Celebra tu potencial infinito

“Neurociencia aplicada al día a día” es un campo interdisciplinario concebido por David del Rosario, polifacético investigador que asegura que somos muchísimos más libres de lo que creemos. Y advierte que "un pensamiento al que le damos condición de hecho empieza a condicionar el mundo en que vivimos"

Aurelio Álvarez Cortez

Científico, investigador, músico, cineasta y escritor, David del Rosario presenta la “Neurociencia aplicada al día a día”: un campo interdisciplinario que ofrece la posibilidad de aprender a vivir la vida de forma coherente con la manera de funcionar de nuestra mente, nuestro organismo y de la vida. Su trabajo ha sido difundido en diferentes medios de comunicación a nivel internacional y ha obtenido un gran éxito con “El libro que tu cerebro no quiere leer” (Urano).
Web oficial: daviddelrosario.com
En Facebook y Twitter: @delrosariodavid
En Instagram: @daviddelrosario_oficial
“El libro que tu cerebro no quiere leer” en Amazon: https://cutt.ly/khcTWby

-¿De qué modo acercas el conocimiento de la neurociencia a la vida cotidiana, David?

-Sepamos o no cómo funciona, estamos 24 horas al día, 365 días al año, con nuestro cerebro. Tratamos de hacerlo lo mejor posible con los conocimientos que tenemos, y es ahí donde descubrimos la utilidad que posee la neurociencia en nuestro día a día.

La neurociencia tiene muchas ramas. Una, por ejemplo, trata enfermedades como el Alzheimer desde un punto de vista biológico o estructural. Hay muchos investigadores que se dedican a ello. Pero un día descubrí que no sabía cómo funcionaba y surgió una pregunta: qué ocurre si empiezo a comportarme de una manera coherente con la forma de funcionar mi mente, mi cerebro. Así surgió la rama a la que me dedico, y que me he atrevido a andar, que es la neurociencia aplicada al día a día, por el placer de descubrirnos.

La neurociencia y la ciencia en general no sirven para tener razón, sino para tener una perspectiva de vida desde un ángulo diferente. Y al sumar la ciencia con otros puntos de vista, alcanzamos una mirada integrativa.

Esto nos genera la libertad de ser conscientes de cómo funcionamos; saberlo nos devuelve la libertad de decidir. Las personas tenemos miedo a lo desconocido y, si vivimos sin saber cómo funcionan cerebro y mente, si vivimos siendo auténticos desconocidos para nosotros mismos, podemos terminar temiendo a la vida, con miedo a nosotros mismos. Este es el punto de partida.

Una de las cosas que nos enseña la neurociencia aplicada al día a día es que somos muchísimos más libres de lo que creemos. Un pensamiento al que le damos condición de hecho empieza a condicionar el mundo en que vivimos.

- Anuncio -

-Según se observa, en algunas cuestiones estamos todavía como si fuéramos cromañones o neandertales. Tener cerebro no es sinónimo de inteligencia.

-Las personas creemos que alguien es inteligente cuando su forma de percibir el mundo se parece a la nuestra, del mismo modo que se convierte en idiota cuando dice o propone algo opuesto o muy diferente. Desde el nuevo ángulo que nos aporta la neurociencia en el día a día, te das cuenta de que la inteligencia no es tal cual la distinguimos. Tu cerebro forma el mundo que percibes, solo es una propuesta de las millones o infinitas opciones que hay.

Al comprenderlo, pierdes la necesidad de defender tu punto de vista, abriéndote a otras posibilidades. Este camino nos lleva a aprender algo nuevo. Pesa mucho sostener nuestro punto de vista durante años, cada vez más, y duele. Al abrirnos a trascender esa idea tan nuestra, podemos mirar más allá. Así descubres que aquello que crees no es más que una propuesta neuronal de tu cerebro, un pensamiento, sostenido en el tiempo. Los pensamientos no se sostienen solos en el tiempo si tú no los sostienes.

¿En qué se diferencian un recuerdo y una creencia? Un recuerdo es una propuesta neuronal de tu cerebro que apunta al pasado y una creencia es una propuesta neuronal a la que tú le das condición de hecho. Son posibilidades. ¿Por qué sostienes una creencia? La respuesta no es un argumento racional, sino una sensación. Cuando te preguntas por qué estoy sosteniendo esto, sientes algo. En ese sentir está la respuesta.

Nuestro organismo está configurado de este modo. A la vida intentamos siempre darle un tratamiento mental, racional, lo que nos lleva a pensarla en lugar de vivirla. No digo que pensar esté mal, sino que solo pensar no nos permite vivir, y tenemos un organismo y un cerebro diseñado para vivir, no solo para pensar.

