Aurelio Álvarez Cortez
Virginia Gawel es psicóloga y desde 1984 trabaja integrando las psicologías de Oriente y Occidente, siendo pionera en su difusión. Es directora del Centro Transpersonal de Buenos Aires, desde donde dicta clases sobre estos temas hacia todo el mundo de habla hispana. También, integrante del consejo editor del Journal of Transpersonal Research y miembro ejecutivo de la International Transpersonal Association en representación de Sudamérica. Recientemente se ha publicado su último libro, “El fin del autoodio”, disponible desde todo el mundo. Con ella conversamos sobre el complejo de Jonás.
-¿Qué es el complejo de Jonás, Virginia?
-Es una historia que es de la mayoría de nosotros. Quien acuña esta denominación es uno de los padres de la psicología transpersonal, Abraham Maslow, por los años 60. Y en mi recopilación de tantos años de práctica clínica, de trabajos en grupo, el caso más difícil soy yo misma.
Maslow toma de Jung el nombre de “complejo”, es decir, algo que pesa en el inconsciente y se manifiesta en la conciencia como un conjunto de problemas visibles de determinada manera. En este caso, se observa que alguien que tiene talentos no los puede usar y se define como complejo de Jonás, que no es otra cosa que el miedo a los propios talentos. Esto se ve en una o en muchas áreas de la vida. Frases como “yo no sé”, “no soy lo suficiente, “cómo me voy a mostrar, sería un fraude, un impostor”. El trabajo terapéutico apunta a que esos talentos puedan florecer.

-Recordemos el relato bíblico.
-En el relato bíblico se dice que Jonás es llamado por Jehová, quien le expresa su necesidad de que sea un profeta, en Nínive, su ciudad, porque hay mucho desorden y es preciso que vaya y hable en su nombre. Jonás responde: “¿Yo? No, me parece que estás equivocado”. Piensa que eso lo debe hacer otro, no él.
En un plano interno, el inconsciente, en su núcleo trascendente, nos dice “esta es tu tarea, hazla” y nos negamos.
Jonás huye hacia el puerto. Esto tiene un sentido simbólico en cuanto a la expresión muy argentina de “se tomó el buque” (salir de una situación). Buscó un barco a punto de zarpar para que Jehová no lo encontrara. El mar con mucha frecuencia en los textos sagrados representa al inconsciente colectivo, de toda la humanidad, y también a las aguas más cercanas de nuestra propia familia.
Pero una cosa es “ir hacia” y otra es “irse de”. Jonás no va hacia nada, se va de lo que tenía para hacer. “Irse de”, salvo contadas excepciones, sin un “hacia”, puede ser complicado, aunque sea un “hacia” genérico.
Se agitan las aguas, viene una tormenta feroz y el capitán lo atribuye a “alguien que está aquí”. Y le pregunta a Jonás: “¿Tú quién eres?”. Al ser descubierto, por superstición lo arrojan al mar para que cese la tempestad. Desde el simbolismo, cada vez que subimos a un vehículo equivocado, aun para dos, como mi pareja y yo, o un grupo al que no puedo pertenecer, sentiremos que algo nos rechaza, nos expele. Así podremos mirar en nuestro interior quiénes somos. En este caso Jonás es tragado por un gran pez, según el texto bíblico, pero se lo describe más como una ballena. Este pez es el inconsciente personal.
En el vientre de la ballena, Jonás tiene tres días y tres noches para reflexionar qué va a hacer. Sería más elegante decir que decide salir de la ballena, pero en el relato se cuenta que lo vomita. Es decir, el inconsciente dice: “¡Vamos!, basta, por favor, es necesario que hagas lo que has venido a hacer”, y lo impulsa hacia su destino.
Jonás va a Nínive, donde hay desorden, caos… Lo cierto es que en nuestro interior una parte de nosotros tiene como destino poner en orden todo eso. Desde ahí vamos dando algo al mundo y se disuelve el complejo de Jonás. Una persona que se expresa plena con sus talentos por lo menos no padece ya el complejo de Jonás.

-Alguien podría señalar que se corre el riesgo de caer en el enaltecimiento del ego.
-El riesgo psicoespiritual mayor de desplegar los talentos no es el fracaso. La raíz de esta palabra es la misma de fragmento o fractura. Caemos desde donde estábamos subiendo, nos hacemos pedazos, pero, como Osiris, juntamos nuestros pedazos y vamos nuevamente… a intentar tener un hijo, a procurar una pareja, ir a otro país.
He visto tanta gente dignamente juntar sus pedazos e ir tras la expresión de su plenitud, a veces como en la tiniebla, pero haciéndolo. El padre de Elisabeth Kübler-Ross (célebre psiquiatra) no quería que su hija fuera médico. Entonces ella trabajó limpiando casas para lograrlo, más adelante fundó un hospice para niños al que quemaron los vecinos porque les parecía peligroso, etcétera. Pero ella fue saliendo de una matrioska de ballenas.
