Alejandro Ferro
Solo aquellas personas que nos importan nos pueden causar daño emocional. Es lo que dice Manuel Hernández Pacheco, licenciado en biología y psicología, docente y ponente en eventos nacionales e internacionales. En esta cuestión son claves las relaciones que tenemos en la infancia con las figuras encargadas de nuestro cuidado y las emociones resultantes. Con este psicólogo, creador del método PARCUVE, autor de “¿Por qué la gente a la que quiero me hace daño? Neurobiología, apego y emociones”, editado por Desclèe De Brouwer, mantuvimos el siguiente diálogo.
-A nivel mental somos el 80 por ciento animales y el 20 por ciento humanos.
-Es una metáfora que uso para explicar la composición del cerebro: a nivel fisiológico tenemos una parte importante relacionada con los mamíferos y reptiles, mientras que el resto es solo humana. Si bien compartimos con los animales el instinto, las emociones… somos los únicos que podemos razonar, ser conscientes de nuestra propia muerte y tenemos un lenguaje.
-¿La culpa es una emoción exclusiva humana?
-Lo es en el sentido de que se trata de una emoción cognitiva. La gente piensa que los perros, por ejemplo, se sienten culpables, pero solo es una interpretación. Ellos no se sienten culpables, arrepentidos, celosos o envidiosos. Lo que vemos en algunos vídeos que circulan por las redes es una señal de vergüenza, de sumisión, “yo obedezco porque tú estás mostrando jerarquía, me regañas y debo inmovilizarme”. La vergüenza paraliza, la culpa no.
-¿Por qué la gente que a la queremos nos hace daño?
-La única gente que me puede hacer daño es aquella a la que quiero, no me puede dañar quien no me importa. Estamos hablando de daño emocional, de alguien que me importa.
-… Y que se lo permito.
-El precio a pagar es quedarme solo. Imaginemos un niño, un adolescente; tiene dos opciones ante unos padres que le hacen daño: o bien se aleja de ellos y no los ve más o sigue con ellos, sufriendo una tortura constante, como si fuera un síndrome de Estocolmo emocional. Conviene aclarar que estoy refiriéndome a casos disfuncionales, de personas que no encuentran su sitio.
-Por eso las relaciones con los cuidadores en los primeros años de la vida y las emociones son claves.
-A través de las emociones aprendemos qué es bueno, qué es malo, a qué nos acercamos y a qué nos alejamos. Aquí están las bases de todas las emociones. Del latín, emotio significa movimiento. El 90 por ciento del aprendizaje emocional se da en los primeros años de vida, y el aprendizaje con los cuidadores será el que luego volcaremos luego en lo social, con otras personas, con nuestras parejas, amigos, jefes, en la vida en general. Si es defectuoso en la infancia, no será adecuado en los años posteriores, y de adultos tendremos problemas. El adolescente padece de mucha ansiedad porque debe regularse con los demás, si no lo sabe hacer, lo pasa muy mal porque la prioridad de cualquier chico es vincularse social, sexualmente, con otros, mientras que en la infancia la cuestión es sobrevivir y para eso se necesita la protección de los cuidadores.
-En la adolescencia los cambios hormonales provocan modificaciones en el cuerpo y la mente.
-Y en el temperamento también, que es genético y epigenético. Algunos son nerviosos, con más iniciativa; otros, tímidos, más quedados. El carácter lo adquirimos a lo largo de la vida. En los primeros años es puramente emocional, después vamos aprendiendo. Si las capacidades cognitivas de regulación no son adecuadas, estaremos sometidos a esas emociones de dos formas: sometiéndonos a ellas constantemente, con un secuestro emocional constante, con impulsos emocionales, o comportándonos extremadamente rígidos, obsesivos, controladores.
-Ante estos cambios hormonales que influyen en el comportamiento, ¿qué pueden hacer los padres?
-Los padres necesitan darse cuenta de qué necesitan sus hijos y no al revés. En un niño de cinco a diez años habrá más cambios que los que vivirá en los siguientes 30 años. Los adultos pedimos a los hijos que se regulen con nosotros, y no funciona así, nosotros como padres debemos ir adaptándonos a sus cambios. Obviamente hay que poner normas, dar afecto y cariño. Pero antes debemos ocuparnos de lo que necesitan. Si tienen dotes artísticas, no obligarlos a estudiar ingeniería. En la adolescencia la prioridad ya no son los cuidadores, sino los compañeros. El 60 por ciento de las patologías en la adolescencia aparece porque las estrategias de regulación de la infancia no son las adecuadas. Un niño de 13 años sigue necesitando a sus cuidadores, una figura de referencia que le ayude a sostener lo que venga.
-¿Un adolescente conflictivo en su interior es un niño con miedo, que se siente solo?
-Una frase que me encanta dice que un niño que da problemas es un niño que tiene problemas. En terapia veo a adolescentes que sienten que si en su casa son muy agresivos con ellos, se sienten débiles, frágiles, por lo tanto pueden ser muy agresivos en el patio del colegio y así se sienten fuertes, poderosos. O también puede suceder que en casa hayan aprendido que la única manera de solucionar las cosas es a los gritos.
