Martín Ribes.
Terapeuta Chamánico y Transpersonal. Formador en Chamanismo Práctico
¿Sabías que todos tenemos el don de la sanación? Y te preguntarás: ¿por qué unos lo desarrollan naturalmente y otros necesitan hacer una formación? Para contestar a estas preguntas primero habría que señalar algunas diferencias entre el terapeuta y el sanador.
Ambos pueden sanar de forma igualmente eficaz puesto que cuentan con la intención genuina de querer ayudar a reestablecer el equilibrio en aquel miembro de su comunidad que lo necesita. Es decir, trabajan con el corazón.
Al sanador normalmente le cuesta limitarse a alguna técnica o terapia en particular. Su destreza sanadora la manifiesta gracias a su capacidad de alcanzar, por medio de diversos rituales, un estado de conciencia elevado el cual le permite canalizar la energía sanadora. Este sería el típico procedimiento que llevan a cabo los chamanes.
En el chamanismo se enseñan ciertas técnicas para facilitar la sanación, pero una gran parte de la sesión curativa viene dada por lo que los indios shipibos denominan “dejar hacer”. Es decir, el chamán pide a sus Guías del Mundo Invisible que actúen a través de él y a partir de entonces uno debe mantenerse en modo observación y canalizar los cánticos, visiones y movimientos corporales que le vengan inspirados en ese momento. La mente pensante, sobre todo la occidental, puede que no entienda qué está haciendo, viendo o diciendo, pero ha de mantenerse al margen y continuar hasta que así se lo indiquen sus Guías. La acción que al canalizador de primeras le puede resultar incomprensible, al receptor de la sanación va a generarle un alivio de un dolor físico o emocional que seguro agradecerá infinitamente al canalizador.
El chamán no se levanta un buen día y se pone a hacer milagros así sin más. Ha necesitado varios años de trabajo interno y entrenamiento constante para alcanzar un estado elevado de conciencia desde el que vive su día a día y opera en las sesiones curativas. Su compromiso personal le ha permitido el dominio sobre su mundo interior: que su inconsciente le sea cada vez más consciente. Y este inconsciente es el que favorece que sanes con tan sólo estar en su presencia.
El terapeuta o aprendiz de chamán, mediante una formación adecuada, también puede alcanzar estos estados de conciencia, aunque sea momentáneamente, y convertirse en un canal de sanación potente desde el que puede operar y ejecutar con éxito sus prácticas sanadoras. Si entra a menudo en estos estados de conciencia su inconsciente se irá haciendo cada vez más conocido y su conciencia se expandirá. Con tesón, práctica y alegría, esto le llevará con el paso del tiempo a convertirse en un buen sanador o en un buen chamán.
Es de suma importancia que tanto el sanador como el terapeuta se responsabilicen de su trabajo personal, cuanto más intenso mejor. Su éxito en la respuesta de sus clientes va a depender de que integren el entendimiento de que cada individuo es la fuente creadora y responsable (que no culpable) de todo lo que acontece en su vida, empezando por la vida propia.
Cabe destacar también la diferencia entre una técnica y un ritual. Una técnica es una metodología previsible, mientras que en un ritual de sanación se utiliza sobre todo la intuición sin saber cuál será el siguiente paso a dar. Es por esta razón que, en ocasiones, al sanador le puede costar creer en sus capacidades curativas y desee huir de ello. Puede que quiera esconderse sin compartir su don y se recluya, aun a sabiendas de que ha llegado el momento de ofrecer su regalo y de que no avanzará más si no sale al mundo para poder fortalecer su fe, para que la comunidad pueda beber de su medicina y podamos oír su música.
Y aquí es donde las formaciones de calidad en terapias complementarias juegan un papel importante para el sanador intuitivo. Proporcionar cierta dosis de estructura a su práctica, siendo siempre flexible, le puede ayudar a dar forma a lo que antes hacía de manera intuitiva y dotarlo de mayor coherencia y seguridad lo que va a potenciar su efectividad. En una formación, el sanador al compartir con otros sanadores las experiencias transpersonales que ha tenido, se siente comprendido, respaldado y, sobre todo, respetado. Esto es sumamente aliviador y terapéutico para personas muy sensibles, con grandes capacidades sensoriales, que les toca vivir en un entorno tan racional como el de nuestra cultura occidental, centrada mayormente en lo demostrado empíricamente. Aunque de esto parece que cada vez va a ir quedando menos.
El terapeuta o aprendiz de chamán que pueda tener una mente muy estructurada y racional también puede beneficiarse de una formación mayoritariamente experiencial y enfocada en la expansión de conciencia. Esto le permitirá ampliar sus límites egoicos, abrirse a nuevas realidades y ensanchar su canal para encauzar mayor energía sanadora.
En definitiva, el don sanador, nos venga despierto de serie o lo despertemos en una formación, todos lo llevamos dentro. Pero hay que regar esa semilla con un poco de estructura y abonarla con la intuición.
Feliz senda del Aprendiz de Chamán… ¡Ahó!