La sabiduría del no saber

A nivel social e individual funcionamos con un paradigma del pasado que la ciencia ya ha desechado por otro en el que reina la incertidumbre y pone patas arriba viejas creencias. Así lo expresa Antonio Lozano, autor de “La sabiduría del no saber” y monje zen.

 Aurelio Álvarez Cortez

A nivel social e individual funcionamos con un paradigma del pasado que la ciencia ya ha desechado por otro en el que reina la incertidumbre y pone patas arriba viejas creencias. Así lo expresa Antonio Lozano, autor de “La sabiduría del no saber” y monje zen.

“Poseemos unas ciencias que ya tienen un conocimiento actualizado, consolidado, y una sociedad que funciona con el paradigma de la física newtoniana, por ejemplo, en lugar de la cuántica. Es como si tuviéramos un ordenador de última generación funcionando con programas antiguos”. De este modo se expresa Antonio Lozano, autor de “La sabiduría del no saber. Actualizar los conocimientos que cambiarán nuestra vida”, ensayo publicado por Kairós.

Lozano es doctor en ciencias políticas y sociología, ha sido consultor, profesor y empresario, y su búsqueda de sentido lo llevó a ordenarse monje en el linaje Soto Zen.

-¿Cómo decidiste ordenarte monje zen?,  Antonio. ¿Cuál fue el camino que te llevó a esa instancia?

-Hay dos tipos de búsqueda: la exterior, la búsqueda de conocimiento del mundo, y la interior, de la consciencia. Cuando creí completar la primera, a través de un recorrido intelectual, de doctorarme, me di cuenta de que faltaba algo más. Había que volver la mirada hacia dentro, ahí inicié el camino del zen. Y después de años llegó el momento de ordenarme, que es una entrega, un reconocimiento y agradecimiento a lo que te da la práctica.

-Cuando afirmas que en tu libro que “el ordenador nodriza de nuestra civilización está pendiente de una actualización”, ¿a qué te refieres?

-La mayoría de las personas tiene creencias obsoletas sobre lo que pensamos que son las características de la realidad física, social, económica e individual. La ciencia ya ha actualizado esos conocimientos, pero como civilización no los hemos instalado en la educación y en los mensajes de los medios de comunicación.

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Poseemos unas ciencias que ya tienen un conocimiento actualizado, consolidado, y una sociedad que funciona con el paradigma de la física newtoniana, por ejemplo, en lugar de la cuántica. Es como si tuviéramos un ordenador de última generación funcionando con programas antiguos.

-El método científico tiene limitaciones. Por ejemplo, no puede demostrar que una persona ama verdaderamente a otra. Sin embargo, extraemos el modelo científico newtoniano para aplicarlo en el día a día. Hay un desequilibrio, y seguimos empeñados en eso.

-No es por una cuestión gratuita que sea así. Es que el nuevo modelo creado por la ciencia pone patas arriba todo nuestro sistema social y de creencias, abre las puertas a un nuevo contrato social y a una nueva visión del mundo.

Resistimos por prudencia, es un miedo que tiene una lógica. No es una falta de inteligencia. No. Es que sabemos que, si abrimos esa puerta, entramos en un mundo totalmente diferente, donde reina la incertidumbre en lugar de la certeza. La ciencia no puede demostrar el amor y tampoco su ausencia. Estamos en el punto cero.

-Si nos detenemos a pensar que vamos en una roca que se mueve a miles de miles de km por hora, la Tierra, pero cuando nos servimos un té no se derrama una gota fuera de la taza. ¿habría que invertir la idea de ver para creer?

-Tenemos una capacidad de conocer a través de los sentidos muy limitada. Por eso no podemos percibir que vamos montados sobre una roca a una velocidad 314 veces mayor que un fórmula 1 en la recta de un estadio. ¡Pensamos que estamos quietecitos! Podemos percibir hasta un punto.

Debemos entender que nuestros sentidos no son las herramientas para conocer la realidad física, sino que son instrumentos para tener una idea aproximada, limitadísima, de cuál es nuestro entorno. Afortunadamente, toda esta información es tan fácil de contrastar con Google, que no hay que ir al último libro escondido en las cavernas de la biblioteca del CERN. Nuestros sentidos nos dan muy poca información de la realidad y con un margen de error gigantesco.