-¿Podemos fiarnos de nuestra memoria autobiográfica? ¿Discutimos por imágenes y no por realidades?

-No estamos diseñados para ver la realidad sino para imaginarla. Dos personas que viven la misma situación pueden pensar y sentir cosas distintas. Aquello que sentimos no procede de una situación sino de algo que está nuestro interior. Como no tenemos la capacidad de ver la realidad, sino de imaginarla, creamos pequeñas unidades mentales; las imágenes mentales.

Creamos una imagen mental para intentar averiguar qué está pasando “ahí fuera”, y si no es lo suficientemente buena, abrimos los grifos de los sentidos. ¿Para qué voy a emplear energía todo el tiempo para ver la realidad si me la puedo imaginar?

Nuestro cerebro es un obseso con la eficiencia energética, y no solo nuestro cuerpo, también cualquier organismo vivo. Lo podemos ver en los músculos, así como en áreas como la memoria, la atención…

Cuando vas al gimnasio, si te pones a ejercitar tus bíceps, estás usando mucho ciertos músculos. Tu cerebro interpreta que esos grupos musculares son útiles y empiezas a generar masa muscular. Esto es aplicable a los pensamientos. Al repetir un pensamiento lo estoy sosteniendo en el tiempo y la capacidad de este pensamiento de convertirse en un hecho aumenta.

Todo esto nos lleva directamente a la empatía. Si yo soy consciente de cómo funciona mi mente y mi organismo, si soy consciente de que mi pensamientos solo son una propuesta neuronal, y tú y yo genéticamente somos 99,9% idénticos, voy a poder abrirme a respetar aquello que tú piensas porque también es una propuesta neuronal.

No es más que ser honesto contigo mismo y decir “si lo que yo pienso no es más que una posibilidad, también lo que otro piensa lo es”. Por lo tanto, dejamos a un lado esa manía de defender y sostener ideas, pensamientos, para abrimos a descubrir algo nuevo acerca de nuestro cerebro y mente que no sabíamos.

Los encuentros entre personas son oportunidades para hacernos más grandes, para aprender. Confundir lo que veo con la realidad es una de las principales fuentes del sufrimiento moderno.

-¿El cerebro trata en todo momento de ofrecernos un buen presente?

-Al cerebro no le importa la verdad, por eso imagina el mundo. Lo que al cerebro le importa es la coherencia. Por ejemplo, los recuerdos no son algo que tengo almacenado en el hipocampo, en una estructura cerebral concreta, y lo recupero cuando quiero. No. Nuestros recuerdos se están regenerando en tiempo real. Los estoy construyendo con quien soy yo ahora, con mis redes neuronales como están en este momento.

Los recuerdos cambian con el tiempo. Además nuestra memoria no tiene la capacidad de almacenar hechos, sino de simular lo que pensamos y sentimos en una situación, no la cantidad de rayos gamma que había en ese instante o el campo magnético. Recordamos propuestas neuronales y emociones. Al hacerlo, eso está siendo modificado por quien soy ahora y los recuerdos no podrán ser una caja fuerte.

De ahí que las decisiones basadas en recuerdos no tienen mucho sentido. Los recuerdos no poseen la capacidad de dirigir tu vida, son una herramienta para reducir el consumo energético.   

Los cerebros están hechos para conectarse. Con la técnica de hiperscanner, podemos medir cuando dos personas entran en sincronía cerebral. Entrar en sincronía significa compartir un espacio de la mente completamente nuevo al cual cada uno de ellos no puede acceder de manera individual.

Esta tendencia a integrarnos, a la unidad, comienza en nuestro cerebro. Para ello tenemos que empezar a dedicar tiempo a aprender cómo funciona la mente y el organismo, no para ser más felices o buenas personas, sino porque vamos todo el día con él. Conocernos es de sentido común.

Cuando negocias con la vida para que todo te vaya mejor, lo haces porque tienes miedo. No confías. La confianza en sí misma, por definición, no puede contener miedo.

Hay otra fuente de miedo constante: lo desconocido, no conocerte a ti mismo. Las situaciones tienen dos contextos: uno externo, el que todos compartimos, y uno interno, íntimo y personal. En este último, en este diálogo contigo mismo, influye y mucho cuánto te conoces. De este modo, descubres que no eres esclavo o víctima al 100% de una situación porque hay un contexto interno en el cual puedes hacer algo.

