Qué hacer para contrarrestar la angustia climática

Vivamos una vida que nos reconcilie con el clima e intensifique nuestra humanidad, la visión del ambientólogo Andreu Escrivà

Alejandro Ferro

Licenciado en Ciencias Ambientales, máster en Conservación de Ecosistemas y doctor en Biodiversidad, Andreu Escrivá ejerce de divulgador científico en su tiempo libre y es autor de “Y ahora yo qué hago. Cómo evitar la culpa climática y pasar a la acción” (Capitán Swing), ensayo donde ofrece herramientas para no caer en “la angustia climática”. Apuesta por lo que viene y dice que estamos “a tiempo de ser capaces de limitar daños y construir un mundo más justo y más humano”.

-Cuando dices que tu libro “no pretende engordar ni un gramo tu mochila de ansiedad, sino reforzar sus costuras”, ¿te refieres a informar y no agobiar, a crear conciencia sin cargar las tintas?

-Sí, dar información sin agobiar, sin añadir más peso a esta mochila de ansiedad psicológica que llevamos todos en la espalda, y no cargar con más culpas, pero sí ser capaces de hacer más cosas. No intento dar imágenes catastróficas sino lo contrario.

-¿Faltan más empujones para empezar a cambiar las actitudes personales?

-Creo que falta empuje, visión, percepción del riesgo, empatía, como también sentido de comunidad. No digo que sea imposible, pero en este momento no hay lo suficiente. Por supuesto, encuentras gente con gran motivación y capacidad; sin embargo, a nivel sociedad la situación es distinta.

-También hablas de parches que se venden como panaceas, ¿un ejemplo?

-Veamos qué pasa con el plástico, que es un tema de moda ambiental. Si en el avión te dan una pajita y un vaso de cartón para la bebida, mejor que sean así y no de plástico, pero no estamos solucionando nada en realidad. Estos parches son percibidos como una forma de solución mágica. El tema del plástico preocupa muchísimo dentro de las ciencias ambientales, pero hay un peligro notorio en que nos fijemos en cosas que realmente no cambian las condiciones de vida o lo que provoca el cambio climático, sino que son meros cambios cosméticos del estilo de vida.

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-Citas a Nathaniel Rich, autor de “Perdiendo la Tierra”, que habla de héroes y villanos. No obstante, afirmas que la cuestión va más allá de estas etiquetas.

 -Por el hecho de que haya villanos no significa que toda la culpa sea de ellos. Es verdad que en el tema del cambio climático existen, como las empresas que ocultaron información sobre lo que hacían, pero a la vez a los ciudadanos se nos había otorgado el papel de ser villanos que nos cargábamos el planeta o de héroes que lo salvábamos con acciones cotidianas. Y no es así. No pasa nada por tener incoherencias, mejor es que sepamos asumir correctamente nuestras responsabilidades. Entre los héroes y villanos hay muchas zonas grises.

-¿Nos fijamos en el negacionismo de los demás y no en el propio?

-Todos somos negacionistas. Yo mismo, como todo el mundo, hay cosas que “no hago bien”. No tengo el mejor comportamiento ambiental que podría asumir, y esto se debe a que mi cerebro me hace trampas. Nos hemos fijado demasiado en los negacionistas más exagerados, que negaban la ciencia como tal, pero todos llevamos dentro un Pepito Grillo a la inversa que nos dice “bueno, no hace falta que dejes de comer esto, o que renuncies al coche… ya lo harás mañana”. Para combatirlo, debemos reconocerlo porque si no lo vemos, no avanzamos.

-Ciertamente, hay hábitos sociales y personales en juego.

-Un ejemplo, los llamados “vuelos a ninguna parte” en Taiwán, Australia o Japón. Al final son hábitos que hay que cambiar, cambios individuales pero también sociales. El más importante no es que uno tome o no un avión, sino que sea capaz de entender que viajar en avión no es algo deseable porque tiene una contrapartida muy negativa, la contaminación. Tenemos que ser conscientes de que, ya sea por colapso, agotamiento, transición, por transformación ecológica o decrecimiento, en cualquier escenario a los que vayamos habrá que cambiar de hábitos personal y socialmente. Y espero que suceda cuanto antes. Dentro de pocos años ver coches en el centro de las ciudades o volar cuando tienes un tren a mano nos parecerá tan absurdo y dañino como lo es hoy fumar en oficinas, cines, teatros, etcétera.

-También hablas del capitalismo salvaje, antinatural, con un crecimiento económico sin límite, que sostiene nuestro estilo de vida. ¿La contrapartida podría ser el Green New Deal?

-Es una cuestión muy compleja y fascinante. Nos encontramos en un momento apasionante porque estamos definiendo cómo será la política, la economía, el territorio del futuro. Este capitalismo que se apoyó en el crecimiento continuo para subsistir es imposible en un planeta de recursos finitos. Lo es por una cuestión de leyes físicas, no por ideología. ¿Cómo encontramos las vías para confrontarlo y poder conjugar crecimiento y bienestar con las condiciones presentes del planeta y su capacidad menguante en recursos naturales?