Portada de “La sabiduría del no saber”.

-¿Tendría que existir, al igual que una física cuántica, una química cuántica para entender fenómenos como los que adhiere la homeopatía?

-Sí, de hecho lo sabemos por muchos grandes especialistas, como Philip Ball, que tiene un libro muy reconocido, “H2O: una biografía del agua”. Nuestro cuerpo físico está construido en un 99,999…% de vacío, energía y campos electromagnéticos. Si el resto somos masa, podríamos hablar con más naturalidad de frecuencias, memoria y muchos otros temas. Conocemos apenas el 4% de la materia del universo; su naturaleza, pero no su origen.

Si le preguntáramos a mi abuelo, que era agricultor y con mucho sentido común: “Si tú eres vacío, frecuencias y campos electromagnéticos, ¿quiere decir que lo que te constituye, que es agua, puede sostener frecuencias?”, diría: “Claro, es evidente”.

No hemos llegado ahí porque no tenemos los instrumentos, pero la realidad no es lo que estos puedan medir, la realidad es la realidad. Con Newton pudimos observar algunas cosas y más tarde, con la física cuántica, muchas más. Lo que está atrasado son los instrumentos. La ciencia está en unas formulaciones teóricas muy avanzadas, y hablar de frecuencias sostenidas es algo incuestionable.

-¿Cuáles son los pilares de la geometría que terminarían por saldar estas cuestiones?

-La naturaleza está construida por una geometría, que es la áurea. La observamos en nuestro cuerpo físico y en otros elementos de la naturaleza. Un pilar es el vórtice. La naturaleza se mueve en vórtice, nuestro ADN, las galaxias, nuestra sangre cuando sale del corazón, el agua de los manantiales. Otro pilar es la forma ovoide, que se repite, que explica como es la realidad exterior.

Nos tenemos que basar en los modelos naturales para poder construir modelos eficientes. Si la naturaleza, después de 4.500 millones de años, ha decidido que las cosas más precisas se constituyen de una determinada manera, ¿vamos a desaprovechar ese laboratorio de I+I+D? No, no tendría mucho sentido. La invitación es volver la mirada ahí.

-Señalas dos sectores que determinan nuestras creencias, que luego nos llevan a lo que decidimos: la educación y los medios de comunicación. Ellos tratan como sinónimos realidad y verdad. ¿Cuáles son las consecuencias?

-Si queremos controlar a otros seres humanos, debemos disminuir su potencial o hacer que piensen que son menos de lo que son. Si queremos hablar de realidades ciertas, tenemos que negar la incertidumbre. Podemos llegar hasta el silogismo infinito en el que decimos “la realidad es lo que yo te presento”.

Todavía en los medios de comunicación se sigue informando que la realidad es lo que ves, lo que tocas y lo que puedes medir. No son conscientes de que en otra cadena (de televisión) están contando el mismo hecho de una manera totalmente diferente. Podrían decir: “Según nuestro criterio, lo que ha pasado en tal lugar es debido a esto y producirá tales efectos”, por ejemplo. Pero explican las cosas como si fueran “eso” y no lo son.

-¿En los medios buscamos confirmar nuestra verdad, no la verdad?

-Los seres humanos no estamos interesados en la verdad, no hay bibliografía al respecto (risas). Queremos que nos confirmen nuestra verdad, entonces seleccionamos los canales, las personas, las referencias, de acuerdo con nuestra verdad.

Lo curioso es que ningún ser humano tiene un solo pensamiento propio. Ninguno. Ni Aristóteles. Los pensamientos son cadenas que heredamos, igual que heredamos otras cosas. Lo que hacemos es añadir pequeños matices que hemos recibido y les damos como un tamiz, una textura. Son creencias, algunas que resuenan con nosotros y otras no. No generamos nunca un pensamiento desde el punto cero.

“Darwin tuvo mucha publicidad porque era el justificante moral de todo el discurso victoriano, colonial”.

