Evergetismo

Hacer el bien, porque servir a los demás es servirnos a nosotros mismos

Emi Zanón
Escritora y comunicadora

“Quien quiera ser grande, que sirva a los demás, no que se sirva de los demás”.
Papa Francisco

Cuando este artículo llegue a tus manos, querido lector/a, estaremos sumergidos en el mes de agosto, disfrutando de vacaciones, de la familia y amigos, de las fiestas… y, especialmente, para los amantes de los libros, disfrutando de la lectura. Todo ello más que necesario para nuestra salud física, mental, emocional y espiritual.

También habrán pasado las elecciones gubernamentales en España, con unos resultados que en el momento en que esto escribo todavía no conocemos. Espero y deseo que los líderes que dirijan los próximos cuatro años sean líderes para servir, no para mandar. El auténtico líder es el que tiene la vocación de servicio hacia los demás. La grandeza de un líder no se la dará nunca el ego sino el servicio desinteresado, como un acto de amor hacia todo lo que le rodea y hacia uno mismo, como se recoge en diferentes filosofías y religiones del mundo: lo que los hindúes llaman seva (por citar un ejemplo) o lo que el historiador francés Andrés Boulanger, a principios del siglo XX, llamó evergetismo, que significa hacer el bien, hacer buenas obras, consistente principalmente por parte de los miembros ricos y/o más poderosos de una comunidad.

Ya en la Antigüedad, en el Imperio Romano, por ejemplo, el evergetismo era una especie de mecenazgo dedicado a cuestiones sociales y políticas —la mayor parte de los anfiteatros fueron construidos con la aportación de los ciudadanos ricos, por citar un ejemplo— no solo culturales como en el Renacimiento.

Y las prácticas evergéticas femeninas de la Hispania romana, conocemos ahora, se dieron de manera activa a partir del siglo I d.C., desempeñando, al igual que los hombres, un importante papel. En realidad, es una práctica que bien por indicativo moral bien por puro altruismo se ha llevado a cabo a lo largo de los siglos en mayor o menor medida, y en nuestro siglo XXI es un fenómeno muy extendido: son numerosas las fundaciones, el servicio de voluntariado, los filántropos (todos conocemos las fortunas de empresarios, actores, cantantes, destinadas a la investigación y a la consecución del bien común).

La grandeza del ser humano es vivir de acuerdo a lo que uno es. Y todos, en esencia, somos Luz, somos Amor. Si tú sirves a la Vida, la Vida te servirá a ti. No importa qué grado de evergetismo alcances, lo importante es que hagas el bien.

El fin último de todo ser humano es la felicidad, y ello, sin duda, se alcanza cuando entendemos que servir a los demás es servirnos a nosotros mismos, porque todos formamos parte de ese gran Todo que es la Creación.

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Antes de ir a la cama por las noches, me gusta hacer una buena reflexión: “¿Hoy he hecho feliz a alguien?, ¿hoy me he hecho feliz?”.

¡Feliz agosto y vacaciones!

emizanonsimon.blogspot.com.es



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