Viaje a nuestro cerebro

La neurociencia ha confirmado que los humanos nos transformamos con cada experiencia. La grandeza está en que sepamos dirigir ese proceso. Rosa Casafont, licenciada en Medicina y Cirugía y máster en Neurociencias

Aurelio Álvarez Cortez

Es médico por vocación, dirigió equipos integrados por profesionales de diferentes disciplinas, destinados a la prevención. Luego incursionó en el campo de las neurociencias y de la neurobiología del comportamiento, que le permitió crear el Método Thabit, definido y estructurado desde esos dos campos, la medicina y las neurociencias. Es autora de varias publicaciones, entre ellas “Viaje a tu cerebro. El arte de transformar tu mente”, de Desclée De Brouwer.
Más información en www.doctoracasafont.com

-¿Es posible transformar nuestra mente?

-No es posible… es inevitable. La neurociencia ya ha confirmado de forma repetida que nosotros nos transformamos con cada experiencia. Toda experiencia nos cambia y nos influye, y en función de nuestro filtro mental podemos hacerlo de una forma u otra forma. La grandeza está en que nosotros sepamos dirigir ese proceso.

-Afirmas que al cerebro nunca lo vamos a conocer en profundidad.

-Cuando somos capaces de comprender algo que no entendíamos previamente, nuestro cerebro ha hecho un progreso, y esto es un nuevo reto de conocimiento. Siempre tenemos esa ilusión por acabar de comprender lo que somos realmente, pero quizá sea eso, una ilusión absoluta. Un ejemplo, la lectura de un libro. Me gusta releer algunos libros en los que he subrayado párrafos que me llamaron la atención en su momento, y descubro que hay otros más que no he remarcado. ¿Cómo puede ser, si ahora los considero tan interesantes? Mi explicación es que en aquel momento la mente no estaba abierta para prestar atención a ese texto y en este instante sí.

-Explicas detalladamente la estructura, funcionamiento y demás detalles del cerebro. ¿Esa información es necesaria y útil para quienes no somos profesionales?

-El autoconocimiento neurobiológico del cerebro, su estructura y funciones, es lo que nos puede empoderar para no hacer un dogma de fe a la hora de dirigir nuestro proyecto de vida. Es la base de mi trabajo y no voy a prescindir de ella. Somos eso. Nuestra mente se expresa, se crea y recrea a través del cerebro y del cuerpo.

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-¿Por qué no se aprovecha más el efecto placebo?

-Yo creo que sí, lo aprovechamos. Sucede que de todo conocimiento se puede hacer un abuso o tergiversarlo, entonces puede haber opiniones erróneas sobre un efecto tan beneficioso. Al conocerse más, se sabe por qué se produce. Nuestra esencia es muy sabia.

El efecto placebo se está aplicando hoy en día en la ciencia. Nuestro pensamiento tiene un poder increíble. Las creencias tienen un papel fundamental en nosotros; tanto las creencias saludables como las desfavorables producen un efecto neurobiológico totalmente diferente.

¿Siempre funciona? No siempre, pero mayoritariamente sí. Estudios con un rigor científico han podido explicar por qué las caricias pueden sanar, o unos masajes, una palabra amorosa, como también la risa, ayudan al sistema inmunitario. Todas estas son herramientas y procedimientos gratuitos, IVA incluido (risas).

-Hablando de herramientas, ¿una fundamental para dirigir la autotransformación es la atención?

-Sí, y me refiero a la atención operativa. Es la atención consciente, que gasta mucha energía. Debido a ello, nuestro cerebro, de vez en cuando para regenerarse, deja de prestar atención consciente y se activa  la Red Neuronal por Defecto (RND). Esta red ordena la información sin que seamos conscientes de ello, para tenerla a disposición cuando nuestra atención consciente esté nuevamente trabajando.

Es decir que tenemos sistemas, funciones de alto nivel, procesos de información consciente e inconsciente, que se ponen de acuerdo para que podamos extraer el máximo potencial… si nos cuidamos. Si no lo hacemos, maltratando a nuestras relaciones, al entorno o a nosotros mismos, el resultado es diferente. Le damos mucho trabajo a nuestra esencia para que pueda brillar.

-¿Qué es más importante, lo que quiero o lo que no quiero?

-Nuestro cerebro detecta lo que puede ser una amenaza más rápidamente que lo que puede ser saludable, agradable, porque ahí no peligra nuestra existencia. Por tanto, es muy interesante saber lo que no quiero para mí. Pero también tenemos una predisposición innata a pensar negativamente. Generamos 60 mil pensamientos diarios, que se coordinan con una ducha química saludable o no, y si es este el caso, deteriora nuestro sistema inmunitario.

Hay formas de convertir lo que no quiero en lo que quiero. En el método Thabit se describe un procedimiento de cambio de pensamiento negativo a pensamiento positivo, para facilitar esa transformación saludable, automatizando la observación mental de lo que quiero para ver una oportunidad, trabajar en ella y crecer en valor, química, neural y físicamente.

