Dicen que quien da muestras de valentía no es que no tenga miedo ante cierta situación. Sí, lo tiene, es normal que lo sienta, pero lo gestiona y he aquí la cuestión.
En primer lugar, esta persona, este valiente que enfrenta sus temores sabe o intuye (quizá inconscientemente) que de la confianza parte todo: valor, energía, positivismo. En la medida en que vaya desmontando los miedos, aumentará, poco a poco, la confianza en sí misma. Mientras más repita una acción en este sentido, más y más reforzará su confianza.
Eso sí, también está al corriente de que es esencial el “aquí y ahora”. Los miedos que percibimos en la vida cotidiana son un 99% sin base real. Afianzar el aquí y el ahora, la lógica frente a la fantasía, quita fuerza al miedo.
Normalmente en el “aquí y ahora” no se encontrará ninguna explicación completamente racional y lógica que cimente el miedo. Un ejemplo: un atraco es un motivo real para sentir miedo, pero si tienes el pulso acelerado, un “ufff, me siento mal… ¿y si ahora viene un infarto y me tienen que llevar al hospital?”, no es cierto. Lo único real es que tienes el pulso acelerado, en el aquí y ahora sólo puedes decir eso, el resto carece de fundamento.
Como recurso, el valiente puede reconocer en la visualización una herramienta muy eficaz. No solo visualiza correctamente, sino desmonta el miedo en esa visualización. Si la mente es enormemente poderosa como ya es reconocido, ¿por qué no usarla para abatir los temores al igual que la utilizamos para crearlos?
Y como sabe que el miedo siempre hallará un resquicio por donde filtrarse, planteando, por ejemplo, “¿y si…?”, o un “no hagas esto porque…”, lo único que puede pensar es que en el pasado tal cosa ha ocurrido, pero en el futuro no, porque el futuro no ha llegado, no se conoce. Por lo tanto, cambia ese “¿y si…?”. Como todo es imaginado, ya puestos, utiliza la imaginación para darse ánimo, alegría, y no para sentir tristeza.
Algo muy importante que tiene en cuenta: pensar en el miedo, aunque sea brevemente, irremediablemente lo convoca y hace que se presente. En su lugar, hay que usar la mente para llamar a otras cosas, como una actividad que guste, un entretenimiento manual, algo que desvíe la atención hacia ese pensamiento de miedo.
Finalmente, realiza ejercicio de paciencia y repetición. Hay que admitir que este camino no es corto ni fácil, y por lo tanto hay que tener paciencia. Además, mientras más se repita una actividad con acierto (o con menos equivocación), más quedará grabada esa conducta en la mente.