Aurelio Álvarez Cortez
“Si nos engañamos pensando que el amor es un impulso que ya no necesita al otro como ser pensante y exigente, entonces todo puede ser cuestionado, incluso la democracia, y eso es lo que está ocurriendo en gran parte del mundo”. Es lo que dice en un momento del siguiente diálogo el escritor y periodista italiano Thomas Leoncini, que acaba de publicar “Fuerte como la vida, líquido como el amor” (Urano), con prólogo del Dalái Lama. Su propuesta enfrenta el reto de vivir con plenitud en el contexto de un mundo cambiante, efímero.
Pensador de referencia en el panorama cultural actual, centrado en el estudio de los nuevos modelos psicológicos y sociales, Leoncini es discípulo de Zygmunt Bauman —el sociólogo que acuñó el concepto de “vida líquida”— y también autor de “Dios es joven”, escrito junto con el papa Francisco, y “Generación líquida”, con el mismo Bauman, que lo eligió para acercar dos generaciones de filósofos.
-Dice que todo miedo esconde un deseo. Estamos llenos de miedos, personales y colectivos, en un momento de gran incertidumbre. ¿Qué es lo que deseamos y tal vez no realizamos?
-Como nos enseña la vida, en sus expresiones más simples como el ritmo de las estaciones o el relevo entre la luz y la oscuridad, todo tiende a su contrario. Heráclito ya lo tenía muy claro. El miedo a algo nos hace tender hacia esa cosa. Cuanto más tememos una cosa, más poder le damos a esa cosa. El vértigo, por ejemplo, que confundimos con el miedo a la caída, es en realidad un deseo de caer. En el libro explico bien este concepto, creo.
Por eso la vida es un acto de equilibrio entre los deseos conscientes e inconscientes, donde los conscientes nos hablan con palabras y los inconscientes con símbolos. El inconsciente del hombre moderno anhela volver a la naturaleza, a la conciencia del poder ancestral de los símbolos arquetípicos, a lo incontaminado, y sin embargo la razón “aplasta” todo esto y nos lleva por el camino de la neurosis.
-Esta es una sociedad desarraigada, como usted la llama, donde reina el trío del deseo, el consumo y la insatisfacción. ¿A qué raíces debemos volver?
-La mía no es una crítica a la existencia de la tecnología, a la existencia del consumismo y a la búsqueda de la utilidad inmediata, sino una crítica a la sustitución de todo lo demás por la tecnología, por el consumismo con el único fin de la utilidad inmediata. La raíz a la que hay que volver es la esencial: el alma y el inconsciente son piedras preciosas que llevamos dentro y que esta sociedad quiere convencernos de que escondamos, aparentemente de poco valor. Parece que la felicidad sólo se puede comprar en los escaparates, pero la verdad es muy distinta.
-Está claro que existe un conflicto fundamental entre comunidad e individualismo: ¿son antagonistas o pueden complementarse?, ¿cómo se puede resolver esta cuestión?
-Es siempre una cuestión de equilibrio, como el eterno dilema entre libertad y seguridad: cuanto más libres somos, menos seguros estamos, pero cuanto más seguros estamos, menos libres somos; la reciente pandemia nos ha mostrado aún más claramente lo que significa cambiar el deseo de seguridad por el de libertad.
En esta etapa de la historia, el comunitarismo y el individualismo son feroces antagonistas, pero la batalla la gana abrumadoramente el individualismo en el nivel consciente, mientras que en el nivel inconsciente todos anhelan cada vez más la comunidad. El hombre es por naturaleza portador de dos mundos.
-Si vivimos en un relativismo cultural sobre lo que significa amar, ¿qué ignoramos de este verbo?
-Lo que llamamos “amor” puede estar sujeto al relativismo cultural, mientras que el amor como símbolo es una forma prístina que llevamos dentro. Si queremos descubrir la alegría de ser humanos, debemos volver a lo esencial del significado de las palabras: la esencia del amor es amarse a sí mismo; amándose a sí mismo, se vuelve natural amar a los demás.
-Cuando ve que las redes sociales no son comunidades, en contra de la creencia popular, ¿cómo cree que afectan al amor como elemento central de una relación?