-En el contexto presente, ¿cómo nos posicionamos ante los efectos neurobiológicos que generan el miedo, la frustración, la incertidumbre?

-Primero, viviendo con los ojos abiertos, observando lo que nos trae la vida. Debemos alimentar el conocimiento con informaciones válidas, de referentes con valor. Los expertos en nuestra sanidad, que son los que tienen más criterio para asesorar qué debemos hacer en cada momento, y contando con que quienes toman decisiones se dejan asesorar por ellos.

Un segundo factor es la aceptación. Al aceptar, estoy en disposición de empezar a influir desde la proactividad. No tengo que ser pasivo, sino proactivo y hacer la diferenciación entre riesgo y peligro.

Debo saber que observar el peligro en forma constante me genera un estrés crónico. Mirar y escuchar continuamente las noticias me genera estrés, impotencia, incertidumbre, y no me ayudará en absoluto a sobrellevar esta situación saludablemente.

El riesgo es diferente, es una probabilidad, y por tanto puedo ayudar a disminuirla si observo dónde estoy situado yo en cada momento. Si observo qué oportunidades tengo dentro de las limitaciones que me marca esa situación, podré influir en esa realidad.

No me gusta hablar de una “nueva normalidad” porque de normal no tiene nada; es una nueva realidad que creamos cada uno de nosotros.

-¿Cómo explicas que la corteza prefrontal del cerebro es un director de orquesta o un simulador de vuelo?

-Tiene un gran protagonismo en la toma de decisiones, en la flexibilidad de la conducta, en la inhibición de los impulsos, es donde se genera el sentimiento, la sede de las funciones ejecutivas. Además la corteza prefrontal es nuestro simulador de vuelo porque nos permite volar con la imaginación y anticipar el futuro y traerlo a nuestro presente.

-Creaste el Método Thabit para lograr el cambio o refuerzo de hábitos saludables y hacerlos automáticos, en base a tu experiencia y formación. ¿Por qué ese nombre?

-Thabit ibn Qurra fue un médico y matemático del siglo IX, que ideó un teorema que permite hallar pares de números amigos. También era aficionado a la astronomía, descubrió una estrella que lleva su nombre, en la constelación de Orión. Un compañero de trabajo, Jordi Tosca, me habló de él y decidí que su nombre lo iba a utilizar en algún proyecto de mi vida. Llegó el momento, tras mi formación en neurociencias, y pensé que era la metáfora adecuada: Thabit y yo, los dos médicos, su estrella es la metáfora de la neurona, y Orión, mitología aparte, una metáfora de nuestro cerebro estelar. Además esa estrella tiene más resistencia que nuestro Sol, brilla y pesa más. La que resiste… resiliencia, perseverancia, conceptos que se integran en el método Thábit.

La aplicación principal es en los ámbitos de la salud y educación, incluso en la educación familiar. En ese sentido, también es un trabajo holístico.

-¿Qué integra el método?

-No se trata de hacer psicoanálisis, al que respeto mucho; tampoco de pensar en nuestros miedos más profundos, sino de jugar, partiendo de un autoconocimiento. Para ello disponemos de herramientas rápidas, de sentimiento;  otras más lentas o sólidas, de pensamiento, y los comodines de interacción, que son las que me ayudan a interactuar.

Con más de treinta herramientas, aprendemos a automatizar hábitos saludables, para dirigir nuestra existencia y poder acompañar la vida de nuestros hijos, o influir saludablemente en la vida de nuestros compañeros de vida. Mi marco referencial es fórmate en valor e influye desde él, en tus relaciones.

-Eres un médico experto en neurociencia que habla de chakras, prana, análisis transaccional, sincronicidad de Jung, bioenergética de Lowen; tienes como fuentes a Deepak Chopra, Joe Dispenza… ¿Una oveja negra o una constructora de puentes?

-¡Estoy en el rebaño! Me gusta sumar, construir, me interesa el ser humano, como también el valor de las personas. Leo muchísimo, me encanta, como también descubrir cosas que aportan. ¿Por qué tiene que ser excluyente?

Deepak Chopra me parece un pensador genial, un hombre que ha ahondado en su espiritualidad, aparte de ser un médico de prestigio, con un recorrido más que demostrado. También, Ignacio Morgado, que tiene otro ámbito de actuación, o Álvaro Pascual Leone, otro de mis referentes y con características netamente distintas de Chopra. ¿Por qué no?

Cuando somos capaces de hablar de todo progresamos, reevaluamos creencias, y cuanta más diversidad, mejor. Si se parte del respeto, progresamos. Apuesto por el conocimiento y el espíritu crítico, que todo el mundo pueda explorar. La mente tiene una esencia exploradora.

Es muy importante generar puentes de conocimiento, de relación, me implico aprovechando el conocimiento de muchos campos. La neurociencia, precisamente, junto con otras especialidades, ha avanzado tanto en los últimos años, aunando diferentes disciplinas, para progresar en el conocimiento de lo que somos.

Imagen: Josep Maria Sanz



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