Alejandro Ferro
Descendiente de una familia de
samuráis que lucharon junto al famoso guerrero y poeta Ōta Dōkan en el
siglo XV, Akemi Tanaka vive en Londres. Es firme defensora del estilo de
vida holístico y la mentalidad japonesa, colabora de medios como The
Guardian y el Daily Telegraph, y fundó la organización Aid for Japan,
ONG que ayuda a las víctimas del terremoto y el tsunami que azotaron
Japón en 2011. Recientemente ha recibido un premio otorgado por el
Gobierno británico en reconocimiento a su trabajo benéfico. Akemi
es una comunicadora cultural especializada en la cultura nipona de gran
prestigio. Organiza visitas de estudio en su país natal y realiza
presentaciones en escuelas, universidades y centros culturales. Además
es una experta de la ceremonia del té, arte ancestral con estrecha
relación con el mindfulnessy la gratitud. Es autora del libro “Chōwa” (Kitsune Book).
-¿Chowa es un conjunto de principios filosóficos, un estilo de vida, una recopilación de preceptos religiosos? ¿Qué es exactamente?
-“Cho” significa búsqueda, investigar, y “wa” significa paz, así que chōwa es encontrar la armonía y el equilibrio en la vida.
-¿Tiene alguna relación con el budismo y el sintoísmo?
-En mi libro hablo sobre el sintoísmo y el budismo esotérico y cómo
los japoneses viven y piensan en el sintoísmo. En Japón no hay libros
para creyentes ni predicadores, así que la gente tiene que aprender en
el día a día por ellos mismos acerca del sintoísmo y el budismo.
En
el sintoísmo hay dos elementos importantes: primero, la naturaleza (la
ecología, la limpieza, que no haya basura fuera), y segundo, respetar a
tus ancestros. Sin tus abuelos, bisabuelos y tatarabuelos, tú no
existirías.
Mi familia practica el budismo esotérico. En Japón con
el sintoísmo celebramos en el templo el nacimiento de un bebé y los
funerales. Así es la vida. En el cristianismo se cree que nacemos con el
pecado, pero en el sintoísmo se cree que somos puros, blancos. Luego,
aprendes mientras vives y después mueres. Mi padre murió hace siete años
y realizamos un funeral según el budismo esotérico. Y es muy
interesante porque tuvo que estudiar mucho tiempo antes de marcharse a
otro mundo. Un profesor le enseñó durante siete semanas cómo morir.
Tras fallecer, seguimos dándole comida y agua cada día y luego se los
ofrecimos al jardín. La gente vive y muere, y vuelve a la naturaleza.
Debes hacer cosas buenas en vida, vivir bien, no malgastar el tiempo,
hacer algo por los demás, de ahí mi proyecto de caridad. Esa es la forma
de pensar del sintoísmo.
-Los valores del sintoísmo y el budismo, ¿se transmiten socialmente, por la familia o en la escuela?
-Es una pregunta muy interesante porque la mayoría de los japoneses
no se dan cuenta de que el sintoísmo porque forma parte de la vida
diaria. En Japón, el 31 de enero, sobre las once menos cuarto, hacen
sonar las campanas en todos los templos ochenta y ocho veces porque
tenemos la creencia budista de que el ochenta y ocho representa cosas
malas, así que antes de que empiece el nuevo año tocamos las campanas
ochenta y ocho veces para librarnos de los malos presagios. El 1 de
enero mostramos nuestros respetos a la familia, tomamos comida especial y
bebemos sake. Luego vamos al santuario sintoísta y al templo al día
siguiente.
En febrero antes celebrábamos el Año Nuevo como en
China, pero cambiamos la fecha cuando abrimos las fronteras. Hacemos una
gran celebración. En marzo y en mayo celebramos nuestro cumpleaños, las
mujeres en marzo y los hombres en mayo. En el cristianismo pensáis en
vosotros mismos como individuos, pero en Japón pensamos en nosotros como
grupo.
Cada mes tenemos nuestras propias festividades, pero según
el sintoísmo no hay ningún día específico para ir a la iglesia. Es muy
distinto al cristianismo.
-¿Hay alguna diferencia entre el wabi sabi y el sintoísmo o el budismo?
