Naufragio sereno

Tenemos crisis porque evolucionamos. La visión de Alba Ferreté, terapeuta transpersonal, sobre los quiebres existenciales

Aurelio Álvarez Cortez

“Las crisis nos aportan la oportunidad de volver a la conexión con el yo esencial, con el todo, del que partimos”, afirma Alba Ferreté, coach especializada en mindfulness e inteligencia emocional y terapeuta transpersonal, que acaba de publicar “El naufragio sereno” (Ediciones Urano). Sobre el carácter inevitable, a la vez necesario, así como de otras particularidades de los naufragios existenciales tratados en esta obra, conversamos con ella y esto es lo que nos compartió.

-Alba, las crisis son inevitables y necesarias. ¿Por qué?

-Son inevitables porque las crisis implican una ruptura y, para que haya esta ruptura, pasamos de lo viejo a lo nuevo. Cuando crecemos, lo hacemos en un contexto concreto, con un sistema de creencias, desde la infancia hasta la edad adulta. Es inevitable que tengamos crisis porque evolucionamos. Lamentablemente, los seres humanos hacemos introspección en momentos de tristeza, de sufrimiento. Cuando estamos alegres vivimos en pura expansión, no miramos nuestro interior.

Por lo tanto, en esta vida todo es cíclico: las crisis llegan en un momento en que la estructura que sostiene nuestro yo biográfico empieza a hacer agua y se da de frente con una serie de realidades.

Y las crisis son necesarias porque si nos mantenemos estancos, con una forma de pensamiento y acción, vamos en contra de una de las leyes fundamentales de la vida, la de la impermanencia, y frenamos nuestra propia evolución, cosa que genera una resistencia interna que nos lleva al absoluto sufrimiento.

Es muy importante saber cómo llevarnos bien con las crisis, saber transitarlas, porque será ineludible que lleguen.

-¿Quién o qué sufre el naufragio, la crisis?, ¿el personaje que hemos construido, nuestro yo esencial? ¿Quién es el doliente?

- Anuncio -

-Acabo de ser madre hace poco y mirando a mi hijo me daba cuenta de esto. En el vientre materno estamos en el todo, no tenemos experiencia de separación. A medida que vamos creciendo, empezamos esta separación y construimos el famoso ego, el yo autobiográfico. Es este personaje el que sufre, y las crisis nos aportan la oportunidad de volver a la conexión con ese yo esencial, con el todo, del que partimos. Es un viaje desde la separación a la totalidad.
El yo esencial es ese espacio de reconocimiento al que, si nos permitimos transitar el dolor que implican las crisis, vamos a llegar. Es el regalo al otro lado del camino.

-Afirmas que una idea central de toda cuestión vital es “lo que es”. Y las cosas, ¿son como somos?

Lo que es tiene derecho a ser, tanto si nos gusta como si no nos gusta. De hecho, a quien le gusta o no es nuestro yo autobiográfico. Por lo tanto, cuando suceden cosas que no acabamos de encajar, quien sufre es nuestro yo autobiográfico, y eso está sucediendo.
Las tradiciones milenarias expresan que, en todo momento, en la realidad están habiendo mínimamente dos planos de consciencia. La consciencia individual, con la que vemos limitadamente, y la Consciencia, que podemos llamar Dios, la Gran Mente, el Universo. Desde mi consciencia individual, me puede parecer que lo que estoy viviendo no tiene mucho sentido; sin embargo, desde la Consciencia, nuestra mente humana no entiende cómo se van moviendo todos los hilos, a menos que pase el tiempo y nos demos cuenta.
Lo que nos sucede a título individual nos parece que no tiene sentido, pero desde ese estado superior tiene una razón de ser.

-¿De qué modo podemos tener un naufragio, una crisis, con un dolor sereno y una tristeza reposada, según invitas a experimentar?

