”; después, dirigiéndose a María, su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”, y al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”. Y, por fin, el famoso “todo está cumplido”.
Si yo tuviera que quedarme con alguna de estas palabras, me quedaría con “todo está cumplido”. Es lo que algunos autores, por ejemplo, Rudolf Steiner, han denominado el misterio del Gólgota. Jesús de Nazaret, la encarnación crística, no solamente impregna el consciente colectivo humano abriendo unas puertas que antes estaban cerradas, para que el viento sople a favor en nuestra evolución en consciencia.
¿Por qué la Pasión? ¿Por qué tenía que terminar de esta manera? Pues bien, esto tiene que ver con el karma. La humanidad ha ido acumulando un karma gigantesco, con muchísimo daño, muchísima violencia, tanto a los seres humanos como a la Madre Tierra, a las otras formas de vida. El karma de la humanidad era simplemente impagable, una piedra que impedía que en el final de esta generación que habla Jesús surgiera una nueva humanidad digna de ser vivida.
Esa loza colectiva que había acumulado la humanidad queda diluida por ese sacrificio. Detrás del martirio, de la tortura, de la muerte, hay una entrega de amor.
-La resurrección es el último capítulo que cierra y le da sentido a toda esta historia. Porque inclusive desde la institución religiosa se dice que nada de esto hubiera tenido sentido si Jesús no hubiera resucitado.
-El mensaje central de Jesús desde luego no es resucitar cuando te mueres, porque lo hacemos todos, seamos conscientes o no de ello. Solo muere nuestro pequeño yo.
El mensaje verdadero de Jesús es resucitar en vida. Nacer de nuevo significa que ahora, aquí, muramos a una forma de vida basada en el pequeño yo y empecemos a vivir de un modo distinto, que tenga que ver con nuestra esencia y con lo que realmente somos.
Esa resurrección efectivamente es el colofón de todo este proceso y hay textos en los que hace referencia a que Jesús resucita en cuerpo y alma. La especificidad de lo que significa la encarnación crística en Jesús de Nazaret hace que su resurrección no sea solamente de la esencia, sino que también el cuerpo lo lleva consigo, lo cual puede dar algunas pistas sobre lo que se anuncia en el final de esta generación humana, con las señales que están perfectamente expuestas en los evangelios y en el Apocalipsis, enlazando con la profecía de Daniel.
Están descritos el proceso y las señales que dan lugar al final de esta generación. Acontecerá la parusía, lo que algunos llaman la segunda venida de Jesús, y ahí se abren dudas de si Jesús vendrá otra vez encarnando en un cuerpo o será algo más místico, por así decir, una presencia energética. Lo cierto es que, si atendemos a los mensajes profundos de los evangelios, Jesús lleva su cuerpo consigo, con lo cual esta disyuntiva queda resuelta. Él no necesitaría un nuevo cuerpo, volvería con el que ya tiene.
El sufismo, la corriente mística islámica más profunda, tiene el convencimiento de que Jesús resucitó en cuerpo y alma y volverá en el final de esta generación con ese cuerpo. En la Meca, a no muchos metros de donde está enterrado Mahoma, hay un sepulcro vacío el cual, según la tradición sufí, en algún momento ocupará el cuerpo de Jesús. Cuando venga por segunda vez, y ya cumplida la misión que tiene que hacer, de poner fin a esta generación humana y el sufrimiento de la nueva humanidad, ahí ya prescindirá de su cuerpo.
En la tradición islámica es enormemente importante el personaje de Cristo, llamado Isa en el Corán.
-¿El mensaje de Pascua podría ser que lo que amas no puede morir?
-Totalmente de acuerdo y lo hago mío. Después de lo que venimos viviendo, elevemos la mirada y busquemos los componentes más prácticos de esa gran verdad que acabas de resumir. Vamos a dar por fin un paso adelante, autotransformándonos, naciendo de nuevo, reclamando lo que realmente somos, nuestra esencia. Miraremos a nuestro alrededor a ver si percibimos algunas, o muchas, de esas señales que Jesús nos dejó perfectamente descritas. Porque bien pudiera ser que, sin darnos cuenta, estuviéramos viviendo otro momento especialmente importante de la humanidad, quizás el más importante desde la encarnación crística en Jesús de Nazaret, que es el momento en el que ya se está pergeñando, configurando una nueva humanidad.
Que por fin definitivamente tenga que ver con lo que anhela el corazón de tantos seres humanos y que, desde luego, brilla en nuestra alma y en nuestro espíritu.
Si quieres ver el vídeo completo de la entrevista a Emilio Carrillo, aquí lo tienes.