Sentirse bien, estar conectados y disfrutar del trabajo

Daniel Goleman, el padre de la inteligencia emocional, comentó aspectos relacionados con su último libro, “Óptimo”. Rendimiento, empatía e inteligencia emocional”

Aurelio Álvarez Cortez

“El estado óptimo es ese día o momento en que sentimos que podemos dar lo mejor de nosotros. Nos sentimos bien, disfrutamos del trabajo que hacemos, nos sentimos implicados y podemos enfrentarnos a retos y estamos conectados con la fuente que nos rodea”. De este modo Daniel Goleman, el famoso psicólogo, periodista y escritor estadounidense, considerado el padre de la inteligencia emocional, se expresó en una rueda de prensa virtual, organizada por la Editorial Kairós, con motivo del lanzamiento de su último libro en castellano, “Óptimo. Rendimiento, empatía e inteligencia emocional”, del que es coautor junto con Cary Cherniss, director y copresidente del Consorcio para la Investigación sobre Inteligencia Emocional en Organizaciones y profesor emérito de Psicología Aplicada en la Universidad de Rutgers.

Presentado por Agustín Pániker, director de Kairós, Goleman distinguió el estado óptimo de otro más conocido, hasta ahora: el de flujo: “El estado de flujo es algo que pasa, no es algo que nosotros decidimos hacer”. Por esta razón, añadió, “creemos que podemos aumentar ese estado óptimo, aumentar la frecuencia de esos buenos días”.

Desde la perspectiva del mundo empresarial y laboral, en el que está basada la obra y también los estudios realizados junto a su socio, Cherniss, “el estado óptimo es también lo que define a un trabajador, a un ejecutivo o a un director óptimo”.

En cuanto a la relación que puede haber entre la inteligencia emocional y el estado óptimo, sostuvo que, a través de los datos obtenidos en sus investigaciones en el ámbito laboral, “aquellos trabajadores, líderes o jefes que exhibían características de inteligencia emocional también aumentaban la probabilidad de tener un día óptimo”.

Y ejemplificó esta conclusión. “En reuniones en empresas de Madrid, San Sebastián y Barcelona, entre otras muchas ciudades españolas, les he pedido a los trabajadores que piensen en un jefe que aprecien mucho y en otro que les cae fatal. En todas partes la respuesta fue la misma. Los jefes a los que la gente más aprecia suelen tener las características de una persona emocionalmente inteligente, que tiene conciencia de sus propias emociones, que sabe gestionarlas, que es capaz de conectar con sus emociones y con las de los demás, y gestionan las emociones ajenas, e inspiran y guían a las otras personas”.

Además, agregó: “Nos dimos cuenta de que eso no se aplicaba solamente a los jefes o personas en posiciones de liderazgo, sino a cualquier persona emocionalmente inteligente”.

“La felicidad en el trabajo depende muchísimo del estado óptimo, tener un buen día es algo que nos deja con emociones positivas. Es un aspecto fundamental del estado óptimo, en el que nos sentimos bien, felices, conectados con lo que hacemos”.

- Anuncio -

La mente, nuestra mayor distracción

También Goleman se refirió a cómo afecta la tecnología, como obstáculo o como ayuda, para alcanzar el estado óptimo. “Los móviles -dijo- pueden ser nuestros mejores amigos y también nuestros peores enemigos en lo que respecta a las distracciones”.

Y es que “una de las formas más exitosas para entrar en el estado óptimo es la concentración”, explicó, para dar cuenta a aquel último efecto en nuestra vida diaria. “Cuando nos concentramos estamos implicados, nos satisface. El proceso cerebral que facilita la concentración nos calma, estamos menos disgustados, fomenta la resiliencia, y en ese sentido el teléfono es una gran distracción porque nos entretiene”.

Sin embargo, prosiguió, “lo que nos muestran los estudios es que la mayor distracción a la que nos enfrentamos es nuestro propio estado emocional. Estar pensando en aquella cosa que te dijo no sé quién y que te disgustó muchísimo, ¿por qué Fulanito no te contestó el correo?  Es decir, “la mente es nuestra mayor distracción, y el hecho de ser capaces de concentrarnos plenamente es lo que nos facilita entrar en el estado óptimo”.

Acerca de la meditación, precisó que “es un camino para llegar a la inteligencia emocional, pero no el único”. Y aprovechó la oportunidad para dar a conocer un curso suyo, que por primera vez se ofrece en español, llamado Programa para la Inteligencia Emocional de Daniel Goleman, diseñado para entender y aumentar la inteligencia emocional.