-La red social (si nos hacemos adictos a ella y si no la analizamos como lo que es) nos lleva a creer que toda relación con los demás está garantizada por una especie de seguro, un “todo gratis” constante, sin responsabilidad. Somos libres de banear a cualquier usuario no deseado sin tener que dar explicaciones a nadie.
La repetición de estos hábitos en un individuo potencialmente propenso al desarrollo de ciertos rasgos de personalidad (incluido el narcisismo) puede llegar a influir en su forma de relacionarse con los demás (no sólo en línea), hasta el punto de llevarle a convertir el amor en algo unilateral, donde la opinión y las necesidades del otro parecen interesar poco.
-¿Por qué nos adaptamos a una belleza inconstante creada por un vacío de amor?
-La belleza líquida está a la vista de todos. Hasta hace unos años, una persona guapa pero no famosa que quisiera lucirse podía ser vista por unos cientos de personas durante un periodo de tiempo. Hoy en día, una persona guapa (o que sea vista como tal) puede llegar potencialmente a millones de personas por segundo (o al menos puede tener la legítima ilusión de hacerlo). ¿Qué ha creado esto? Se ha creado un ascenso constante hacia la belleza más clicada, dando lugar a una gran competencia en la materia; podemos decir que ha nacido así una nueva economía de la belleza.
Debido al exceso de demanda y a la mezcla de las características genéticas del mundo globalizado, se ha creado un tipo de belleza que nunca podrá ser definida, sino solo potencial. Es una belleza que hace que el ser humano esté suspendido, a la espera, solitario. Y la medicina para los solitarios es siempre el amor, en la forma que se quiera entender.
-¿Cuál es su razonamiento de que una sociedad que destruye el amor también destruye la democracia?
-Si lo que llamamos “amor” es una pulsión egocéntrica y subjetiva que luego devora al otro, una pulsión que solo piensa en mantenerse activa (como describo en el primer capítulo del libro) entonces la democracia se convierte en una limitación.
La democracia es la forma más noble de gobierno, creada para garantizar el poder popular en las decisiones políticas. Evidentemente, si nos engañamos pensando que el amor es un impulso que ya no necesita al otro como ser pensante y exigente, entonces todo puede ser cuestionado, incluso la democracia, y eso es lo que está ocurriendo en gran parte del mundo.
-Un argumento que destaca en sus conclusiones es que confundimos la metamorfosis con la evolución. Es decir, estamos en un proceso de cambio que no significa evolutivo, aunque creamos que lo es.
-Estamos en un proceso de cambio que ha roto los lazos con el pasado y no los va a tener necesariamente con el futuro.
-¿Puede explicar qué es la retro-utopía?
-Es la ilusión de que el pasado contiene las respuestas a nuestros problemas de hoy. Pero también es la idealización del propio pasado; no olvidemos que solo nos arrepentimos del pasado si estamos seguros de que nunca podrá volver.
-Otro hecho sorprendente es que está muy extendida la idea de que la felicidad se consigue con subidas de adrenalina a través de experiencias o sustancias excitantes. ¿Es la felicidad hoy en día un concepto triste?
-Sí, la felicidad es un concepto triste porque es una palabra de la que abusa la sociedad de consumo. También es cierto que lo que entendemos por felicidad puede ser inducido por sustancias químicas o drogas, recientes estudios neurocientíficos lo dejan muy claro.
Hay que hacer una gran distinción: la felicidad es el bienestar de la razón, mientras que la alegría es el bienestar del inconsciente. Yo lo llamo inconsciente, otros pueden llamarlo alma o espíritu.
La alegría no se puede producir con ninguna sustancia química; la alegría es la parte madura de la felicidad.
-Rescata el valor de la melancolía. Aunque es un estado del que no es fácil escapar, ¿estamos preparados psicológicamente para experimentarlo o no?
-La verdadera tragedia es que la mayoría de la gente tiene miedo a la melancolía, pero la melancolía es la emoción más noble de los empáticos, es necesaria para experimentar la totalidad interior.
-¿Quiénes son los jóvenes “tocados por el trueno” que, en su opinión, pueden cambiar el mundo?
-Aquellos que logran su misión de “llegar a ser ellos mismos”, contra todo y a pesar de todo. Los que no aceptan el statu quo y luchan como guerreros para encontrar su lugar en el mundo. Los que lo hacen con valor y tenacidad, los que nunca pierden la esperanza.