-¿Por qué dices que Darwin se equivocó?

-Porque vivió en la Inglaterra victoriana, donde imperaba un pensamiento. Darwin tuvo mucha publicidad porque era el justificante moral de todo el discurso victoriano, colonial: “las mujeres son seres salvajes, inferiores, porque su cerebro es menor, y por lo tanto se las puede dominar, menospreciar; las personas de otro color también son inferiores porque su cerebro pesa menos y por lo tanto las podemos civilizar”, etcétera.

Darwin otorga una justificación moral, a través de una justificación científica, con su teoría de la evolución. Pero aún no se ha podido demostrar en laboratorio la verdad de esta presunción, por lo cual hay que descartarla, no es correcta, tiene numerosos fallos.

Luego, hay otra teoría que se sostiene en el discurso natural, la teoría de Gaia, que también tiene fallos y no se puede justificar por el método empírico, pero que se basa en algo innegable: el funcionamiento de la naturaleza.

Desde la aparición de la vida orgánica, con las células procariotas, a través de la colaboración y la simbiosis, se generan las células eucariotas y de ahí toda la vida orgánica conocida. Es decir, esta vida orgánica se crea a partir de colaboraciones, no de competiciones. Las células procariotas colaboran. Nuestro cuerpo es un ejemplo de colaboración, un bosque es un modelo brutal de colaboración.

Darwin se equivocó al hablar de competición, cuando el principio que rige en la naturaleza es de colaboración.

-La estructura social se basa en las relaciones, como afirmas, e invitas a revisar los patrones sobre los que construimos la civilización. ¿Qué tenemos que revisar?

-Si nos damos cuenta de que el darwinismo social es un modelo científicamente erróneo, demos entrada al siguiente, que sí se explica en el modelo natural, de colaboración o cooperación.

Muchos individuos forman una individualidad, muchos humanos colaborando forman una humanidad. Ese es el salto de “el individuo” al “nosotros”. Esto quiere decir que las relaciones son la clave, relaciones de colaboración. Al cambiar los patrones de dominio, de separación, de imponer, de competir, por otros patrones de cooperación, cambiamos la generación del nuevo mundo.

Mientras no lo hagamos, es muy difícil que demos un salto evolutivo. Tenemos que volver a ser lo que somos en naturaleza. Ningún ser humano nace solo, pero sí muere solo. Nacemos con todo un linaje, en un día, un lugar determinado; también tenemos una carta natal, una historia, con unas posibilidades y no otras, diferentes según dónde.

Es decir, nacemos en una relación. Si cambiamos los patrones relacionales y establecemos que lo importante no es competir sino colaborar, entonces creamos un modelo educativo que fomenta esos patrones relacionales. Cambia el mundo.

-Creemos que lo que nos hace felices es el dinero y la fama, sin embargo, tú dices que son las relaciones.

-Un estudio de Harvard que cito en el libro, y que lleva 80 años realizándose, afirma que las relaciones son la clave de la felicidad.

“La inteligencia artificial nunca podrá competir con nosotros porque en la consciencia no hay un propósito, un objetivo; está el vacío”.

-También adviertes que la interdependencia de los mercados, el turismo y la producción low cost, la crisis climática, la inteligencia artificial y la robótica, así como las grandes plataformas de venta online y de distribución, conllevan a la aparición de un nuevo grupo: los inútiles globales…

-Es un concepto de (Yuval Noah) Harari,un gran pensador al que le tengo mucho respeto. Nuestro mundo está siendo puesto en un nuevo horizonte y todo lo que conocemos como mercado de trabajo, la vida laboral, lo que son las profesiones, cambiarán y nacerá un modelo diferente. Gran parte del trabajo lo harán las inteligencias artificiales. Quienes lo hagan por cuenta ajena será la minoría de la población, con unas consecuencias mayúsculas. ¿Cómo vamos a gestionar esto, que es inminente? 

-Debemos imaginar nuestro cerebro de una forma más realista. ¿Es una propuesta tuya de la que se infiere que nos estamos equivocando en cómo lo estudiamos u observamos?