En el contexto interno encuentras la libertad. Cómo vivo una situación depende de mí. Puedo tomar mis riendas. Puedo convertirme en un elemento activo del contexto.  

-¿Qué herramientas tenemos a mano para adaptarnos y desarrollarnos?

-Hay muchas. Una que me encanta es la regla de los tres segundos que proviene del trabajo del investigador Karl Popper. Desde un punto de vista cognitivo, generamos la imaginación de la realidad en bloques de tres segundos. Esto significa que, cada tres segundos, tenemos la oportunidad de percibir la vida completamente distinta, algo que nos lleva a responsabilizarnos de nuestra vida. ¿Quién o qué es aquello que está sosteniendo las cosas en el tiempo? Nosotros. Y esa decisión la tomamos consciente o inconscientemente cada tres segundos.

Esta regla es súper bonita porque me recuerda que cada tres segundos tengo la posibilidad de ser feliz, de percibir o imaginar mi vida totalmente diferente. Esta regla me alinea con el modo de funcionar de mi mente y organismo. Todas las propuestas que respeten esa coherencia entre mi comportamiento y mi forma de funcionar para mí son oro.

Otra regla dice que las emociones no son para estar gestionadas o educadas, sino para ser sentidas. Cuando trato de gestionar, de poner en marcha cualquier estrategia para dejar de sentir lo que siento, me opongo a mi manera de funcionar.

Si quieres cambiar las emociones estás negociando con la vida. Cuando dices que gestionas para no sentir otra vez lo mismo, o para no hacerlo con tanta intensidad, hay miedo. Las redes neuronales del miedo están activas y la confianza no tiene lugar, porque usan las mismas redes neuronales para funcionar. En cada situación confiamos o tememos.

-¿El miedo carece de fundamento matemático?

-El miedo forma parte de la vida, y todo puede ser estudiado a través de la matemática, la  neurociencia, la ingeniería… Si empiezo a calcular la probabilidad de que el miedo sea real, nos damos cuenta de que es muy, muy baja. Es mucho más probable que me caiga un rayo a que el miedo acierte.

Si genero una biología de supervivencia, activando mi respuesta de lucha-huida, capitaneada por los corticoides entre 8 y 12 veces al día, eso hace que mi biología sea la de un superviviente a lo largo de todo el día, lo cual aumenta mis probabilidades de enfermar, deprime mi sistema inmunológico, mis procesos energéticos, como la digestión, entre otros efectos.

En este caso, el dicho “más vale prevenir que curar” es contraproducente porque, si mi miedo nunca acierta matemáticamente, la prevención aumenta mi posibilidad de enfermar… No tiene sentido.

El miedo moderno, el miedo psicológico, desde un punto de vista matemático no tiene ningún sentido. En lugar de temer, podríamos celebrar posibilidades. Creemos que el miedo nos protege, sin darnos cuenta de que nos enferma y nos empequeñece.

El estrés no hace nada bueno en el organismo, nos enferma no solo fisiológicamente. El miedo es sentible, vivible, pero para vivirlo tengo que dejar de querer gestionarlo. Tengo que dejar de pensar únicamente la vida y comenzar a vivirla.

-¿Podemos cambiar la forma de pensar y reeducar el cerebro?

-El cerebro está diseñado para cambiarse todo el tiempo, no para sostener una forma de pensar en el tiempo. En este sostener, aparte de que nos anula creativamente, pierdo muchísima energía de una forma rematadamente estúpida.

Lo normal es que cada día estemos abiertos a una nueva posibilidad. No es sano mentalmente que alguien esté pensando lo mismo y defendiendo sus ideas durante 20 años. Eso genera mucho dolor. Nuestra naturaleza es absolutamente plástica.

El cerebro está todo el tiempo a nuestro servicio ofreciéndonos un buen presente repleto de coherencia. Pero no le sacamos partido, al revés, tratamos de darle a un pensamiento la condición de hecho, cuando es solo una propuesta. La función del cerebro es pensar, ¡deja en paz a tu cerebro! Tu pensamiento no eres tú, solo es una propuesta neuronal.

-El aburrimiento… No damos lugar al vacío, al no hacer.

-Para mí, el aburrimiento nace de una pequeña equivocación y es no darte cuenta de que tú no piensas sino tu cerebro. Podemos hacer un experimento. Si te pido que, ahora mismo, dejes de pensar o no pienses en un coche… ¿Qué ocurre? Probablemente no puedas evitarlo. Esto pone de manifiesto que tu red neuronal por defecto está todo el tiempo proponiendo pensamientos, igual que tus pulmones respiran. Por ejemplo, al respirar, puedes decidir el volumen de aire y a qué velocidad inspiras o espeiras el aire, es decir, puedes influir en la respiración, pero eso no significa que respires tú sino tus pulmones. Lo mismo ocurre con los pensamientos y tu cerebro.

