En otras épocas (alguien diría “ayer nomás”) poníamos la aguja del tocadiscos sobre el vinilo para escuchar al cantante o grupo favorito, y lo hacíamos con tanta insistencia que al final esa aguja “maldita” encallaba en el surco. El disco quedaba rayado, repitiendo hasta el infinito los sonidos. Esta imagen se asemeja cuando observamos pensamientos que son como esa música o letra que repite una y otra vez, sin que aquel que los tiene pueda ser capaz de quitar el brazo móvil del aparato y lo ponga en otro surco en su cabeza.
De tal forma, nuestros pensamientos reiteran mensajes que provocan, por ejemplo, sentimientos que impiden cualquier posibilidad de cambio. Vamos por ahí como un disco rayado, como zombis.
Ese pensamiento automático, repetitivo, está ahí sin que nos demos cuenta. Quedamos atrapados en una estructura construida por viejas y obsoletas ideas. Y la puerta de salida se encuentra al verlas o percibirlas apenas aparecen en nuestra pantalla mental. Porque al no observarlas nos convertimos en ellas: somos esas ideas. Esa observación hace posible una distancia, una perspectiva, otra disponibilidad… pensar. Menuda diferencia.
La práctica de hacer conscientes lo que pensamos se desarrolla con el tiempo, aprendemos a estar alertas y descubrimos qué hacen esas ideas, algo muy similar a cuando vemos en cámara lenta la reproducción de una jugada en un partido de fútbol o de baloncesto. Si estuviéramos ahí, podríamos anticiparnos con la ralentización del tiempo y poner el juego a nuestro favor.
Con la observación consciente podemos aprender a ver llegar el pensamiento y no convertirnos en él; que sea yo quien tiene un pensamiento y no un pensamiento que me tiene a mí. Dominar el arte de pensar en un estadio más profundo, sutil, perenne.
Como consecuencia, los viejos pensamientos serán como visitantes llamando a nuestra puerta, pero aun oyendo sus golpes, podremos decidir y no prestarles más atención.
Es probable que ellos regresen una y otra vez (el disco rayado) con insistencia. Al progresar nuestra capacidad de observación será también factible que descubramos qué temas son recurrentes. El averiguar de dónde provienen –la fuente no es otra que tus creencias personales– nos conducirá a un alto nivel de consciencia que permitirá responder y no reaccionar, a partir de un yo mucho más sabio y profundo.