Sin embargo, hay vidas de gente muy talentosa que llega al éxito, a la fama, y un poco más inclusive, y todo eso oficia de destructor. Se disuelve la vida personal, el cuerpo, inclusive mueren por drogas. Sucede lo que en psicología transpersonal se llama inflación psíquica o inflación del ego. El ego se vuelve como un tumor que asfixia la esencia, el verdadero sí mismo. Y con frecuencia se pierden los talentos porque no hay forma de cómo ejercerlos.
Por otra parte, la persona se vuelve nadie. Tiene prosperidad económica, fama, admiradores, cambia de pareja porque siempre hay otra, pero no hay nadie dentro. Entonces eso que parecía ser el éxito en verdad es la muerte de alguien por su ego.
En algunas personas el miedo al propio ego es parte del origen del complejo de Jonás. El miedo es como un rottweiler, imponente. Es prudente tenerle cierto respeto al ego porque no es un perrito: puede hacerse el perrito, pero ¡cuidado!, es peligroso además de indispensable. Una aplicación, si me permites: se activa, se desactiva, y tiene que hacerlo uno mismo, por algo está.
-¿Qué consecuencias conlleva la no expresión de los talentos?
-Con el paso del tiempo, básicamente un gran vacío, una profunda tristeza. En el contexto terapéutico, la persona no sabe que está ahí para que el terapeuta lo aliente. Los fans son los que alientan, dan aire. Pues bien, el terapeuta, en algún sentido, tiene que ser un fan de su paciente en aquellos aspectos en que lo puede ayudar para que los desarrolle.
A veces existe una patología, como el pánico, por ejemplo, y el terapeuta lo ve como una depresión común, pero es una metadepresión, cuando lo que está pasando es que el espíritu no se puede expresar. Y uno sabe, de algún modo, que se está traicionando a sí mismo.
En ocasiones quien tiene el complejo de Jonás puede tener ideas suicidas inclusive. “No sirvo para nada”, “nací en el planeta equivocado, la época equivocada, en la familia equivocada”… Con esto uno debe construir la plataforma de lanzamiento para expresar sus talentos.

-¿Cómo se supera el complejo?, ¿compartiendo esos talentos que todos traemos?
-Exactamente, compartiendo. Cómo dice la parábola, invertir en los talentos para que se multipliquen.
Haciendo es el modo en que alguien gana pericia en lo que sea. Una vez que uno le dice que sí a la vida, aunque el “hacia” final no lo tenga claro, la esencia empuja, incluso atravesando errores, porque no somos más que humanos.
A diferencia de la depresión, de la tristeza o la vergüenza por haber fracasado, aparece la tenacidad, la voluntad. Esta palabra, voluntad, ni se enseña en psicología, ¿cómo se la define? Otro sinónimo es determinación, vocablo que se usa en la tradición budista, como otro que me encanta que es vigor. Y hay que prepararse mucho, huir de todo lo que sea fácil, para cumplir ese destino.
Además hace falta un mentor. Lo vemos en historias como “La historia sin fin” (en España, “La historia interminable”), “El cristal encantado” o cualquier otra donde el héroe, inerme, sin saber siquiera lo que tiene que hacer, entiende que en el camino se irá enterando. El héroe tiene un mentor que le da fuerza. En nuestra cultura uno de los mejores mentores es un buen terapeuta, y quede claro que hace tiempo que no ejerzo como tal. Un buen terapeuta nos alentará y nos ayudará a que los talentos sean cultivados. No será sencillo.
Y también los mayores son buenos mentores. Cualquier persona que entre en una residencia de adultos mayores encontrará un buen abuelo y escuchará cómo hizo para llegar adonde llegó, aunque sea criar a ocho hijos.
Del mismo modo es muy importante un grupo de pares, el camino solo es muy áspero. Si bien no es fácil encontrarlo, casi siempre se halla con más facilidad en espacios de estudio que convoquen un tema que a uno le interese y que realice eso que queremos hacer. Si allí encontramos amigos, la mitad del camino estará hecho. Por eso en las tradiciones espirituales se habla del dojo, la sanga, también la comunidad cristiana. Con los pares afines hacemos equipo y nos sostenemos unos a otros.
-Hay quienes han compartido compasivamente sus talentos, célebres algunos, otros no tanto, a los que has descrito en un poema, unos cuantos años atrás, titulado “Los que existen”. ¿Cómo decía?
-A ver si lo recuerdo…
“Los que marchan a cara descubierta
para entregarse, libres de prejuicios;
los que obtienen por franco beneficio
rostros vibrantes y puertas abiertas;
los que siguen impulsos compasivos,
brindando lo que son -ni más ni menos-;
los que, sabiendo ser malos, viven buenos;
los que, pudiendo estar muertos, viven vivos;
ésos, cuya estrategia es la inocencia;
ésos, cuya venganza es perdonando;
los que eligen tener todo, regalando;
los que prefieren el riesgo a la indolencia;
los que tratan de verse, honestamente,
pariéndose a sí mismos cada día;
los que alientan presuntas utopías
y las realizan, apasionadamente.