-¿Por qué algunos se autolesionan?
-Cuando uno se hace daño el cuerpo genera opiáceos, que quitan el dolor emocional. Es decir, el dolor físico inhibe el dolor emocional. A veces son personas que no sienten nada y otras veces no pueden expresar sus necesidades. Atendí a una niña brillante en los estudios y en otras actividades a quien nunca sus padres le habían preguntado qué quería hacer en su vida. Esto genera mucho malestar, rabia, que no se expresa por temor a que los padres se enfaden. Así se hacía cortes en el cuerpo que le producían mucha calma. Las autolesiones nunca van solas sino acompañadas de anorexia, bulimia, que generalmente se observan en mujeres; en los hombres es raro que suceda. Los hombres atacan a los demás, las mujeres lo hacen consigo mismas.
-¿Los yonquis del afecto existen?
-Son personas de apego ansioso, que solo saben regularse con otras personas y no saben estar solas. Lo hacen, permitiendo que las controlen, evitando que las abandonen, o bien controlando todo el tiempo para que no las abandonen. Y pueden llegar a matar o agredir a sus parejas cuando sienten que van a ser abandonadas. Cuando surge el miedo al abandono, matan.
-¿Cuanto más se intenta controlar, más se pierde el control?
-Obviamente si controlas a tu pareja todo el tiempo, perderás el control. Desconfiar, revisando adónde va, a quién ha visto, no es una actitud sana y finalmente se convierte en paranoia. Acerca del maltrato y la desconfianza, me gusta una frase que dice que la duda es como el agua del mar, mientras más la bebes, más sed tienes. Los controladores tienen dudas constantes, y cuantas más dudas tienen, más dudas les surgen.
-¿Qué hay que hacer para que las emociones trabajen a nuestro favor?
-Reflexionar a través de la regulación emocional. El mayor índice de salud mental es la reflexión, pero si eres impulsivo, o extremadamente rígido o controlador, te dejarás llevar por lo que los demás quieran hacer contigo. Ante la impulsividad, practica yoga, meditación; si eres rígido, intenta empatizar con lo que los demás sienten, poniéndote en sus zapatos. También un buen terapeuta te permitirá ser ese espejo que no tuviste y ayudará a reconducirte.
-¿Hay fóbicos a las emociones?
-Sí, son los rígidos, los controladores. Las personas con trastorno obsesivo compulsivo por ejemplo son muy fóbicas, no pueden sentir emociones. La obsesión, con la hiperactivación de las zonas del pensamiento, en las áreas corticales, es una forma de evitar las emociones.
-En la era de la felicidad, la depresión campea a sus anchas.
-Estamos cada vez más solos, más presionados, poniendo a los niños más peso en sus espaldas, y la comunicación es desastrosa. Felicidad era jugar a las cartas con mi abuela los sábados por la tarde en su casa, porque no teníamos tele. Esto se ha acabado. Los niños no saben comunicarse entre ellos, no saben jugar, se ha perdido lo que es la parte social de los mamíferos. Mi mejor amigo vive a media hora de casa y nos vemos cada seis meses. Vivimos en una sociedad que está enfermando. Curiosamente más gente vive en una ciudad y más solos nos sentimos.
-¿La depresión es un fenómeno biológico o psicológico?
-Todo es biológico. Para que ocurra algo en el cerebro, algo tiene que pasar en la biología. Por ejemplo, si hay déficit de serotonina, ¿qué lo causa?, porque no sucede espontáneamente en la mayoría de la población. Las nuevas generaciones tienen depresión, ansiedad, como no lo ha habido en la historia de la humanidad. Y la tendencia es creciente.
-En tu trabajo terapéutico utilizas la hipnosis.
-No es un tipo de hipnosis clásica ni ericksoniana. Con ella busco en qué momento la activación emocional provocó un síntoma y fue útil. Luego la recodificaré. Es decir, voy hasta ese instante para ver qué ocurrió y luego darle un significado nuevo. Para eso provoco un trance muy ligero y obviamente empleo otros recursos terapéuticos.
-¿Qué es el PARCUVE, modelo de terapia que has creado?
-Es un acróstico de pánico, ansiedad, rabia, culpa y vergüenza, un circuito emocional. He tomado contribuciones del psicoanálisis y de la terapia cognitivo conductual, entre otras corrientes psicológicas. Es un modelo en el que combino el sistema biológico de los mamíferos con los mecanismos de regulación de los seres humanos.
-Para ti, los dos pilares importantes en la terapia psicológica son el famoso “conócete a ti mismo” y “nada en exceso”.
-La primera frase aparece en el oráculo de Delfos y la segunda en el templo de Apolo, en Grecia. Decía Niezstche que todo lo que es absoluto en el ser humano pertenece al reino de la patología. Si como mucho, malo; si no como nada, malo. Frente a ello, la capacidad del ser humano de poder reflexionar y encontrar esa parte flexible entre el impulso emocional y lo rígido de querer comportarse de la misma manera para sentirse seguro.
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