-Si le preguntas a los japoneses qué es el wabi sabi, cada persona te
responderá algo distinto. Por ejemplo, mi imagen del wabi sabi es la
ceremonia del té. Este rito empezó hace quinientos años y, ahora,
todavía lo realizo de la misma forma que cuando se inició, de la manera
tradicional. Lo importante no es que sea bonito, lo importante es que
apreciamos el arte mientras lo realizamos. Primero, aprendemos sobre la
vida mediante la caligrafía. Luego, para los arreglos florales, no los
compramos en la floristería, sino que vamos al campo y recogemos las
flores típicas de la estación. Así conocemos qué flor está más bonita en
cada estación. También aprendemos mediante la cerámica, que puede venir
de China, Corea o Japón, del siglo ocho.
En la ceremonia del té no
cotilleamos, hablamos de arte. Todos llevamos kimonos, adoptamos una
buena postura corporal, nos quedamos en silencio, escuchando los sonidos
del jardín y del agua. Es muy pacífico.
-¿La ceremonia del té es un ejercicio de meditación?
Sí, uno muy bonito. Mis ancestros lucharon por la familia Tanaka en
la época en que nació esa tradición. Imagino cómo, generación tras
generación, mis tatarabuelos y tatarabuelas disfrutaban con ese rito y
sus kimonos. Cuando realizo la ceremonia del té, como lo hacían hace
quinientos años, imagino a alguien utilizando la misma tetera y, al
hacer eso, siento su vida.
Toda esa forma de pensar, estar en silencio, tomar dulces, hablar de arte, es muy terapéutico, bonito y relajante.
-¿Qué es el método kakebo?
-En Japón el hombre trabaja y la mujer se queda en casa. El salario del hombre pasa automáticamente a la mujer y ella es la que decide cómo repartir el dinero. Le da al marido dinero para el almuerzo. Luego decide cuánto destina a la educación, por ejemplo, y cuánto ahorra. Lo anota todo, cuánto gasta y a dónde va el dinero. Es muy importante porque en las bodas y en los funerales la gente da dinero, y tiene que apuntar cuándo dinero tiene que proporcionar y cuánto recibe. El kakebo es mantener el registro.
-¿Cuál es el significado de “leer el aire”, la idea de “leer el ambiente”?
-Leer el ambiente es el silencio. En Japón, cuando conoces a alguien, haces una reverencia, os miráis mutuamente, intercambiáis tarjetas, averiguáis quién es más joven, la ocupación. Ese primer encuentro es muy importante porque quieres mostrar tu respeto hacia esa otra persona y ésta también hacia ti. Si es mayor que yo, tengo que inclinarme más que ella y utilizar un lenguaje muy educado. Leer el aire es entender a esa persona sin necesidad de hablar. Sé que es difícil, pero, por ejemplo, si hay un grupo de japoneses, normalmente la gente se fija en los demás porque no quieren ser maleducados con ellos. Eso es “leer el aire”, tener cuidado con lo que dices, pensar antes de hablar, respetar el silencio y entender a la otra persona antes de decir nada.
-¿Algún consejo para manejar las emociones negativas?
-Lo importante que tenéis que recordar es que nadie es perfecto y,
después, perdonarnos a nosotros mismos. Por ejemplo, cuando tenía
treinta años estaba divorciada y fundé mi propia escuela para enseñar
inglés británico, Japón había estado ocupado por los estadounidenses y
ninguna mujer emprendía su propio negocio. Pensé que, aunque nadie me
ayudara, iba a hacerlo.
Si fracasas, si cometes un error, no te
preocupes, vuelve a levantarte porque no has muerto. No te rindas nunca.
Si crees en algo, sigue intentándolo. Si lo haces, estarás bien.
Incluso ahora los hombres mayores me preguntan qué hago, y ya no soy una
mujer joven. ¡Mírame, tengo sesenta años! Las mujeres jóvenes tienen
muchas desventajas y, como ya no lo soy, puedo hacer lo que quiera.
Cuando tenía veinte años era difícil manejar la decepción, la tristeza y
ser acosada sexualmente por hombres. Es muy difícil, pero no hay que
rendirse nunca. Ahora estoy aquí y quiero ayudar a los jóvenes.
