Política y espiritualidad

¿Para qué han servido las reglas de juego que nos hemos dado como especie, desde un principio?

Aurelio Álvarez Cortez

Dice un colega que la política, como la entendíamos, ha muerto.

Quiero ir más allá: nunca ha existido. ¿Por qué? Porque, como tantas otras cosas, es una ilusión. Alguien podría arriesgar otra perspectiva: porque es una mentira. Y quizá también lo sea, porque, al margen de las buenas intenciones y banderas morales que se puedan enarbolar, el esquema de juego social siempre ha estado marcado, en la historia de la humanidad, por el ego.

Nada de lo que surge por este “manantial” puede tener existencia, solo asumirá apariencia.

¿Para qué han servido las reglas de juego que nos hemos dado como especie, desde un principio? Para preservar los intereses egoístas, entendidos como de supervivencia de un cuerpo, sin más.

El sufrimiento, el coste que hay por el hecho de creer que el ser humano puede controlar lo que sea, incluso su propia vida, se monta en este dogma que se debate entre el dolor y el placer.

El velo entre lo real y lo que llamamos realidad impide, desde esta perspectiva, dar lugar a una experiencia que no sea egoica, ilusoria.

Un apunte sobre los medios de comunicación tradicionales y su labor de informar. Como he trabajado durante años en uno en particular, más de un par de décadas, recuerdo alguna ocasión en que iba a visitar escuelas, colegios, para dar charlas sobre cómo era el trabajo en un periódico. Cuando algún estudiante preguntaba sobre la libertad de prensa, con cariño le corregía, respondiendo socarrón: “Libertad de empresa, libertad de empresa…”. Y aquí lo dejo.

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Sigamos. No me preocupa quiénes manejen nuestros datos, porque esos datos no me definen, no me afectan, son etiquetas que no me engañan. Y, de paso, pregunto: ¿qué datos?

Tampoco me preocupa un Nuevo Orden Mundial, que sería mejor decir Nuevo Desorden Mundial. Aquí no está en juego ningún orden sencillamente porque el Orden, entendido como tal, existe y se proyecta desde Algo que no “está” aquí. Por eso podríamos entender que todo es perfecto, aquí y ahora. ¿O no lo sentimos así? Porque si no lo sentimos así, tenemos “un problema”, y de los gordos. Sufriremos, tendremos pataletas y Buda seguirá sonriendo.

Lo que sí puede entreverse, si se quiere, es que estamos descorriendo ese velo, empezando por la experiencia individual, poco a poco. No todos, es verdad, pero cuando llegue el punto de masa crítica, para entendernos mejor, el contacto con lo real hará que, como consecuencia directa, las relaciones interser (gracias, Thich Nhat Hanh, estimado Thay) se darán con un modo diferente al hasta ahora conocido.

Hasta tanto esto no se produzca, queda el hacer no-hacer, es decir, estar en el mundo sin ser parte de él, como también lo expresara Jesús de Nazaret. La información la tenemos, ha trascendido cualquier ámbito de misterio o de claustros infranqueables. Cuidar la mente y el cuerpo. No vamos a extendernos en esto.

¿El miedo, las dudas, el sufrimiento? Quedan relegados ante las prácticas consabidas. En el caso de que alguien no lo tenga claro, que observe, escuche y sienta.

Y las almas que siguen viniendo a esta dimensión también deben tener acceso y práctica del conocimiento profundo. Cuidarlas, porque lo necesitan; protegerlas, “exclusivamente” de la ignorancia, y conectarlas en y con su Ser. Ahí nos encontramos todos.

Porque la Vida continuará abriéndose paso, más allá de nuestros egos ilusorios.



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