Juan Carlos Rodríguez
“Nuestro cerebro es capaz de aprender y modificarse con la experiencia, es un órgano que nos permite adaptarnos al cambio de manera asombrosa”. Esta podría ser la idea predominante de nuestra charla con Jesús Matos, psicólogo y máster en Psicología Clínica, autor de numerosas publicaciones y científicas y del reciente lanzamiento editorial “Un curso de emociones” (Urano). Anteriormente publicó “Buenos días, alegría”, considerado uno de los mejores manuales de psicología práctica que se han publicado en España. Además ha creado una web sobre la aplicación práctica de la psicología científica, En Equilibrio Mental, referencia en el sector.
-Nuestras emociones parecen orientar nuestra vida, luego
de creer aquello de “pienso, luego existo”, porque parecería que en
realidad es “siento, luego existo”. ¿Cómo encuadrarías las emociones en
un mundo tan incierto como el presente?
-Efectivamente,
ya lo señaló Antonio Damasio en su célebre obra “El error de Descartes”,
a nivel evolutivo los pensamientos son posteriores a la aparición de
las emociones. Lo que repercute en nuestra experiencia emocional actual.
Tenemos
tres veces más vías neuronales del sistema límbico (encargado del
procesamiento emocional) a la corteza cerebral (donde se ubica el
pensamiento abstracto) que de la corteza cerebral al sistema límbico. Lo
que quiere decir que nuestras emociones tienen más influencia en
nuestros pensamientos que nuestros pensamientos en las emociones.
En
referencia al encuadre de las emociones en el mundo de incertidumbre
actual, tenemos que tener en cuenta que nuestro cerebro lleva siendo el
mismo desde hace miles de años, desde mucho antes de que se levantaran
ciudades y se globalizaran las civilizaciones. Tenemos un cerebro
preparado para vivir una vida nómada en pequeños grupos, cazando y
recolectando. En ese ambiente nuestras emociones funcionan perfectamente y nos permiten adaptarnos al medio con eficacia. Ese es el software que traemos de fábrica.
El
problema es que la sociedad ha cambiado radicalmente en los últimos
diez mil años y a nuestro cerebro no le ha dado tiempo a evolucionar
biológicamente, lo que hace que en muchas ocasiones se disparen
emociones que no son necesarias. Por ejemplo, tiene mucho sentido sentir
miedo ante un depredador, porque el miedo nos ayuda a escapar, pero la
misma emoción se puede disparar ante un examen, y en este caso, el
escape no nos ayuda a sobrevivir, sino que nos dificulta la vida. La
parte positiva es que nuestro cerebro es capaz de aprender y modificarse
con la experiencia, es un órgano que nos permite adaptarnos al cambio
de manera asombrosa, por lo que si sabemos cómo hacerlo, podemos
enseñarle a responder solamente cuando tiene que hacerlo.
-Después
de este periodo de obligado confinamiento, ¿habrá emociones
postraumáticas?, ¿qué podemos esperar y, en tal caso, prevenir?
-Los
estudios que se están haciendo indican que efectivamente hay un
incremento de estrés postraumático, de síntomas depresivos y de síntomas
de ansiedad.
En la actualidad hay presentes muchas situaciones que
suponen factores de riesgo para nuestra salud mental, como haber perdido
seres queridos sin haber tenido la oportunidad de despedirnos, la
exposición de los sanitarios a todo tipo de experiencias potencialmente
traumáticas, el confinamiento, el consumo constante de información
alarmante, el aislamiento social, etcétera.
Lo que nos dicen los
estudios es que el apoyo social, puntuaciones altas en inteligencia
emocional y niveles altos de flexibilidad cognitiva funcionan como
factores protectores a la hora de desarrollar problemas relacionados con
el estado de ánimo y de ansiedad. Es decir, tener cerca a nuestros
seres queridos y saber manejar emociones con eficacia.
-Has dicho alguna vez que “las cuestiones difíciles
requieren de respuestas difíciles”. ¿En temas emocionales se aplica esta
premisa, y más en el contexto actual?
-Tenemos que tener en
cuenta que cuando sentimos una emoción, hay literalmente miles de
variables que influyen en la intensidad, la frecuencia y la duración de
dicha emoción. Nuestra carga genética, las miles de experiencias que
hemos vivido y la interacción entre ambos factores hace que cada persona
sea un mundo. Aunque hay unos principios y unos procesos que son
generales. Conocerlos nos ayuda a gestionarnos mucho mejor.
El
contexto actual es muy diferente a lo que estamos acostumbrados, pero el
ser humano, como norma general, es muy resiliente, por lo que aunque
estemos más tristes o más ansiosos, en la mayoría de los casos, estas
emociones nos están ayudando a adaptarnos a la nueva situación.
Por
ejemplo, sentir miedo al contagio nos está ayudando a tomar las medidas
de prevención necesarias para no enfermarnos. Se trata de una reacción
emocional normal y sana.
-¿Nos adaptamos a los desafíos o
nos rebelamos? ¿Dónde situar el equilibrio saludable para dar lugar a
nuestra mejor versión, en caso de que la hubiera?
-Lo que
nos dice la ciencia es que la mejor opción para nosotros es movernos por
valores personales más que por objetivos. El paradigma de “pon tus
objetivos por escrito” ha demostrado incrementar los niveles de cortisol
(la hormona del estrés) y paradójicamente ha demostrado ser menos
eficaz a la hora de cumplir nuestras metas que movernos por valores.