Añadió sobre la meditación: “Es una forma muy eficaz porque nos hace más conscientes de nosotros mismos, ayuda a calmarnos y a gestionar las emociones”. Y sugirió, como guía, un sencillo ejercicio que comienza por concentrarse en la respiración. “El primer paso es inspirar, el segundo expirar, el tercero es notar la pausa entre inspiración y espiración, y repetir. Se puede hacer por la mañana, antes de ir a trabajar. Recomiendo empezar con cinco minutos y luego ir aumentando progresivamente”.

Las máquinas no tienen emociones

Otro punto que trató fue acerca de la inteligencia artificial (IA), si puede ayudar a la inteligencia emocional o ser un instrumento más de distracción o disfuncionalidad.

Advirtió que “las máquinas no tienen emociones, y el primer paso para la inteligencia emocional es tener consciencia de las propias emociones. Sin esto, no se puede gestionarlas”.  A pesar de que “las máquinas suelen ser calmadas y serenas”, puntualizó con cierta ironía, “no tienen pasión ni inspiración, tampoco un propósito”.

Por otro lado, continuó, “para la inteligencia emocional hace falta una cosa muy importante, la empatía”, que se manifiesta en tres aspectos distintos. “Primero, la empatía cognitiva, el saber qué piensan las personas y por qué hablan como lo hacen. A las máquinas esto se les da muy bien porque son modelos lingüísticos. El segundo aspecto es la empatía emocional, ser capaz de sentir con otra persona, ejercer la compasión, y esto a las máquinas se les da fatal al no tener emociones. Y el tercer aspecto, el más importante, preocuparse por el bienestar de las personas con las que interactuamos. Es la cuestión más sustancial que enfrentan los científicos que desarrollan la IA y que tiene que ver con la inteligencia emocional: el cómo y porqué crearon la inteligencia emocional capaz de preocuparse por el bienestar humano. Si lo consiguen, las consecuencias serán muy positivas, pintará muy bien para la supervivencia humana, de lo contrario, será muy negro”.

Estado activo, implicado

Otra diferencia que explicó Goleman fue la existente entre el estado óptimo y la serenidad o paz interior.

En el estado óptimo puede haber una cierta serenidad. “No es pasivo, sino un estado activo, implicado”, destacó. Mientras que, en su opinión, “el peligro de la serenidad es caer en la indiferencia, y que las cosas dejen de importarnos”.

“En el estado óptimo -explicó- las cosas importan mucho; nuestros objetivos, hacer un trabajo significativo, hacerlo bien y estar implicados con los compañeros”.

Más adelante indicó que la conciencia de las propias emociones es la base de la inteligencia emocional. “Saber qué sentimos, cómo lo sentimos, cómo eso conforma nuestra percepción o los impulsos que tenemos a la hora de actuar. Esto es importantísimo porque para gestionar las propias emociones se necesita ser consciente de ellas. Hace falta la conciencia para alcanzar la inteligencia emocional”.

Conexión evidente con la salud mental

Con respecto a la salud mental y el estado óptimo, señaló que hay una conexión evidente. “La primera parte de este estado es la autoconciencia, de las propias emociones, y la segunda es la gestión de esas emociones, en especial las negativas, que no nos dominen, no rumiarlas demasiado. Este descontrol, ese desplazamiento de emociones, hace que mucha gente acabe yendo a terapia para aprender a gestionar las emociones negativas. También es importante invocar emociones positivas”, apuntó.

En cuanto a qué sucede con el diálogo interno en un estado óptimo y cómo se ve afectado, Goleman sostuvo que“ese monólogo constante que tenemos casi todos, es muy importante tener presente si nos está ayudando o no, si está afectando nuestras emociones de forma positiva o negativa. Hacer esta distinción y darnos cuenta de que si el diálogo interno está afectando negativamente suele ser un signo de problemas psicológicos”.

Tras afirmar que “un sueño suficiente (de calidad) nos ayuda alcanzar el estado óptimo, mientras que la falta de sueño lo dificultará porque nuestra mente se vuelve más difícil de gestionar”, trató la cuestión de si se debe implantar el tema de la inteligencia emocional en el ámbito educativo. “Soy un gran defensor de la inteligencia emocional en las escuelas. Ahora mismo hay más de cien programas que se pueden aplicar, algunos en español, y también están empresas y organizaciones que ofrecen formación para adultos. La inteligencia emocional se puede mejorar a cualquier edad”.



Lo más destacado

Stanislav Kondratiev
de Unsplash