Emi Zanón
Escritora y comunicadora
“Incluso si está en minoría, la verdad es la verdad”. Ghandi
En el artículo anterior decíamos que “la Nueva Humanidad ya está aquí, y tú formas parte de ella”. Todas las personas que somos realmente conscientes de esta premisa sabemos que, para involucrarnos, para influir y ayudar en este histórico cambio hacia un nuevo humanismo, es necesario que sirvamos como modelo de integridad, felicidad y buena salud, porque esas son las características que distinguen al ser humano del nuevo paradigma holístico del ser humano del viejo paradigma mecanicista (colonizado por la razón, el miedo y las creencias limitantes). Este, si bien nos ha aportado mucho para el bienestar en general, también nos ha alejado de nuestra esencia como seres de pura energía de Amor que somos.
Y todo está bien. Los diferentes paradigmas nos sirven para evolucionar un tiempo y cuando dejan de hacerlo, surgen los nuevos que siempre nos llevan hacia adelante.
Sabemos, pues, que necesariamente hay que hacer el trabajo en uno mismo para poder servir y contribuir eficazmente a ese cambio.
Es por eso que en este y otros sucesivos artículos hablaremos de herramientas imprescindibles para ese trabajo personal que tendrá su repercusión en nosotros, nuestro entorno más inmediato y en todo lo que nos rodea, de una manera u otra.
Porque, recordemos, somos seres energéticos: en nosotros integramos diferentes tipos de energía, desde la calórica, electromagnética, cinética, estática, hasta la etérica, emocional, mental, fotónica…
¡Somos energía!, y es hora de que lo integremos en nosotros de una vez.
Las palabras y todo lo que emana de nosotros es energía. Si nuestros ojos físicos tuvieran un rango de visión superior -verdaderamente es muy limitado- podríamos ver qué tipo de energía, de frecuencia vibratoria, tendrían las palabras que salen de nuestros labios.
Ya hemos escrito sobre ello en anteriores artículos. Hemos hablado del poder de la palabra. En este vamos a reforzar su uso con el decreto: con el poder de decretar.
Los decretos sirven -y no me estoy refiriendo obviamente a los decretos que regulan las leyes- para equilibrar el mal uso de las palabras habladas y los modelos de pensamiento imperfectos creados durante toda nuestra vida, que vienen en gran parte heredados de generaciones anteriores, de nuestra propia sociedad y cultura.
El mal uso de la energía en el lenguaje, que es mantenida viva por la misma energía que la creó, puede revertirse con un decreto constructivo, que, a su vez, es una puerta abierta por la que pueden llegar bendiciones.
Una forma creada por el mal uso de la palabra tiene que rehacerse por una acción vibratoria del uso correcto de la palabra hablada.
Podemos decretar para uno mismo, para la humanidad y para la Vida en general, y los repetiremos, sintiéndolos, tantas veces como sea necesario, para que se vayan instalando en nuestro inconsciente y se hagan realidad, porque la energía es neutra y sigue al pensamiento y la palabra.
Por poner un ejemplo: para tener buena salud en estos tiempos que corren, podríamos utilizar este decreto extraído del precioso libro “Cuaderno de Corazón” (NPQ Editores), de las hermanas Guada y Begoña Delgado: “Tengo el poder de autocuración. Estoy sana/o”.
Algo tan simple y sencillo puede cambiar tu salud, puede cambiar tu vida. Nuestras células son inteligentes y van a recibir ese mensaje. Y no debes creerlo porque yo lo diga, sino porque, como decía el sabio Buda, lo experimentes en ti mismo.
Los tiempos han cambiado, deja tu mente racional en su lugar adecuado y empieza a potenciar tu poderosa mente intuitiva y creativa.
Empieza a tener fe en ti, en tu poder para crear salud, bienestar y felicidad en tu vida. Empieza a decretar y a agradecer.
¡Tu abundante fuente de energía espera que empieces a beber de ella!
¡Un abrazo enorme de Luz!