El
gran problema de los valores es descubrir cuáles son los que de verdad
son propios y cuáles son socialmente impuestos. Para ello, necesitamos
mucho autoconocimiento y mucha inteligencia emocional.
Cuando
comenzamos a gestionar emociones con eficacia y nos movemos de esta
manera, es sencillo darnos cuenta cuándo nos estamos traicionando a
nosotros mismos y cuándo no. Lo que ocurre es que para llegar a este
punto es probable que tengamos que procesar muchísima información
emocional que llevamos años evitando procesar.
-¿Cuál es tu definición de bienestar emocional, desde la experiencia y no desde la teoría?
-Para
mí el bienestar emocional es un estado en el que somos capaces de
dejarnos llevar por las emociones que nos ayudan a adaptarnos (las
emociones tienen una función de adaptación que responde a necesidades
básicas del ser humano) y gestionar y no reaccionar ante aquellas que no
nos ayudan a largo plazo.
Pretender tener una vida en la que
solamente exista alegría es una utopía, y además supondría la extinción
de la especie. Si ante cualquier estímulo reaccionáramos con esta
emoción, todos acabaríamos muertos en poco tiempo. Por ejemplo, si
sintiésemos alegría al asomarnos a un puente en lugar de miedo, nos
acabaríamos tirando…
-¿No hay riesgo de sobrevalorar la autoestima cuando el ego puede confundir forma y fondo en temas vitales?
-Absolutamente.
Es más, lo que se está demostrando en las últimas investigaciones
científicas es que niveles altos de autoestima no se relacionan con
niveles altos de salud mental, sino con niveles altos de narcisismo.
Parece que la autocompasión, la inteligencia emocional y la flexibilidad
cognitiva son las variables que más predicen niveles altos de salud
mental.
-¿Una exploración en las emociones se puede hacer en base a respuestas personales, únicas e irrepetibles?
-Tenemos
que tener en cuenta que aunque cada persona es un mundo con su carga
genética y sus experiencias vitales, hay emociones y procesos que están
presentes en la mayoría de seres humanos.
Hay emociones que son
comunes en todos los seres humanos del planeta, como se demostró hace
más de 40 años. Tiene sentido que sea así, al final, aunque todos los
seres humanos somos distintos, todos tenemos dos brazos, dos piernas y
dos orejas. A nivel psicológico ocurre lo mismo.
El problema es que
hasta los últimos años ha sido tremendamente difícil hacer ciencia
objetiva de respuestas tan subjetivas como lo son las emociones y los
pensamientos. Pero con el desarrollo de la tecnología, cada vez se está
avanzando en el conocimiento de las emociones. Y además se hace desde
diferentes perspectivas como son la psicología, la psiquiatría o la
neurociencia.
-¿Cuáles son los límites de la autoterapia?, porque hay
abundante información de “hágalo usted mismo”, pero eso no implica que
la ayuda externa deba dejarse de lado.
-Todavía hay muy poca
investigación al respecto. Lo que nos dice la literatura científica es
que por ejemplo, la biblioterapia es efectiva en algunos trastornos.
Pero se trata de estudios aislados, todavía falta mucho por descubrir.
El
principal problema son los contenidos de la “autoterapia”, en la gran
mayoría de los casos, la información que consumimos no tiene ninguna
evidencia científica, y no es que no funcione (que en la mayoría de
casos no lo hace), el problema es que en muchos casos tiene efectos
secundarios…
Por ejemplo, es muy común que las personas que llegan a
la consulta nos cuenten que han intentado hacer “afirmaciones positivas”
o “visualizaciones positivas” porque lo han leído en un libro, y lo que
nos dicen los estudios es que las afirmaciones positivas solo mejoran
el estado de ánimo de las personas que ya tienen niveles altos; en las
personas que tienen niveles medios o niveles bajos lo que hace es
empeorar el estado de ánimo.
De lo que sí que hay evidencia es de la
eficacia de la terapia psicológica para los trastornos de ansiedad y
depresión. Tenemos programas de tratamiento que son efectivos, en
algunos casos, en más del 80% de las personas. El gran problema es que
la mayoría de la población que sufre estas patologías no accede al
tratamiento de elección, que puede ser psicológico o farmacológico.
Desde
mi punto de vista, el trabajo individual está fenomenal hasta que se
llega a cruzar la línea roja de que lo que estamos intentando solucionar
esté afectando significativamente a algún área de nuestra vida. En ese
caso, lo más recomendable es pedir ayuda profesional lo antes posible.
-¿Qué podemos encontrar en “Un curso de emociones”?
-“Un
curso de emociones” es un manual para aprender a cambiar la manera que
tenemos de relacionarnos con nuestras emociones y con nuestros
pensamientos. Consta de distintas técnicas, todas ellas validadas
científicamente, que nos ayudan a manejar nuestros estados emocionales
con eficacia.
Es el resultado de más de 10 años de ejercicio de la psicología y más de 2.000 pacientes.
Además,
lo que hace especial al libro es que está pensado para ir paso a paso
con ejercicios prácticos al final de cada capítulo, para poder ir
practicando las habilidades que se van enseñando para que al final el
lector cuente con más herramientas para enfrentarse a su día a día.