-La serenidad, tal y como la entiendo y experimento gracias a la práctica de la meditación y el mindfulness, es como una gran madre que acoge y da espacio a lo que tenga que salir. Puedes estar viviendo un momento de pérdida de un ser querido, porque las crisis están muy vinculadas a las pérdidas, a la tristeza, las emociones densas, y no por ello hay que vivirla desde un desborde somático incluso.
Puedo estar con mi dolor de forma serena, y eso me permite iniciar el viaje de introspección, de escucha interna, que me está diciendo la emoción, la intuición. Es un habitarme, permitirme, cuidarme y dar espacio a lo que hay.
Lamentablemente, la sociedad nos lleva a evitar este tipo de emociones desagradables porque no nos ha enseñado, no interesan, y lo que hacemos es anestesiarlas. Cuando introducimos la variable de la serenidad, que debemos cultivar, podemos vivir esas emociones de una forma sostenida, tranquilamente, y nos ayudará a nuestra propia evolución, a transitar el camino de crisis, de malestar, de una manera que le podamos sacar el jugo gracias a este autoconocimiento, a esta calma reposada.

“La serenidad es como una gran madre que acoge y da espacio a lo que tenga que salir”.

-¿Cómo es que el tiempo no cura nada, según expresas?

-Al decir que el tiempo lo cura todo, te desconectas de la emoción, la metes en un cajón, en el inconsciente, y ya está. Pero sucede que, como estamos diseñados, y la psicología del trauma lo pone muy en evidencia, hasta que uno no se adentra en el dolor de aquello que experimentó y se permite vivir en plenitud, toda la cascada emocional que ello conlleva no se integra.
Con aquella frase simplona, fácil, nuestro psicocuerpo la mantiene ahí.
Y como no hemos mirado, atendido, transitado, reparado la emoción, cuando aparece una nueva situación similar a la que la desencadenó, ¡pum!, se vuelve a liberar todo.

-Propones dejarse cuidar y querer en ese proceso. ¿Por qué motivo?

-Porque ante las estructuras del yo autobiográfico en que nos habíamos asentado, todas las normas que habíamos creado, la vida viene y dice “no, las cosas son de otra forma”.
Inevitablemente, lo que aparece es un sentimiento muy profundo de vulnerabilidad. Si en esta vulnerabilidad quiero aferrarme a la idea que tenía del yo, y por lo tanto creer que puedo con todo, que es algo más que sucede en la vida y ya está, estoy resistiendo ese sentir que experimento.
El dejarse sostener, el dejar ir, el permitirse caer, es para poder volver a reconstruirnos. Tener un buen entorno afectivo y que nos permita la expresión emocional, que manifestemos cómo nos sentimos en cada momento, es muy importante.
El dejarse querer es abrir la puerta al amor que quizá no podemos darnos a nosotros mismos, para que quien nos cuida pueda nutrirnos.

-En el naufragio tiene que haber una aceptación, una rendición, un vacío… ¿Puedes aclarar estas palabras porque se puede confundir su significado?

-Mucha gente considera que aceptar es rendirse a la vida, en el sentido de acomodarse y que sea lo que tiene que ser. No es así. En el lenguaje popular lo tenemos muy claro, aceptar es el primer paso. Porque desde la aceptación podemos entregarnos al proceso que eso implica. Necesitamos abrir la mirada y la consciencia. Aceptación es una actitud interna de apertura a todo lo que deba venir y desde ahí poner consciencia. Si no sé dónde estoy ni me permito ver cuál es mi presente, genero una clara resistencia.

Luego sucede la entrega al momento. Dejarme ir a la vida no implica no hacer nada sino la aceptación, la apertura a lo que el momento me trae. Normalmente hacemos lo contrario: luchamos contra el presente, contra la realidad, buscamos miles de cosas para dejar de pensar, cuando la vida nos pide sentir. Las emociones necesitan ser sentidas e integradas.

