“Hay que reconocer que hay ausencias que nunca serán bellas, que de un modo u otro siempre nos dolerán, pero que esas ausencias, centradas esta vez en la pérdida de un ser querido, siempre dan la posibilidad de que surjan conductas bellas a nuestro alrededor“, dice Julieta Paris, psicóloga y antropóloga.
Autora de “La belleza de la ausencia” (Editorial Siglantana), Paris señala que también “hay ausencias, faltas, cosas que no son, que abren en ese vacío un espacio espectacular para que sí surjan cosas bellas”.
También especializada en mindfulness, compasión y psicoterapia contemplativa, Paris ha ampliado su formación en ámbitos como la historia del arte y la simbología.
Recuerda que un vez, redactando una carta a los Reyes Magos, porque siempre se permite unos minutos a principios de cada año para escribir o verbalizar sus deseos, se sintió con la intención de pedirles que le trajeran lo que sentía que le faltaba en ese momento: “Más compañía, más seguridad, algo más de alegría“, y acabó pidiéndoles que “se llevaran todo lo que me sobraba, es decir, soledad, incertidumbre, melancolía”. Así nació la idea de “La belleza de la ausencia”.
“Entendí que lo que no era, en realidad sí estaba siendo… pero estaba debajo de todo aquello que sobraba“, agrega.

En su consulta constata de que “por lo general, la gente teme mucho al silencio” y “es allí donde se escuchan las voces de los propios fantasmas; de los miedos más profundos sobre lo que callamos, sobre esas batallas internas que no compartimos con nadie, por lo que llenamos nuestras vidas de ruidos, de cosas, para no asomarnos a ese vacío que tanto tememos y que, al mismo tiempo, tantas respuestas tiene para nosotros”.
Con la ausencia, prosigue, “pasa absolutamente lo mismo, se vive muchas veces desde el delirio de ocultar lo que nos falta y a todos nos falta algo o nos faltará algo, incluso alguien en algún momento”.
Y si lo que falta es la seguridad, la incertidumbre lo invade todo. “La incertidumbre es una gran maestra, porque nos enseña a todos a partir de la humildad“.
Para la psicóloga, “es indiscutible que en la vida hay muchas más cosas que no controlamos que las que sí controlamos, por lo que tomar conciencia de eso es el primer paso para comenzar a vivir más tranquilos”.
Eso es lo que le enseñó la incertidumbre: “cuanto más intente controlar algo, más lejos estaré de conseguirlo. Porque no tenemos el control de nada que sea realmente importante en nuestra vida; por ejemplo, no tenemos el control para enamorarnos ni para morir. Para mí, dos de los más grandes eventos de nuestra existencia”.
Y si de ausencias se trata, surge precisamente el tema de la muerte. “Creo que es tan sencillo como aceptar la certeza más absoluta de nuestra existencia. Las personas podrán ser padres, madres o no, tener hermanos o no, pasar por momentos más o menos difíciles, por enfermedades… pero todos vamos a morir. Y todos es todos. Sin excepción”.
Porque habrá que “asumir que todas las personas que ahora somos, seremos sustituidas por otras existencias, por otras vidas”. Esto le hace recordar y “vivir con la humildad de que este tránsito un día acabará“.
Inevitablemente, también se suma el concepto de la aceptación. “Existe una tiranía muy extrema a aceptar lo que es, que muchas veces es muy mal entendida y lleva a las personas a la resignación“.
Por ello, añade, “soy plenamente consciente de que la vida no es dicotómica, que no puede resumirse a ese viaje entre lo que es y lo que no es; por eso asumo que pueda parecer un poco reduccionista hablar en términos de opuestos. La intención es absolutamente orientativa; si lo piensas bien, no son opuestos: son continuos. Por eso, el libro termina siendo un viaje existencialista”.
Además diferencia entre una vida llena y una vida plena. En esta última “no hay voracidad por nada, tampoco prisas“.
Reflexiona que “no vivo desde el ansía de tener más, o de hacer más, de necesitar más, o de demostrar más. Por eso siento que puedo hablar de vivir en este momento en una cierta plenitud. ¿Querría que algunas cosas fuesen distintas? Absolutamente. Hay mucha imperfección en mi vida, por supuesto. Pero ya no pendulo en las ausencias, que han sido y que volverán, pero precisamente por eso he podido escribir este libro”.




