Aurelio Álvarez Cortez
Hoy, educar a los adolescentes es más difícil que nunca; ellos deben aprender a controlar sus impulsos, porque “nadie es libre si vive sometido a la tiranía de las pasiones”, y a “llegar a acuerdos que respeten las necesidades de todos”. Es lo que afirma Alba Castellvi, educadora y asesora de familias con consulta particular y autora del libro “Adolescentes”, publicado por Urano.
-Crecer es hacerse libre, así lo dices en el comienzo de “Adolescentes”. ¿Cómo explicas este concepto de libertad a un adolescente?
-El adolescente debe asumir progresivamente la responsabilidad sobre su vida. A medida que los hijos crecen, los padres deben ceder el control y acompañar a los jóvenes para que tomen decisiones sobre su destino. Para hacerlo, hay que ir incrementando la confianza, promoviendo su autonomía y enfrentándolos a las consecuencias de sus actos. Los adolescentes deben aprender también a controlar sus impulsos: nadie es libre si vive sometido a la tiranía de las pasiones.
-Aconsejas que el adolescente aprenda a valorar más lo que tiene que lo que le falta. Parece más un consejo para adultos que para quienes aún no lo son…
-Es un consejo apto para todo el mundo. De hecho, procuro que los niños ya lo asuman: valorar más lo que se tiene que aquello de lo que se carece es una de las claves de la felicidad en la vida en todas las edades.
-¿Por qué educar a adolescentes hoy en día es más difícil que nunca, según afirmas?
-Porque nunca hasta ahora el contexto lo había puesto tan difícil: los cambios tecnológicos, sociales y económicos complican mucho la tarea de las familias, que a menudo se encuentran tratando de educar valores que la sociedad hipermercantilizada y los medios de comunicación contradicen.
Entre los cambios tecnológicos están la conexión permanente, la exposición de la privacidad, el acceso universal a los contenidos y las transformaciones en la manera de relacionarse. Entre los cambios sociales y económicos, hay que considerar entre otros la falta de esperanza del adolescente en un futuro mejor. Hoy, la mayoría de jóvenes no cree que por el hecho de esforzarse estudiando tengan garantizado el bienestar, por ejemplo.
También dificulta el trabajo de las familias el hecho de que los adolescentes sean tratados por los medios como consumidores potenciales y como personas superficiales interesadas sobre todo en las apariencias.
-El respeto por la figura de la autoridad queda en entredicho en los últimos tiempos, si vemos hechos que se suceden en distintos ámbitos. ¿Es posible transmitirlo a los adolescentes?
-La autoridad en la familia está en una profunda crisis. A menudo los padres temen entrar en conflicto con sus hijos y estos se ven legitimados para establecer su propio modo de vida en la casa familiar. Los padres necesitan ayuda para resituarse y convertirse de nuevo en figuras de referencia.
Por eso mi principal cometido es formar a los padres para que puedan tratar con sus hijos con una autoridad respetuosa, serena y firme, que les dé seguridad, desde las primeras edades. En la adolescencia hay que aprender a llegar a acuerdos que respeten las necesidades de todos.
-En una sociedad “líquida” como es la que nos toca en la actualidad, ¿de qué modo podemos orientar a los adolescentes que no han vivido tiempos con otros valores?
-De tres formas, todas ellas importantes por igual: hay que darles las claves para que descubran cómo funcionan los mecanismos de manipulación a los que están sometidos; ayudarlos a ser críticos con la superficialidad y el populismo, y enseñarles qué significa exactamente respetar a los demás y a ellos mismos.
-El impacto de las nuevas tecnologías ha desintegrado modelos de comportamiento, en todos los órdenes de la vida, en todas las edades. ¿Cómo gestionarlas y evitar conflictos al mismo tiempo?
-En mi libro hay un capítulo íntegramente dedicado a este tema. El uso de la tecnología, y en concreto del móvil, del que abusan, es uno de los temas más demandados en mis conferencias.
Hay que poner límites inicialmente, y progresivamente retirarlos a medida que el adolescente aprende a autolimitarse a base de educar su pensamiento crítico al respecto. Es una tarea lenta pero segura, que servirá para darles herramientas de autocontrol a lo largo de toda su vida.

-Es sabido que es una tarea imposible prohibir el uso de móviles y la incursión en redes sociales a los adolescentes. Ese mundillo tiene un costo, para muchos, en cuestiones como autoimagen y autoestima. ¿Qué propones en este sentido?
-Enseñarles a ser críticos con lo que ven: con la superficialidad, con el valor estético como valor supremo, con la imagen modificada por las imposiciones de la moda. Explicarles el riesgo de comparar su vida con las vidas que ven reflejadas en las redes, hacer que conozcan los efectos de esta comparativa sobre el bienestar emocional de muchos jóvenes, que deben ser tratados por problemas de inquietud e insatisfacción vital.
-Mencionas el problema del individualismo en el caso de los llamados “influencers”. ¿Qué representan para ti estas personas y qué se puede hacer de cara al pensamiento adolescente?
-Los influencers educan a nuestros hijos, muchas veces sin que los padres se den cuenta. Les transmiten una visión del mundo y de las relaciones interpersonales que, si el adolescente no tiene otras visiones de referencia, puede acabar asumiendo como propias. Si los padres no conocen a quiénes siguen sus hijos y qué opiniones transmiten, poco pueden hacer. Recomiendo que procuren saber quiénes son para matizarlos o contradecirlos, siempre desde la cordialidad… ya que de otro modo el adolescente será impermeable a los criterios de los padres.
-El sistema educativo no está adaptado para acoger a adolescentes cuyos intereses y actitudes van más allá de lo que esa estructura puede dar de sí. ¿De qué modo es posible integrarlos a pesar de esta situación?
-A mi modo de ver, habría que diversificar el sistema para adaptarlo a los talentos de todos, sin descuidar nunca que hay una cultura general que se ha de conocer para formar parte consciente y crítica de la comunidad. Y, de no poder diversificar el sistema, hay que dar a los adolescentes elementos de motivación y sentido, sobre todo sentido y valor a lo que aprenden. A menudo no saben por qué deben adquirir ciertos conocimientos y destrezas, y es imprescindible que lo sepan. También habría que repensar qué se debe aprender.
-¿La comunicación no violenta, como herramienta relacional, puede formar parte de las estrategias para superar las tensiones propias de la convivencia con adolescentes?
-Sí, con los adolescentes hay que dialogar de forma no adversativa para llegar a acuerdos y lograr que se respeten. Hacerlo es garantía de buena convivencia, pero además es proporcionarles un modelo que ellos luego podrán reproducir.
-¿Puedes explicar brevemente a qué llamas sexo mal entendido?
-Al sexo que no respeta las preferencias y necesidades propias y de las parejas sexuales. A las prácticas que se llevan a cabo por presión social y por querer adaptarse a expectativas que no coinciden con el propio deseo.
-¿Al adolescente conviene motivarlo o inspirarlo?
-Los adolescentes deberían poder confiar en las posibilidades que el futuro les ofrece si encuentran su camino y trabajan para conseguir sus objetivos, aunque las circunstancias no lo pongan fácil. Deberían conocer modelos de referencia, más allá de los youtubers que se hacen ricos ganando partidas de videojuegos desde su habitación.
-Si se pierde la confianza en una dirección (padre/madre-hijo/a) o en otra (inversamente), ¿qué estrategia se puede utilizar? -Se puede pedir ayuda a un especialista en mediación familiar para reconstruir lazos.
Web oficial de Alba Castellvi: www.albacastellvi.es