El Green New Deal supone un pacto para un escenario futuro, pero es un instrumento, no un objetivo. Luego puede venir una reformulación radical del capitalismo, una economía estacionaria, de decrecimiento, pero en un primer momento deberá ser una herramienta que nos dé la capacidad para avanzar. Ahora bien, ese acuerdo no es el único, hay otros perfectamente inscritos en el capitalismo neoliberal o que son casi una hoja de ruta para el decrecimiento.
Yo planteo que no puede ser una doctrina económica sino una herramienta rápida, porque no queda tiempo, para reducir las emisiones de efecto invernadero como también los índices de desigualdad.

-¿Sabemos realmente qué es lo que debe hacer un “buen ciudadano verde”?

-No lo sabemos. Vale la pena repasarlo, pero sobre todo cuestionárselo. Tú te sientes muy bien por cambiar las bombillas de luz o separar el plástico, pero no haces algo más transformador que contribuya a la lucha contra el cambio climático. Hay gente que le cuentas por qué no debemos viajar en avión y se sorprende. Les digo que si voy desde Valencia hasta París con un coche antiguo contamino menos que un avión atestado de gente, y no lo creen. ¡Son gramos por pasajero y kilómetro lo que importa! Este conocimiento de lo que tenemos que hacer no debe ser una piedra más en nuestra mochila de ecoansiedad. En su lugar, seamos muy conscientes de lo que podemos hacer sin culpabilizar a la gente.

-La importancia del silencio, parar, escucharse, construir puentes, mejorar la gestión del tiempo… Todo esto lo pones sobre la mesa porque necesitamos nuevos valores.

-Exacto. No por consumir más viviremos mejor, hay personas que encuentran una vía al consumir menos, “una lujosa austeridad”. Con el dinero compramos tiempo. Muchos aparatos tecnológicos están dedicados únicamente a ahorrarnos tiempo para ser más productivos, etcétera. Es cuestión de darnos cuenta de que no podemos tener tantos aparatos, o disminuir el uso de recursos o hasta el dinero, y ganar en salud mental, en otros aspectos de la vida más importantes.

Veo anuncios de productos tecnológicos, viajes, ropa, y me entran ganas de comprar el último teléfono móvil, un coche nuevo… pero en lugar de decir “si compras menos serás más feliz”, yo digo “no por comprar más serás más feliz”. Hacen falta nuevos valores para luchar contra el consumismo, la publicidad y una serie de estructuras e inercias fortísimas a los que todos somos vulnerables.

El cambio tiene que venir del interior de cada uno, de un proceso de reflexión y de autoconocimiento, de honestidad, descubrir qué nos hace felices, y recuperar eso. En el confinamiento nuestros deseos eran muy bajos en huella de carbono y muy altos en humanidad: hacer deporte, dar un paseo, abrazar a alguien. Pensemos qué nos hace más humanos. Habrá que cambiar estructuras, regular la publicidad, la obsolescencia programada, el consumismo.

Es una cuestión tanto sistémica como personal, de valores sociales e individuales.

-Quien contamina, paga. ¿Ha servido de algo esta política?

-Claramente, no. Sabemos que finalmente muchas empresas, si pueden contaminar, pagan. Esto no significa retirar las tasas, los impuestos o las multas por contaminar; al contrario, habrá que aumentar las penalizaciones, vigilar más para que se cumplan las normas, pero especialmente buscar otro tipo de marco para llegar a esas empresas.

-Vimos imágenes de animales que en los primeros meses del confinamiento se animaban a explorar territorios urbanos, ¿algo parecido a lo que propone el rewilding o resalvajización?

-Me alegré al verlas, pero algunas imágenes eran falsas o no estaban bien atribuidas… Hay que tener cuidado al decir que la naturaleza recuperó espacio, no es tan así. Cuando yo planteo el rewilding, me refiero a que necesitamos darle espacios a la naturaleza para que ocurran los procesos ecosistémicos que tienen lugar cuando hay una muy baja intervención humana. En el planeta quedan muy pocos sitios que no están alterados por los seres humanos.

Debemos ser capaces de llegar a una especie de acuerdo, porque después del cambio climático, además de subir las temperaturas, también se dan procesos muy difíciles de encajar como la pérdida de la biodiversidad, la fragmentación de los ecosistemas, las especies invasoras, etcétera. Es decir, conseguir que se recuperen algunas funciones esenciales, que parece muy sencillo pero es tremendamente complicado.

-El futuro no está escrito, ¿pero nos queda aún tiempo?

-Para evitar futuros apocalípticos, sí. Nunca será tarde para luchar contra el cambio climático, para que no haya escenarios peores, lo que no quiere decir que podamos dejar esto para dentro de diez años. Tenemos que ser conscientes de que vamos a perder si no actuamos ahora mismo, porque podemos llegar a un contexto en el cual no sea posible limitar el aumento de temperatura de dos grados y entonces iremos a un futuro estilo Mad Max. No es lo mismo que Groenlandia pierda la mitad del hielo en cien años que en trescientos porque hablamos de mitigar, pero también de frenar lo suficiente para adaptarnos.
Para mí la clave es cómo actuamos para vivir mejor en el futuro y para que este no sea un sitio inhóspito. Lo primero es evitar esta situación, emitir menos, y después habrá que adaptarnos a lo que venga, sin cerrar los ojos. Siempre estaremos a tiempo de ser capaces de limitar daños y construir un mundo más justo y más humano.



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Stanislav Kondratiev
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