Miguel David
Psicólogo y psicodramatista
Desde los años 40 algunos educadores y terapeutas, sobretodo en Reino Unido y EE.UU., empezaron a incorporar técnicas artísticas y expresivas en su quehacer, y hasta la actualidad hemos ido comprobando la eficacia de estas técnicas. Hoy en día no sorprende ni el término ni la variada oferta de técnicas y recursos que se usan integrados en un proceso de terapia, más clásico o bien de forma independiente, con sus métodos y objetivos propios.
Este rápido desarrollo obedece a una necesidad genuina que surge para paliar algunas de las carencias de la educación formal. Las lagunas que presenta ese modelo se hacen auténticos vacíos en la formación básica de la persona, llegando a vulnerar el límite de lo que consideramos saludable. La OMS define la salud mental como “un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad”, definición que no deja de ser utilitaria pero que refleja dos de los aspectos más importantes con los que trabajamos los psicoterapeutas: el bienestar y la capacidad de adaptación.
Según la misma organización, en unos 10 años aproximadamente el 50% de las profesiones actuales sufrirá cambios radicales. De hecho desconocemos cómo podrá ser el panorama laboral, ecológico o existencial del futuro, pero sí sabemos algunas de las habilidades que facilitarán la capacidad de adaptación a esta nueva realidad. Hablamos de la espontaneidad, la cual Jacob Levy Moreno, fundador del psicodrama, enunciaba hace ya un siglo como uno de los pilares de la salud mental.
Este “olvido” de la parte expresiva y emocional de la persona que contrasta a luces vista con los descubrimientos ulteriores de la psicología social (Aronson, Bandura o el famoso Goleman) e incluso de las neurociencias, que sostienen el ya conocido esquema integrativo de la persona y la importancia de sus áreas más afectivas y relacionales.
Es un mal endémico que tiene sus síntomas en el notable incremento de la pérdida de bienestar personal y social autopercibido, sobre todo en las sociedades desarrolladas, y que llevan a una reflexión general sobre “qué está pasando”, y que en el caso de aquellos que elegimos la profesión de sanar, a un cuestionamiento del modelo de la persona, de lo consideramos no estar sano y de lo que denominamos sanación, terapia, etcétera.
Pocos son los terapeutas que no integran en su práctica algunas de estas valiosas herramientas, y bastantes son los que se acercan a las terapias expresivas en búsqueda de aquellos espacios de libertad de los que fueros privados en su desarrollo más primario, en aras de una educación determinista y por ende limitativa.
Para el usuario poder contar con estos recursos como la Arterapia, la Danza Movimiento Terapia, la Musicoterapia, significa desarrollar áreas que se dejaron en el olvido, y para el profesional poder formarse en programas de terapias expresivas supone poder dar respuesta a una demanda cada vez más creciente.
En Valencia ya contamos desde hace un año con el posgrado en Terapias Expresivas de la Universidad Europea de Valencia, en el que se forman de manera integrada y con la garantía académica de una universidad de prestigio internacional terapeutas expresivos.