Cierto día una alumna le dijo al terminar una sesión de leibterapia le parecía una “revolución”. Fue entonces que le quedó el concepto y, tiempo después, Laia Monserrat titularía así uno de sus libros, el que acaba de presentar en sociedad, “La revolución del hara. Leibterapia y técnicas de centramiento”, editado por Kairós.
La leibterapia fue creada por K. G. Dürkheim (Todtmoos-Rutte, Alemania, 1896-1988), doctor en psicología que vivió 10 años en Japón, donde tuvo práctica y experiencia con el zen. Al regresar a Europa sus maestros le dijeron que no copiara el zen, sino que buscara la forma para que fuera comprensible en Occidente. Al ver que la meditación zen no era suficiente, ya que los europeos habían olvidado el cuerpo y se habían perdido en la mente, alejándose del contacto con el hara, Dürkheim concibió esta técnica psicocorporal.
Al referirse al porqué de esta nueva obra suya, esta psicóloga clínica, formada en leibterapia en el Centro Dürckheim (Francia), cuenta que “siempre me ha parecido que era necesaria una sacudida fuerte, un aprender a mirar el mundo desde las raíces, un cambio de paradigma, y que se tenía que hacer individualmente”. Con dichas técnicas de centramiento, “de conocerse a sí mismo de otra manera, la vida puede dar un cambio, un giro muy importante que depende de uno mismo y que no es nada complicado en realidad”, advierte.
Hara en japonés quiere decir “vientre”, donde está el centro de gravedad del cuerpo físico. Pero como también somos emoción, pensamiento, espiritualidad, enfatiza, “es el centro donde encajan la espiritualidad, los pensamientos y las emociones; la piedra angular de nuestra experiencia vital”.
Tras considerar que nacemos centrados, pero con los años vamos perdiendo el contacto con el hara y nos sumergimos en el mundo de la razón, señala que “el niño crece y experimenta, aprendiendo cosas, volcándose hacia las demandas exteriores, y no le enseñan a seguir en contacto consigo mismo”. En Occidente resulta más marcada esa pérdida de relación a nivel físico. “Cuesta encontrar, a partir de una cierta edad, niños que estén en su hara”, comenta.
La leibterapia trabaja contemplando “en todo momento a la persona como esa unidad que somos de cuerpo, mente y espíritu; no hay mente desenraizada, sino una conciencia corporizada”. Entre sus pilares, Laia menciona “la escucha profunda de la realidad del paciente y sus posibilidades, como una forma de estar ahí presente con el otro, que le permite encontrarse a sí mismo”, además “del trabajo de contacto corporal, cuando el terapeuta pone su mano en el paciente, con formas de testar”.
Otro concepto que la experta utiliza de su propia cosecha es el de maternizarse. “Hay mucho sufrimiento como resultado de una rigidez que proviene de una falta de amor, de no encontrar brazos que acojan. Como adultos, no podemos esperar que una madre lo haga física o imaginariamente, pero podemos aprender a conectar con el arquetipo de la madre ideal, para acogernos a nosotros mismos y darnos eso que ha faltado en un momento dado”, subraya. Como resultado, se produce un cambio de actitud, de visión hacia sí mismo, porque conecta con una necesidad muy profunda. “La persona empieza a poner en marcha procesos para los que bastan muy pocas palabras. Acompañamos con palabras que crean imágenes”. En otras palabras, maternizarse significa “acogerse con total ternura, permitiendo caerse y levantarse para aprender que somos fuertes. No es la madre solamente blanda, sino la figura que facilita la recuperación de la fuerza interior”.
Como herramientas básicas de la leibterapia, Laia cita el diálogo terapéutico, además del silencio, “que muchas veces habla más que las palabras”, por lo cual “es mucho más impactante estar en silencio acogiendo al otro”. Y por supuesto los ejercicios con el hara y el trabajo de acompañar con un toque que trabaja con la respiración, con la atención, con la forma. No obstante, la meditación es esencial. Si, como ocurre alguna vez, hay personas que no les interesa, busca “algún medio para que comprendan que aunque no hagan meditación formal, sí es necesario utilizar recursos para tomar conciencia de uno mismo, de estar presente”.
Entre los ámbitos donde se puede practicar la leibterapia, Laia señala “la educación, porque el trabajo del centramiento en los niños resulta algo esencial. También en el campus social, con un trabajo muy profundo que empodera a las personas, que les permite vivir sus dificultades de otro modo encontrando caminos diferentes. En el mundo de la empresa se alcanza una forma de estar presentes y proactivos, atentos a cómo avanzar desde un centro sin perderse”. Ante el incremento en los índices de ansiedad y estrés en la población, resalta que “vivir en todas estas áreas desde un punto más central es fundamental; necesitamos un cambio social, general, que lleve mucho de ese céntrate”.
Laia aprovecha para lanzar otra sugerencia: “Déjate respirar. No se trata de hacer ejercicios respiratorios, tienes que soltar muchas crispaciones, estás haciendo demasiado cosas inconscientemente que te llevan a tener una respiración rígida, superflua. Debes dejar de hacer todo eso que está impidiendo que la respiración se haga en ti”.
Y concluye: “Los ejercicios de leibterapia y de hara nos permiten a un nivel personal pasar de tener a ser: yo no tengo un cuerpo, soy mi cuerpo. En ese ser mi cuerpo soy una persona completa”.