Cuando no ves esto, empiezas a ser víctima de ellos. Los pensamientos pasan a ser un grillete que a veces aburre porque no te dejan mover a nivel neuronal. ¿Y por qué no puedo moverme? Cuando presto atención sostenida a un pensamiento mi cerebro piensa que ese pensamiento es útil, y por lo tanto la próxima vez que viva algo similar con mucha probabilidad propondrá el mismo pensamiento. De este modo, vuelvo a repetir mi historia una y otra vez, y tendré la sensación de vivir un círculo aburrido. ¿Cómo rompo el círculo? Si yo retiro la atención de un pensamiento en lugar de sostenerla en él, mi cerebro interpretará que ya no es útil y, por lo tanto, la probabilidad de que vuelva a proponerlo disminuirá. Así se abre la posibilidad de reeducar tu cerebro.

Reeducar el cerebro significa empezar a comportarte de un modo coherente según funcionas. ¿Y qué beneficio tiene? Tal vez no te hará más feliz, tal vez no encuentres la pareja que buscas, pero descubrirás un aspecto de tu vida que no has indagado. Y, como buen investigador, vale la pena averiguarlo. Así comienzas a entrar en tu laboratorio personal, en tu mente. Así comienzas a conocerte, y para conocerte ni siquiera necesitas tiempo libre. Puedes hacerlo en el trabajo o en situaciones estresantes, porque son las situaciones donde podrás descubrir todo el potencial para descubrir, donde podrás transformarte y compartir.

Pensamos que cuando nos aislamos del mundo todo será maravilloso, seremos felices… Sin embargo, entramos en un círculo de aburrimiento. No estás aburrido sino identificado con lo que piensas, tienes un pensamiento que apunta al aburrimiento. Si asocias pensamiento y aburrimiento descubrirás que no estás aburrido; solo piensas que estás aburrido y sientes sus efectos. No se trata de hacer un viaje intelectual, es mucho más fácil vivirlo.

Puedes pensar «siempre estoy igual», prestarle atención sostenida, y darle un uso circular a tu cerebro. Entonces puedes aburrirte e invertirás mucha energía en ello. Sin embargo, tu cerebro está diseñado para dinamitar creencias, es decir, pensamientos a los que una vez les diste la condición de hecho.  

-Hablas de un GPS hacia la felicidad. ¿Existe una fórmula de la felicidad desde la neurociencia?

-No he conocido a nadie que no busque la felicidad o, mejor dicho, que busque su idea de felicidad. La felicidad está basada en imágenes mentales. Por ejemplo, mi imagen feliz de casa está compuesta por un lugar de mi propiedad, un lugar con una decoración bonita y agradable (que no todo sea del Ikea), donde todo esté en orden, con mucha luz… etcétera. Esa sería mi imagen mental feliz de casa. Del mismo modo, las personas tenemos una imagen mental feliz de todo.

A través del núcleo accumbens y acompañado por otras estructuras, el cerebro compara mi momento presente con una imagen mental feliz. La divergencia que exista, la distancia entre ellas, es el sufrimiento. Por lo tanto, mi sufrimiento será proporcional a lo diferente que sea mi momento presente y mi imagen mental feliz de ese momento.

Todo el tiempo viviendo los resultados de una comparación. En el momento en que yo consiga que todos los aspectos de mi vida, todas mis imágenes felices, coincidan con este momento, intentaré mantenerlo por todos los medios y sufriré de nuevo debido al miedo a perder.

Hemos creado una imagen de felicidad nada coherente con nuestra forma de funcionar. Es el momento de dejar nuestra idea de felicidad a un lado para abrirnos a una nueva posibilidad, a la posibilidad de empezar a vivir la vida en lugar de únicamente pensarla, a la posibilidad de dejar de buscar nuestra idea de felicidad. ¿A dónde nos llevará todo esto? No lo sabemos de antemano. Observa cómo, otra vez, queremos encontrar la respuesta a la pregunta únicamente pensando cuando la respuesta a la pregunta es una experiencia. En esa experiencia se encuentra la posibilidad de ser feliz.  

  Si quieres ver el vídeo completo de la entrevista a David del Rosario, aquí lo tienes.



Lo más destacado

Stanislav Kondratiev
de Unsplash