Y finalmente el vacío. Le tenemos mucho miedo porque está muy vinculado al silencio, y estamos en una sociedad con ruido por todas partes. El silencio nos pone cara a cara con nuestras sombras, los pensamientos, aquello que nos esforzamos por poner debajo de la alfombra.
Cuando tenemos que entregarnos al vacío nos da un vértigo inmenso. Este vacío puede vivirse como una condena o un malestar, pero si le damos la vuelta a esta percepción, es tremendamente creativo. Desde él podemos reconstruir, dar paso a cosas nuevas, pero debemos saber cómo relacionarnos con él y aquí la meditación nos puede ayudar mucho.

-Al hablar del sufrimiento, dices que su fuente es un olvido, ¿un olvido de sí mismo?

-Del sí mismo esencial. Sufrimos porque nos creemos desconectados, y en la desconexión aparece el sufrimiento, que no tiene nada que ver con el dolor. En esta vida el placer y el dolor están entretejidos. El dolor forma parte de la vida, sin embargo, cuando aparece el sufrimiento, este es cien por ciento del ego, que se aferra a cuestiones que quizá han dejado de ser. Vive en el pasado o en el futuro más que en el presente. Nos desconectamos de lo que es, y así sufrimos.

-También propones la espiritualidad cotidiana como vía de salida a las crisis. ¿Qué cosas, concretamente?

-A veces asociamos la espiritualidad con irnos al Tíbet, que está bien, es importante. Pero la espiritualidad uno la puede aplicar incluso cuando está en el horno esperando que le den la barra de pan.
El cultivo de la consciencia testigo evidentemente pasa por un entrenamiento intensivo a través de la meditación, no lo podemos obviar. Y esa conexión de la que hablaba antes implica que cuando voy por la calle, respirando, interactuando con alguien, estoy en plena presencia con esa persona, percibiendo qué hay detrás de las palabras, esa esencia que emana de ella.
También, al estar con un malestar, sintiendo algo desagradable, me paro, me observo, me atiendo, respiro, estoy conmigo.
Es decir, no vivo constantemente hacia afuera, reactivo a lo que va sucediendo, sino que estoy en un estado de presencia interna, recogiéndome. Y eso lo puedo hacer en cualquier contexto, haciendo cualquier actividad, duchándome Porque, ¿con cuánta gente te duchas por las mañanas (risas)? ¿con tu jefe, con tu madre? ¡No estás en plena presencia!

Al cultivarla poco a poco, la consciencia testigo cada vez se va ampliando, empieza a desplegar una cierta distancia con el relato mental que solemos estar contándonos. Me doy cuenta de que tengo pensamientos, pero no soy mis pensamientos; que tengo emociones, pero no soy mis emociones; que tengo un cuerpo que se enferma, se excita, etcétera, pero yo no soy ese cuerpo. Estoy interpretando un personaje, pueden pasar muchas cosas, pero mi yo esencial está ahí intacto.

De ahí el lema del libro: “Invierte en aquello que un naufragio no te pueda arrebatar”. Las crisis te llevan de aquí para allá, pero si estás en esta conexión, con espiritualidad cotidiana, tú eres consciente de tu yo esencial.

“Cuando interactúo estoy en plena presencia con esa persona, percibiendo qué hay detrás de las palabras, esa esencia que emana de ella”.

-Hay otra frase interesante: madurar es desaprender. Se supone que al madurar algo hemos aprendido y lo aplicamos. Esto es la experiencia, ¿a qué te refieres con desaprender?

-A los mandatos internos que nos hemos contado sobre nosotros mismos, acerca de quiénes somos esencialmente. Más que nada porque el constructo del yo biográfico está hecho a partir de los mandatos sociales, las creencias familiares, nuestras historias de vida, de nuestro inconsciente colectivo, de vidas pasadas para quienes crean en ellas. Hay mucha información que condiciona la idea del yo.
Nacemos conectados con la totalidad, desde esa consciencia de unidad, y nos vamos desconectando para experimentar la separación. Y para ello construimos a un personaje que tiene una serie de etiquetas. Cuando aparece una crisis, te das cuenta de que actuabas en base a esos mandatos y debes quitar esas etiquetas.
Por lo tanto, es un proceso de desaprendizaje, encontrar quién soy yo, y no ir colocándome más etiquetas. No tiene nada que ver con el conocimiento adquirido, sino con el autoconcepto.

