Qué es el estado de “mal-estar”

Cuando algo no funciona en nuestras vidas y no podemos hacer nada para solucionarlo. Cómo nos afecta

Cuando la mente se vuelve rígida, controladora y exigente, se separa del cuerpo y ambos dejan de funcionar en equipo, armónicamente.  Nos referimos al “mal-estar”, un estado de malestar agudo, de tensión interior, de conflicto interno y de bloqueo emocional, que se puede manifestar como si uno estuviera sentado en una olla a presión. Si no se soluciona, ese estado de “mal-estar” puede derivar en una enfermedad.

En este estado dejamos de estar tranquilos con nosotros mismos. Ya no estamos cómodos en el trabajo, en casa o con los demás. Al principio comienza con sentimientos desagradables o con una ligera angustia que informa de modo sutil que hemos perdido el equilibrio.

Podemos saber que algo no funciona en nuestras vidas, pero no podemos hacer nada para solucionarlo, y si tenemos alguna idea de que puede ser, no sabemos qué hacer.

Inicialmente la respuesta al problema podría ser simple. Podría incluir una conversación cara a cara con el compañero/a, cambiar el horario del trabajo, o invertir más tiempo en aquellas cosas que realmente son importantes para nosotros. Pero si el problema continúa, la consciencia del cuerpo aumentará la intensidad del malestar para llamarnos más la atención.

La persona se angustiará más, estará más tensa, preocupada, más y más consciente que está sobrecargada.

Puede pensar que nunca tiene tiempo suficiente para hacer todas las cosas que tiene en la cabeza para hacer. En este punto se estaría alejando de sus propias necesidades e incluso haber perdido la habilidad de interpretar las propias emociones.

Cuando esta situación se prolonga, la mente se disocia aún más del cuerpo y deja de hacer su trabajo correctamente, el cual sería convertir en acciones las órdenes de la conciencia del cuerpo, buscando soluciones, tomando decisiones y dando pequeños pasos para empezar a poner las cosas en su sitio.

En condiciones normales, la conciencia del cuerpo que funciona a través del hipotálamo mantiene el equilibrio y asegura que podemos adaptarnos a las circunstancias cambiantes. Por ejemplo, la energía de la mañana sirve para hacer frente a las tareas del día, pero cuando llega la noche, la producción de energía disminuye porque el hipotálamo nos prepara para el descanso y el sueño.

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De la misma manera, el cuerpo puede activar el sistema inmunitario si nos encontramos en una situación de riesgo, para protegernos contra cualquier infección o herida.

El hipotálamo crea una gran variedad de indicadores para asegurar que el organismo está funcionando en su máxima capacidad. Hay referentes como el hambre, la sed, el dolor, la presión sanguínea, el ritmo cardiaco, la digestión, la temperatura, la respiración, la regulación de la energía y el sueño.

En el estado de “enfermedad” inicial el hipotálamo trabaja más de la cuenta y pierde la capacidad de mantener el buen funcionamiento del organismo, de manera que se crea un caos, produciendo síntomas de varios tipos.

Si las emociones se continúan bloqueando y el sistema continúa peligrosamente saturado, el cuerpo crea señales de urgencia desde el cerebro emocional o sistema límbico para que hagamos alguna cosa al respecto.

Generalmente el proceso evoluciona en tres etapas:

Estado de alarma: pone todo el organismo en alerta, creando algunos síntomas para avisar a la persona que empieza a estar saturada de emociones.

Estado de crisis: los síntomas se intensifican y se afecta la funcionalidad del hipotálamo, produciendo alteraciones en el reloj interno, sobre trabajando el sistema nervioso simpático y desestabilizando el sistema inmunitario. Se crean síntomas no específicos tales como fatiga, problemas digestivos, dolor de cabeza e infecciones constantes.

Estado de estancamiento: la situación ha durado tanto tiempo que las glándulas suprarrenales se han agotado, el sistema inmunitario se ha alterado y los síntomas se cronifican (reversible).

La hiperactividad del hipotálamo produce enfermedades como la fatiga crónica, la fibromialgia y el síndrome del colon irritable. En otros casos la hiperactividad del hipotálamo aumentara los síntomas de algunos trastornos como la migraña, colitis, artritis, neuralgias o eczemas.

Imagen: Nathan Cowley



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