Alejandro Ferro
Al menos se puede decir que el símbolo del eneagrama se origina en antiguas tradiciones de sabiduría. El eneagrama, un sistema de clasificación de la personalidad que popularizó el chileno Claudio Naranjo el siglo pasado.
Y decimos “al menos” porque se citan a egipcios, caldeos, también a los sufíes. Mucho más tarde este saber lo retomó George Ivánovich Gurdjieff, maestro místico ruso, así como el filósofo boliviano Oscar Ichazo y luego, como queda expresado, el mismo Naranjo.
Cada tanto resurgen los aportes de esta poderosa herramienta de desarrollo de la conciencia como lo hace ahora a través de “El eneagrama. Guía para el despertar”, obra que lleva la firma de Beatrice Chestnut y Uranio Paes, publicada por Sirio y prologada por Daniel J. Siegel.

Chestnut es psicoterapeuta, coach y consultora empresarial residente en San Francisco. Tiene un doctorado en Estudios de Comunicación y un máster en Psicología Clínica. Estudiante del sistema del eneagrama durante más de treinta años y profesora licenciada del mismo por la escuela Palmer/Daniels Narrative Tradition, es autora de varios libros en EE.UU.
Por su parte, Uranio Paes tiene un máster en Dirección y trabajó durante más de 20 años como facilitador del eneagrama, coach y consultor de desarrollo organizacional. Profesor titulado por la escuela Palmer/Daniels Narrative Tradition, impartió su Programa de Formación Profesional en Eneagrama (EPTP) en Brasil, España, Portugal e Italia. También ha estudiado varias modalidades de práctica espiritual dentro de tres tradiciones espirituales diferentes.
Para estos especialistas del eneagrama, el ser humano se ha convertido en un zombi. Vive con el piloto automático encendido, inconsciente de quién es realmente y de lo que le sucede en su interior.
El estado zombi comienza con las estrategias de supervivencia que ayudan a adaptarnos al entorno, para protegernos como seres pequeños que nos encontramos en un mundo grande. Así desarrollamos un yo falso en lugar de un yo verdadero.
Para “despertar”, esta herramienta de origen pretérito -nos recuerdan Chestnut y Paes- puede ayudarnos a liberarnos de patrones defensivos autolimitantes, mostrándonos qué somos y qué no. Para ello pone a disposición fundamentos matemáticos, cosmológicos y también psicológicos.
El eneagrama detalla nueve tipos de personalidad y sirve como marco para delinear un mapa del proceso de desarrollo personal. De este modo, además, revela patrones de hábitos, no solo de comportamientos o conductas propiamente dichos, sino también de modos de pensar y de respuestas emocionales.
Esos hábitos cuanto más se desarrollan, más cuesta trascenderlos.
Los nueve tipos de personalidad gravitan en tres centros de inteligencia: el mental, el emocional y el de sensaciones corporales. A su vez, se subdividen en tres subtipos, haciendo un total de veintisiete.
Chestnut y Paes advierten que para “despertar” hay que enfrentar al ego y la sombra que este proyecta. De este modo se toma conciencia de los hábitos automáticos y de aquello que inconscientemente maneja el ego para preservarse.
Y por último se llega a trascender el ego para descubrir y poner en marcha nuestro potencial.
El desafío, destacan estos expertos, es involucrarnos en un trabajo consciente e intencional para estar más presentes, para “despertar”. Eso sí, como el objetivo del enagrama es comprender la verdad, la verdad puede doler, por lo que hay que cultivar la compasión hacia uno mismo.