-No, vamos aprendiendo cosas. La neurociencia nos ha puesto en otro lugar. Hasta ahora muchas cosas eran especulaciones, pero la neurociencia ya no especula. Somos tan graciosos los humanos que incluso, fíjate, nos definimos como seres sólidos cuando somos seres líquidos, porque somos agua.

¿Cuántas decisiones tomamos basadas en la razón? Ahora sabemos que ni una. Todo va a golpe de la emoción, de las neuronas que tenemos en los intestinos, que son muchas; por cierto, 500 millones.

Según la neurociencia, los principales activadores e inhibidores del aprendizaje y de la conducta son las emociones, no la cognición. Por lo tanto, no nos podemos definir como racionales. Y pasa lo mismo con el consciente. Cuando al pobre Sigmund Freud se le ocurrió hablar del inconsciente y lo expulsaron de la sociedad médica, le costó muchos años volver tímidamente a su consulta y practicar el psicoanálisis. Ahora, donde esté, dará grandes saltos diciendo “¡era mucho más de lo que yo intuía!”. Es el inconsciente el que nos regula.

Actualmente se sabe que el 95% de nuestro tiempo estamos regidos por el inconsciente, lo que no quiere decir que el 5% restante estemos regidos por la razón, ¿por qué?, porque interviene la emoción, y todos nuestros prejuicios, las creencias que tengamos, etcétera. Creencias que son verdaderos guiones de película.

De igual forma, sabemos que el 90% de nuestras conexiones neuronales están continuamente elaborando predicciones, por lo tanto, no están libres para observar lo que está pasando. Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que somos emocionales porque es lo que nos guía y no somos conscientes. Esto no tiene por qué ser malo ya que, finalmente, ¿quién fantaseó que éramos racionales? El señor Aristóteles, que nos dijo que existía la lógica, pero vivió toda su vida creyendo en los dioses del Olimpo. No se aplicó sus principios.

Veamos al racionalismo, a Descartes, que decía “yo pienso, luego existo”. Nosotros no pensamos, replicamos creencias. No hay un yo que un día tiene un pensamiento en el punto cero y crea. Por la neurociencia sabemos que nuestro cerebro no está hecho para pensar, sino para regir el cuerpo. Básicamente somos seres sintientes.

¿Cómo vamos a entender un agujero negro? Stephen Hawkins se pasó toda su vida defendiendo que no había habido un solo big bang, sino muchos; tampoco estaba de acuerdo con que solo hubiera un solo universo, habría muchísimos, ni sabemos en cuál estamos.

Todo esto quiere decir que tenemos otra naturaleza. Démonos cuenta de que poseemos muchas grandezas a las que no les hemos hecho caso y podemos descubrirlas a partir de que la ciencia ahora mismo está muy cercana a la mística, en un punto del conocimiento en el que no sabemos. Pero la ciencia también habla de otras grandezas, como por ejemplo la conciencia más allá del pensamiento. Nuestra grandeza no está en la conciencia, como hemos creído en los últimos siglos, sino en la consciencia más allá de los pensamientos.

La inteligencia artificial nunca podrá competir con nosotros porque en la consciencia no hay un propósito, un objetivo; está el vacío. Es una dimensión en donde el ser humano puede entrar, una máquina no porque tiene un propósito, un programa. Esa es nuestra singularidad. Cuando damos el salto entramos en el vacío donde no hay programa y está todo al alcance. Redimensionemos y démonos cuenta de nuestras grandezas que están ubicadas en otros lugares, y son enormes. He querido entrar al corazón a través de la mente, diciendo “lo que queremos la ciencia no lo sostiene”.

Si queremos ser científicos tenemos que colocarnos ahí; cuando lo hacemos, estamos plenamente en la mística.

“Aceptar la no existencia del libre albedrío abre nuestra humanidad, nuestra compasión, nuestra tolerancia”.

-Así se entiende lo que decían las tradiciones espirituales, sobre el despertar…  
Otra cuestión: ¿libre albedrío sí o no?

-Me remito a la neurociencia porque hay un gran debate. Numerosos estudios empíricos demuestran que el libre albedrío no existe y ninguno lo confirma.