-¿Las personas de alta sensibilidad pueden vivir un infierno o una conexión mística?

-Si no te reconoces como una persona de alta sensibilidad (PAS), pero eres altamente sensible, vivir en un mundo creado por y para personas que no son altamente sensibles puede ser muy abrumador.
Somos un veinte por ciento de la población mundial. Es una cuestión neuronal, procesamos muchísima más información que el resto de la gente; un gesto, una entonación, una mirada, cosas sutiles. Te abrumas mucho más rápido y haces interpretaciones más acotadas.
Junto con esto, vivimos en un mundo sobreestimulado sensorialmente, y por eso puede ser un infierno.
Además, otra característica de las PAS es el elevado nivel de empatía que poseen. El límite entre tú y el otro se acaba fundiendo y terminas percibiendo las emociones de esa persona, la energía que emite. Así es un infierno, no solo es lo que llevas en tu mochila, sino que recibes lo de los demás. Por ello, en estos casos es importante la gestión de los límites, la regulación emocional, el mindfulness, calmar la mente, etcétera.
Si sabes poner los límites, decir sí y decir no, regular con quién compartes tu tiempo, etcétera, la habilidad de percibir lo sutil de la vida puede traerte cosas maravillosas, como mucha más intuición, conectar con la naturaleza de una manera plena, entre otras. El mundo puede ser un lugar muy bonito. Es un gran don, pero hay que saber usarlo.

-¿Qué es el Camino del Sabio?

-Es el proceso arquetípico por el que pasamos cuando vivimos una crisis. Está compuesto por varios arquetipos y va desde la separación hasta la unidad. Empezamos el Camino del Sabio en la etapa de la inocencia. En la zona de confort creemos que tenemos todo resuelto, sin embargo sentimos una profunda insatisfacción. Cuando sucede una crisis todo esto se dinamita y hacemos un viaje apasionante, lleno de subidas y bajadas, hasta llegar al Sabio, que es la comprensión profunda, la trascendencia del yo autobiográfico, para experimentar la totalidad. Pero, cuidado, existe el riesgo de quedarnos en un permanente estado de búsqueda y no abrazar lo que el presente nos trae.

-¿En ese camino qué papel cumplen el pensamiento crítico y la consciencia testigo?

-Son los dos pilares fundamentales que nos ayudarán a avanzar en el Camino del Sabio. Por ejemplo, en la primera etapa, depende por dónde entremos, tomamos consciencia de que estamos en un proceso crítico. Es la etapa del Inocente; hay un piloto automático, una desconexión y una asociación con lo que siento y pienso. Estamos como en un bucle.
Para poder avanzar en el proceso crítico, y salir del sufrimiento para llegar al dolor sereno que falta, necesitamos preguntarnos cosas, desengancharnos de este relato mental. Aquí entra en escena la consciencia testigo, el observador. Observo el personaje que interpreto y, poco a poco, me doy cuenta de que no soy ni mis pensamientos ni mis emociones. Por otro lado, necesito aplicar el pensamiento crítico, porque así iré desmontando ideas preconcebidas que he creído a lo largo de mi vida, que me han llevado al sufrimiento y a una cárcel interna.

De este modo aparece la sabiduría de la vida en su grandeza que nos trae una pérdida y de repente hacemos ¡click! ¿Qué está pasando? Y vamos pasando por las etapas del huérfano, del vagabundo, de la víctima, del guerrero y finalmente del sabio. A medida que lo hacemos, esta consciencia testigo se abre paso, el pensamiento crítico es más evidente hasta llegar a la última etapa donde un nuevo yo emerge.
Lo maravilloso es que la del sabio es previa a una nueva etapa del inocente, porque las crisis son cíclicas. Hemos trascendido a algo concreto y, al cabo de unos meses, años, aparece otra crisis que nos lleva a liberarnos de nuestra ignorancia.

