Ganar la confianza de los hijos

El psicólogo Javier Urra señala la importancia de hablar con claridad y transparencia, al presentar su libro “Hijos: prevención de riesgos”

Pau Tubert

“Los padres tienden a mostrar ansiedad, angustia anticipatoria y también a sobreproteger a los niños. Se marcan como objetivo que sus hijos sean felices, sin percibir que la vida no siempre es justa que, a veces, conlleva dolor, sufrimiento y hay que prepararlos para forjar un carácter que les permita afrontar una existencia que, sin duda, tendrá claroscuros”. De este modo se refiere Javier Urra, una de las figuras destacadas de la psicología en España y autor de “Hijos: prevención de riesgos” (Desclée De Brouwer), sobre la identificación temprana de riesgos por parte de los progenitores, en el arduo arte de la crianza.

Y agrega: “A los padres les cuesta entender que los profesores tienen que corregir a sus hijos, algo que también y con limitaciones se debiera de hacer extensivo a la ciudadanía en general”.

Con respecto al equilibrio entre vigilancia y el respeto a la privacidad de los hijos para prevenir el ciberbullying, quien también fue primer defensor del Menor en la Comunidad de Madrid y presidente de la Red Europea de Defensores del Menor -cargo desde el cual impulsó la defensa de los derechos de la infancia-, dice que primero “hay que ganar la confianza de los hijos, hablándoles con claridad y transparencia, explicándoles las ventajas, los riesgos y lo que tienen que comunicar: el acoso online, los chantajes, los contactos perniciosos, etcétera”.

Es decir, tanto padres como tutores tienen que supervisar lo que acontece tanto en los aspectos físicos como personales. “Los padres no pueden hacer dejación”, advierte, para recordar que “tenemos una sentencia buenísima de un muy buen amigo del Tribunal Supremo (español) que actuó como ponente, dejando claro que los padres han de conocer los contactos online de sus hijos en todo aquello que conlleve riesgo, como páginas de anorexia, sectas, bandas, odio”, entre otros.

De paso deja caer una aclaración: “Cosa bien distinta es inmiscuirse en la vida emocional, sentimental, de un joven de 17 años que tiene una pareja”, porque “se trata de prevenir, de supervisar, de educar”.

Portada del libro.

Sobre los límites, menciona la importancia de negociar con los adolescentes y cómo se logra un equilibrio entre autoridad y flexibilidad. “En primer lugar, dando buen ejemplo”, expresa. “Por otro lado -prosigue-, hay que tener auctoritas (distinción basada en una serie de características morales e intelectuales) y no solo potestas” (el poder que da por sí el papel paterno/materno).
Para Urra, “resulta muy recomendable hablar con los hijos con anticipación previendo qué medidas tomaremos, según sus conductas y estableciendo, de esta forma, criterios de respuesta que, a veces, habrán de ser sancionadores y que ellos entenderán y aceptarán. Cuando el hecho se produce, se cumple lo pactado, entendido como hablado, acordado, pero siempre priorizando el criterio de los padres”.

Por ello, indica, “los límites se deben de interiorizar desde muy corta edad, han de convertirse en hábitos. Que nadie espere poner un límite a un adolescente si, en las etapas anteriores, no lo ha asumido como algo lógico, positivo para sí mismo y socialmente exigible y necesario”.

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Lo dicho incluye otra advertencia: “Sin límites la persona se confunde, se neurotiza”. Tener en cuenta que “no deben de confundirse los límites con una excesiva autoridad; muy al contrario, las normas y los límites facilitan la convivencia, la asunción de responsabilidad y el crecimiento personal”.

En cuanto a cuál considera como el principal desafío en la prevención de adicciones, el psicólogo señala que el ser humano tiende a las adicciones: el trabajo, el sexo, las sustancias tóxicas, las pantallas, el juego (ludopatía), el deporte (vigorexia), entre otras. “Esta tendencia se acrecienta con otros atajos existenciales como el consumo de alcohol y otras drogas”, añade, puntualizando lo más conocido.

Frente a ello, “a los niños hay que educarlos en el respeto a la vida, a la naturaleza. Formarlos para afrontar dolores y sufrimientos y otros aspectos que la vida deparará, pues la vida no es justa”. Y aconseja que “es fundamental para ellos la práctica del deporte, el autoconocimiento, el contacto con la naturaleza y con los otros (por ejemplo, a través de campamentos), como también el conocimiento de la realidad (hospitales de niños; de ancianos con demencias). En fin, educarlos para no pedirle a la vida más de lo que puede dar y para aportar lo mejor de uno mismo anticipando la última pregunta: ¿para quién he vivido? Esencial: para ti, tú mismo”.

En “Hijos: prevención de riesgos” también se plantea la cuestión de la identidad sexual. “Una cosa es la orientación sexual y otra la identidad”, diferencia Urra, para añadir que “desde que el mundo es mundo ha habido heterosexuales, homosexuales y transexuales. Partimos del criterio de respeto total a la orientación y a la identidad”.

Y subraya: “Hay que acompañar con prudencia”, esto es “verificar que es realmente un caso de transexualidad antes de empezar a hormonar y, desde luego, de una intervención quirúrgica, que resulta irreversible y que puede conllevar alto grado de desesperanza, de depresión y, por ende, un riesgo cierto de suicidio”.

Por último, tras reconocer que “leer este libro no garantiza evitar todos los riesgos que corren los hijos”, destaca que “el esfuerzo y la formación ayudan a prevenirlos, que no es poco”.



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Stanislav Kondratiev
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