Cuando estaba escribiendo el libro me reuní con amigos, compañeros de pensamiento, gente intelectualmente muy potente que piensan diferente, para contrastar este tema. Se generó mucha confrontación y me dolió mucho descubrir que no hay libre albedrío.

Me apoyo en los estudios que comenzó Benjamin Libet en los años 60 y que desarrollaron muchos científicos después, quienes argumentan con pruebas en decenas de laboratorios reconocidos que el libre albedrío es imposible porque no existe a nivel del sistema nervioso central ni periférico. Ni siquiera los movimientos del cuerpo son voluntarios. Un movimiento se produce antes de que el cerebro reconozca la señal.

El libro albedrío resulta ser como la teoría de la evolución de Darwin. Es un argumento moral perfecto para sostener un determinado status quo. Si hablo de libre albedrío, hablo del individuo, entonces podemos montar un sistema basado en el individuo, donde todo lo podemos. Nuestra vida es una hoja en blanco, cualquiera puede llegar adonde sea y hay igualdad de oportunidades.

Cuando hablas de un destino compartido y que no existe libre albedrío, el discurso se cae.

Aceptar la no existencia del libre albedrío abre nuestra humanidad, nuestra compasión, nuestra tolerancia, hace más fácil no verte tan diferente a los demás.

-Y si ya está todo predeterminado, ¿qué hacemos… o no hacemos?

-¿Qué hace un surfista en la playa? Sale con su tabla a surfear. Si tienes un velero, sales al mar a navegar. Es otra incógnita que se abre. Nos guste o no, sabemos que no existe el libre albedrío.

Podríamos empezar a imaginar que quizá nuestro papel en la vida es aprender a ser armónicos con lo que ella nos presenta. Y aceptar. Esa aceptación no es pasividad. Intentas hacer cada vez lo que mejor sabes con las situaciones que la vida te pone delante. Y eso significa una vida muy activa. Es una visión muy diferente a la que impera.

-Al proponer una “revolución del No Sé”, hablas de actualizar, abandonar, ofrecerse y aceptar. ¿Es tu receta para los tiempos en que estamos?

-Sí, es lo que propongo con el paradigma Humanen. Si resulta que la realidad no es tangible y conocida sino intangible y desconocida, qué podemos hacer. Esto tiene implicaciones en nuestra manera de ver el mundo, lo social, la salud, cómo nos alimentamos, el agua que es nuestro constitutivo principal… Para cuidar la salud debemos cuidar el agua. Si la naturaleza mueve el agua en vórtice entonces quizá debamos beber un agua mineralizada, etcétera.

Si la realidad social es arbitraria y manipulable, debemos ser más tolerantes, entender las diferencias, no existe la verdad universal. Esto nos lleva al compromiso social. Somos nosotros los que construimos el modelo, los políticos son solo nuestro reflejo. El destino está en nuestras manos. ¿Qué vamos a aportar cada uno a este cambio para que la sociedad no sea manipulable?

Si la economía no es predecible ni sostenible, regulemos los sistemas financieros. ¿Qué haremos con la inteligencia artificial, con el mundo del trabajo, con el low cost, con la locura de los viajes, comprar cosas baratas…? ¿Qué podemos hacer?, muchas cosas, como mirar las etiquetas de la ropa, etcétera.

Y si la realidad individual resulta que no es racional ni consciente, se abre un mundo por delante, con muchas incógnitas. No sabemos cómo navegar en este mundo desconocido, pero el perfume es muy hermoso, muy humano, como nosotros. Hay propuestas educacionales, relacionales, porque básicamente somos seres relacionales. Lo demuestra la misma evolución, hemos quedado luego de los neandertales porque tenemos un mundo simbólico potentísimo, somos capaces de cooperar.

En el paradigma Humanen doy algunas pinceladas sobre cómo habitar este mundo desconocido y hermoso, que existe y podemos empezar a vislumbrar.

Web de Antonio Lozano: https://www.lasabiduriadelnosaber.com/

🠋 Aquí puedes ver la entrevista completa en nuestro canal de Youtube.



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