Aquellos que se juegan por entero,
derramándole al mundo gota a gota
un poco de su esencia; los que brotan
sin protegerse en su propio invernadero.
Esos son de verdad. Esos perduran
más allá de sus nombres y apellidos.
Esos saben amar y, renacidos,
expanden hacia el Cielo su estatura.
Dan la vida por vivir, y lo consiguen.
Hacen latir, latiendo intensamente.
Sin importarles el juicio de la gente,
son… para Ser. Y un ángel los persigue…”
-Ellos no son perfectos, no han transitado por valores efímeros, solamente hay amor, belleza, paciencia, entrega, y viven cada momento como una oportunidad. El aprovechamiento de cada oportunidad es como un agradecimiento por el solo hecho de vivir.
-En uno de esos concursos televisivos de “La Voz” participó una monja, con alegría, pasión, belleza, para asombro de todos. Al primero que se dio vuelta para conocer a quien le había gustado para integrarla en su equipo se le humedecieron los ojos, tenía la boca bien abierta. ¡Estaba viendo a una monja bailando rock! Todo el mundo estupefacto. En el jurado también participaba Raffaela Carrá, quien le preguntó si en realidad era monja y cómo hacía para cantar de ese modo, y con su respuesta vemos explicado el complejo de Jonás íntegramente. Dice: “Si tengo un don, lo dono”. Ahí no hay ego. ¿Se acaba el ego? No, está ahí, dando vueltas, pidiendo lo suyo. No se aniquila el ego, simplemente no es el protagonista de la historia.
-El hermano David Steindl-Rast dice “hay que parar, hay que mirar, hay que avanzar”. En la quietud del silencio observar aquello que nos ha sido dado. Y permanecer dentro del vientre de la ballena significa justo todo lo contrario. Al darnos cuenta se produce una explosión de felicidad y desaparece el miedo. Ya no hay escasez sino abundancia. Hay plenitud.
-La expresión de sí mismo trae todas esas cualidades que has mencionado. Hay abundancia porque no hay grandes necesidades, y lo vemos en lugares donde escasea lo material: hay alegría, compañerismo… Yo me crie en un hogar pobre, padre polaco, madre hija de polacos, que habían huido de la guerra, dejando atrás a seres queridos. En sus reuniones había alegría, cantaban, bailaban, felices, celebrando porque la cosecha le había ido bien a cualquiera de ellos. Había colaboración, como en una sanga. De manera que en esa alegría uno agradecía las circunstancias.
No es que uno sea agradecido porque es feliz, sino que uno se vuelve feliz porque es agradecido.

-No hablemos de fútbol, sino de lo que representa Lionel Messi, ¿qué podemos rescatar de esta persona en relación con el complejo de Jonás?
-La naturaleza no me ha dado ningún gen deportivo (risas), pero lo he observado en sus gestos y en particular en el partido final del Mundial 2022, que lo gana Argentina. Lo hice en casa, recuperándome de una neumonía grave. Miraba la estética, la belleza, la danza en un sentido corporal. Ahora, con la cámara súper lenta, uno puede ver los detalles y ¡guau!
Una danza donde no había un bailarín solista, sino un conjunto que se movía. Y aconteció algo que, más allá de los fanatismos, en el público lego y no fanático conmueve, a mí me conmovió.
Luego observé el fenómeno humano de lo que pasaba en la celebración. Lo que más me llamó la atención fue que, en una ciudad tan complicada como es Buenos Aires, cinco millones de personas festejaran como lo hicieron, salvo algunos hechos aislados. Abrazándose, compartiendo botellas de agua, siendo felices, juntos, sin importar si eran argentinos o de otro país, o a quién habían votado. ¡Qué felicidad!
Un autor dice que cuando se muere bien, se muere lúcido, se produce una remisión del ego, y la persona parte siendo solo esencia. En un gran porcentaje de esa población que festejó aquel día se produjo una remisión del ego y salió la esencia de cada uno. Eso colectivo, tan bonito, y el acto estético que se había visto, y Messi sin pretensiones, hablando como lo hacía en su barrio… Parecía el pequeño héroe en quien el ego está, pero no es donde vive.
Entonces aparece un arquetipo de la liberación de lo mejor de uno mismo. En ese momento, toda persona que participó de ese gozo, en cualquier lugar que estuviera, experimentó la salida de la ballena. Hubo libertad.
Para muchos, Messi viene a representar un tipo de héroe deportivo que no reniega de sus orígenes, es modesto. ¿Qué hace con el dinero? Me he enterado de la cantidad de obras que hace, por ejemplo, en España ha construido el centro de oncología infantil más importante de Europa.
Fallaron las religiones, también ciertos liderazgos… teníamos que ver el arquetipo que dice “todos somos uno”. En ese momento todos fuimos uno, ahí sucedió algo de índole espiritual. Después volvimos a la vida cotidiana, aunque no lo hicimos siendo los mismos.
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