En
mi libro hablo sobre Shuri, que tiene la misma edad que mi hija. Cuando
tenía veintiséis años, un hombre la drogó y la violó. Luchó durante un
año y dio conferencias, pero como él era amigo del primer ministro, no
pasó nada. Por ese entonces ella vivía en Tokio y yo en Londres. Había
recibido amenazas de muerte y su familia también, así que contacté con
su abogada y le escribí para que se quedara conmigo en Londres. Estaba
traumatizada, no podía dormir, y se quedó conmigo durante seis meses.
Entonces pudo dormir, salir a correr porque nadie la conocía, y en esos
seis meses escribió un libro contando lo que le había pasado. Ahora se
ha publicado en Japón, China, Corea y Francia. Mi objetivo es hablar de
Shuri porque ella lo hizo por otras mujeres, porque nadie la ayudó. Es
una suerte que haya sobrevivido.
Mi libro es en un 95 % acerca de la
bonita cultura japonesa, el resto es por las mujeres. Quiero ayudar a
mujeres jóvenes como Shuri, que ahora es como una hija para mí, y ese es
el objetivo oculto de mi libro.
-¿Qué significa aprender a aprender y enseñar a tus maestros?
-Soy profesora y estudiante a la vez. Mis alumnos son también mis profesores y, como soy japonesa, lo que para mí es normal a mis alumnos de Londres les sorprende. Ellos me preguntan, les respondo y luego pregunto qué es normal para ellos. De este modo aprendo de mis alumnos y de la cultura inglesa. Es muy bonito porque así aprendemos juntos.
-¿Se puede encontrar el equilibrio entre el trabajo y nuestra vida personal?
-Piensa siempre en positivo. Por cada cosa mala puedes encontrar algo positivo. En Japón miramos mucho los pros y los contras. Si nos pasa algo, pensamos tanto en los puntos positivos como en los negativos y los comparamos para encontrar la prioridad. El equilibrio es ver qué es más importante. Sé que pasan cosas tristes, como los tsunamis y los niños que pierden a sus padres. ¿Imaginas perderlo todo con solo diez años? Una chica me dijo que si no lo hubiera perdido todo, no me habría conocido ni habría venido a Londres. Ahora piensa que Londres es su refugio.
-En tu libro comentas que no solo debemos intentar cambiar nosotros mismos, sino que también debemos cambiar el mundo. ¿Es momento para la acción o la reacción?
-Cambiar el mundo es algo muy grande. La forma de pensar japonesa es primero cambias tú. Luego, todos juntos, poco a poco, podemos cambiar de forma dramática. Así que lo importante es que si cambias, ¡bien hecho! A veces, si no nos pasan cosas malas, no podemos cambiar a mejor. Si mueres, eso es todo, no ocurre nada. El mundo está cambiando poco a poco y podemos hacer algo, trabajar en el pensamiento positivo, para apoyar ese cambio. Nunca os rindáis.
-¿Por qué decidiste crear la organización benéfica para las víctimas del tsunami de 2011?
-Cuando pasó lo del tsunami, mi hija y yo hablamos por teléfono. Ella
estaba en la Universidad de Oxford en época de exámenes y yo trabajaba
como intérprete. Ella tenía un examen muy importante y mi trabajo
también lo era, así que lo mejor que podíamos hacer en el momento era
que ella sacara buena nota y yo hiciera un buen trabajo. Luego haríamos
algo por las víctimas del tsunami. Hay momentos en los que tienes que
decidir qué es lo más importante.
No debía preocuparme por el
dinero, ya estaba divorciada de mi segundo marido, tenía un trabajo y
vivía bien sola. Pensé que podía hacer algo desde Londres por los niños
que habían sobrevivido al maremoto. Primero tenía que crear la
organización, luego conocerlos y después investigar cómo podía ayudar
(como chōwa). Entonces debía ir a Japón a conocer a los niños y a sus
abuelos, porque vivían con ellos. Fue muy triste. Tenían que cuidar de
sus nietos y darles una buena educación. En Japón hablar inglés
significa poder conseguir un buen trabajo y entrar en una buena
universidad. Así que decidí que podía ayudarlos de esta manera: invitar a
esos niños todos los veranos a Londres y para eso hablaba con los
abuelos por teléfono. La organización todavía sigue funcionando porque
el más pequeño ahora tiene quince años.
Más información y contacto en akemitanaka.co.uk