“Observo el personaje que interpreto y, poco a poco, me doy cuenta de que no soy ni mis pensamientos ni mis emociones”.

-Es decir que pasamos por un naufragio, lo trascendemos, pero esto no garantiza que no haya otros.

-Probablemente lo que hemos vivido en una crisis no se repetirá. Pero hay distintos niveles de naufragio, como las famosas noches oscuras del alma, y pequeñas crisis que se van dando a lo largo de la vida. Cuando tocamos fondo no vuelve ese nivel de profundidad, ya contamos con herramientas para gestionarlo distinto. Por eso es importante saber cómo transitar un naufragio de forma serena.

-¿Cuál es la fórmula de un naufragio sereno?

-Muy resumidamente, primero, permitirnos ese malestar porque normalmente queremos evitarlo. Luego, abrazar las emociones, darles espacio, entregarnos, de forma sostenida. Observar nuestra mente y cuestionarla gracias al pensamiento crítico, qué nos está diciendo. Serenar la mente, calmarla, para que la turbulencia interna vaya apagándose poco a poco, con el mindfulness. Después preguntarse quién quiero ser, hacia dónde quiero ir, es decir, en el momento que deconstruimos el relato mental aparece un estado normal de vacío, y es necesaria una reconstrucción, preguntarme quién soy, etcétera. Esto implica que, si es preciso, tengo que pasar a la acción.
En todo momento estoy entregándome a lo que el presente me trae.

-¿Cómo fue tu historia personal?, porque tu trabajo actual es resultado de un naufragio.

-En 2012 yo era diseñadora gráfica, tenía mi trabajo fijo, casa, coche, perro, mi pareja de ese momento, amigos… Todo perfecto, pero había un pozo de insatisfacción grande. Estaba en la etapa inocente. Mi pareja decide romper la relación y la ruptura, como todas, fue dolorosa e implicó un despertar.
Todo lo que me habían contado, tener para ser feliz y ser alguien en la vida, era absolutamente falso.
Como era una persona muy dependiente, había mucha desconexión interior y estaba enfadada conmigo misma, no encontraba salida por ningún lado. No tuve otra opción que rendirme, entregarme a ese dolor.
Consulté con una terapeuta transpersonal y cambié la visión que tenía de la realidad, empecé a meditar, a cuestionar muchas cosas, descubrí de dónde venían los mandatos sobre la idea que tenía del yo. Y me formé como terapeuta, hasta que decidí que quería entregar al mundo lo que había aprendido. ¿A quién no han dejado alguna vez?, es la historia de muchos, pero, ¿qué hacemos con este dolor?
Para mí fue una absoluta bendición. De hecho, hace un par de años me encontré con mi expareja y le dije gracias, gracias por haberme dejado porque para mí ha sido un reencuentro conmigo misma.

En el libro escribí lo que a mí me hubiera gustado encontrar cuando estaba en el pozo más absoluto. Leí a grandes autores, pero me faltaban cosas. Reuní todos los aprendizajes, acompañé a personas en procesos críticos, y me di cuenta de los patrones, etcétera. Esta historia es para ayudar a personas que, como yo, estén pasando por un proceso de crisis.

Quiero lanzar un mensaje de esperanza porque yo soy consciente de que cuando alguien está atravesando por ese malestar, por pérdidas, rupturas, de transición entre una cosa y otra, a veces se necesita que otro diga que lo puede vivir con serenidad, que no está condenado, se puede salir, vivirlo como un verdadero camino de autoconocimiento. A pesar de ser un momento doloroso, al mismo tiempo es fértil para esa nueva versión de uno mismo.

Web de Alba Ferreté: https://themindfulroom.com/

🠋 Aquí puedes ver la entrevista completa en nuestro canal de Youtube.



Lo más destacado

Stanislav Kondratiev
de Unsplash